LA CAÍDA DE LA CASA USHER
Publicado en Diario Información el 19 de enero de 2018
ESPERANDO A GODOT
La
caída de la casa Usher
La caída de la casa Usher (The Fall
of the House of Usher) es
un cuento de terror, escrito por el norteamericano Edgar Allan Poe en 1839. El
relato encierra la quintaesencia de las historias góticas: una casa encantada,
un paisaje inquietante, enfermedades misteriosas y personalidades desdobladas.
Sin embargo, en este caso, gran parte de la carga del terror que emana del
cuento se debe a su ambigüedad. No hay indicadores que nos sitúen en un marco
espacio temporal pues, en lugar de los marcadores narrativos tradicionales, Poe
usa elementos góticos como un clima inmisericorde y un entorno baldío.
El argumento del cuento, en
síntesis, nos presenta a un narrador, que no se identifica, acercándose a la
casa Usher en un día oscuro y gris. La casa es la mansión familiar de su amigo
de la infancia, Roderick Usher, un personaje tétrico y misterioso. El narrador
se da cuenta de como la casa parece haberse impregnado de la atmósfera
decadente y enfermiza de los árboles mustios y los turbios estanques que la
rodean. Aunque su estructura parece bastante sólida, la mansión da la impresión
de estar desintegrándose y una grieta, que arranca del suelo frente a ella, la
recorre hasta el tejado.
El narrador ha acudido a la casa
porque su amigo Roderick le ha enviado una misiva urgiendo su presencia. En la
carta, Roderick le explica que se encuentra física y emocionalmente enfermo.
Cuando llega, puede comprobar que el interior de la casa es tan sobrecogedor
como su exterior, y no menos que los hechos que posteriormente se suceden,
pasando por el entierro de la hermana cataléptica de Roderick, Madeline, que
sale de la tumba días después de su inhumación, hasta el colapso total de la
mansión en muy extrañas circunstancias.
Sea como fuere, estas historias de
góticas edificaciones que cobran vida propia, o que colapsan entre crujidos,
lamentos y sórdidos acontecimientos, a los ilicitanos no nos dan miedo. Estamos
curados de espantos. Nosotros sí que tenemos historias de edificios que harían
temblar al más osado. Valgan, como ejemplo, tres que alcanzan la categoría de
lo sobrenatural, o del poltergeist, para los germanófilos: el Mercado
Central, el Hotel de Arenales y, el más reciente de todos, el edificio de
Riegos del Progreso.
El Mercado Central se ha convertido
en un clásico que ha empequeñecido a la mismísima casa Usher. Hoy en día,
cuando alguien, en cualquier parte del orbe, quiere referirse a una historia
enrevesada, de un edificio que cobra vida propia y sobre el que se cuentan todo
tipo de historias de ultratumba, siempre alude a nuestra antigua plaza de
abastos. En esta construcción, exponente, según algunos, del racionalismo
arquitectónico (¡Ay, si Le Corbusier levantara la cabeza!) no sólo se han
enterrado baños árabes, tumbas islámicas y objetos varios que las excavadoras
de diferentes épocas han ido arrasando, sino también la credibilidad de los que
dicen una cosa en la oposición y la contraria cuando gobiernan, algo harto
frecuente en todos los partidos políticos, por desgracia.
Aunque, puestos a exponer el
arquetipo de un edificio gótico, éste sería, qué duda cabe, el Hotel de
Arenales. Desde su apertura, en 1963, hasta su cierre, en 1979, el hotel fue un
hito para la pedanía ilicitana. Pero desde esa fecha hasta la actualidad, las
diferentes vicisitudes que ha sufrido, especialmente las legales, derivadas de
la aprobación de la Ley de Costas en 1988, lo han convertido en la ruina que
ahora tenemos en primera línea de nuestra playa más emblemática. Ni siquiera su
infructuoso intento de remodelación, aprovechando una modificación de esa Ley
en el año 2013, más permisiva con las edificaciones construidas antes del
establecimiento del deslinde que la propia Ley exigía, ha conseguido revertir
esa situación; más bien al contrario, el edificio se encuentra en una situación
tal que el Ayuntamiento lo único a lo que aspira a estas alturas, es a su
demolición. Aunque quizás la intención de los más góticos dentro del Equipo de
Gobierno fuera ésa desde el principio.
Ahora bien, el asunto del edificio
de Riegos del Progreso, más que gótico es kafkiano. Al menos la frustración que
a muchos nos ha originado la forma en que se han desarrollado los
acontecimientos entorno a este asunto es digna de El Castillo, la gran
obra inconclusa del escritor austrohúngaro Franz Kafka, en la que el
protagonista K. choca con la burocracia que le impide acceder al castillo cuyos
propietarios le han contratado para trabajar como agrimensor.
¿Cómo explicar si no es desde un
punto de vista kafkiano la surrealista situación? Uno de los pocos edificios
con cierta historia y valor arquitectónico que quedan en esa zona del centro de
Elche, tras la aberración cometida con el que ahora alberga una cadena de ropa.
Una licencia de obra concedida, con arreglo a la ley, pero sin mucha reflexión
previa. Una orden de paralización in extremis, con parte del edificio ya
desmantelado; un apuntalamiento con nocturnidad y provocando el caos
circulatorio. Acusaciones cruzadas entre el Ayuntamiento y la Conselleria
(cuando gobiernan los mismos partidos en las dos administraciones).
En fin, ya que desde la Concejalía
de Cultura no se nos ha dado una explicación razonable de todo este
desaguisado, al menos la Concejalía de Turismo podría iniciar una campaña como
la de Valeria, o la de la hormiguita del Museo Arqueológico Nacional. Podría
llamarse “Visite Elche y sus edificios góticos”.
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