ROMEO Y JULIETA
Publicado en Diario Información el 16 de febrero de 2018
ESPERANDO A GODOT
Romeo
y Julieta
Cuando, día tras día,
uno es bombardeado de forma inmisericorde desde los medios de comunicación con
las mismas noticias, la imaginación tiende a volar hacia asuntos más triviales.
Sin ir más lejos, hace poco, paseando por la Corredora, cortada al tráfico
rodado por ser sábado, llegué hasta la Plaça de Baix y me fijé en su balcón,
del que aún penden las enseñas que la ley exige, y me vino a la mente una
reflexión sobre el valor simbólico de algunos balcones.
Seguramente el balcón
más conocido urbi et orbi es el de la Plaza de San Pedro, en El
Vaticano, por ser desde el que se anuncia la elección de un nuevo Pontífice;
también es célebre el del Palacio Imperial en la Heldenplatz de Viena,
aunque en este caso por un anuncio poco gratificante: el del Anschluss
(anexión) de Austria a Alemania que realizó Adolf Hitler, en 1938.
Pero mis dos balcones
favoritos no representan hechos históricos, sino de ficción. El primero de
ellos es el de la Plaza Consistorial de Guadalix de la Sierrra, Madrid,
escenario del famoso discurso de Don Pablo, Alcalde del pueblo imaginario que
describe el genial Berlanga en Bienvenido Mister Marshall. Seguro que
recordarán ustedes la alocución: "Como alcalde vuestro que soy, os debo
una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a pagar. Que yo, como
alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os
debo, os la voy a pagar, porque yo, como alcalde vuestro que soy..."
Lo cierto es que la
explicación de Don Pablo me recuerda a las que desde nuestro propio
Ayuntamiento se dan sobre temas de reciente actualidad y que no viene al caso
comentar aquí por manidas. Claro, que Don Pablo tenía salida para todo, porque
otra de sus frases también podría reflejar de manera nítida la forma de hacer
política hoy en día: "Como alcalde vuestro, yo os aseguro que para
pagar esto ni un céntimo ha salido de las arcas públicas, porque en las arcas
jamás ha habido un céntimo."
Ahora bien, como esta
semana ha sido San Valentín, me he impregnado del espíritu romántico de esa
festividad, por lo que en este artículo no quiero repartir sino flores. Lo que
me da pie a contarles cual es mi otro balcón de ficción preferido: el de la
casa de Julieta en Verona. Sabrán ustedes que Romeo y Julieta es una
tragedia, escrita por el inmortal William Shakespeare, que narra la historia de
dos jóvenes veroneses que, desafiando la amarga enemistad de sus familias, son
capaces de arriesgarlo todo por estar juntos. Sin duda, la historia de amor más
famosa de todos los tiempos que, a su vez, ha servido de inspiración a tantas
otras, en la literatura y en el celuloide. Baste citar, como ejemplo, películas
como West Side Story, Dirty Dancing, Twilight o Romeo Must Die.
No obstante, y sin
ánimo de ser aguafiestas, ni de querer echar por tierra el trabajo que
restaurantes, floristerías, perfumerías y bombonerías han tenido esta semana,
han de saber, si acaso no lo tienen ya claro, que el amor romántico es un
invento de la civilización occidental; algunos “estudiosos” del tema fijan su
aparición en el siglo XII, cuando los trovadores glosaban el “amor cortés”, que
devino finalmente en lo que conocemos hoy por amor romántico.
Sea como fuere, en la
actualidad el amor es un hecho en occidente, mientras que en algunas culturas,
especialmente orientales, aún se acuerdan los matrimonios por conveniencia. En
la India esto es harto frecuente, dándose casos de parejas que no se conocen
hasta el mismo día de la boda, o poco antes. En España esto sería impensable,
salvo en la política, donde los amores, las relaciones y hasta los roces
furtivos son siempre por conveniencia, conveniencia de los partidos y de sus
cuadros dirigentes, no de los ciudadanos.
Dicen que el amor en
primavera reverdece. La primavera se acerca y las próximas citas electorales
también. Miro, de nuevo al balcón del Ayuntamiento en la Plaça de Baix. Aún
sopla el viento frío de febrero. Me embozo en mi bufanda y enfilo el Puente de
Canalejas hacia el mercado “provisional”. Me gusta hacer la compra allí y tomar
algo. Quizás lo pueda seguir haciendo muchos años.
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