LA TIERRA BALDÍA
Publicado en Diario Información el 26 de enero de 2018
ESPERANDO A GODOT
La
tierra baldía
Créanme si les digo que esta semana
no sé que contarles. Cuando acepté escribir una columna semanal en este diario,
hace ya diez meses, las premisas parecían estar meridianamente claras: “Daniel,
se trata de escribir unas ochocientas palabras sobre temas de actualidad
relacionados con Elche”, me dijeron. Parecía sencillo. No lo es. ¿Qué escribir
sobre una ciudad en la que no pasa nada? ¿Qué escribir sobre una ciudad en la
que lo que pasa entra en bucle hasta el infinito?
Así que, dado que la actualidad
local no me inspira, aunque he estado leyendo el periódico y escuchando las
noticias en busca de algún hecho reseñable sobre el que escribir, lo mejor es
releer un buen poema, especialmente alguno acorde con el estado de ánimo que a
uno le provoca el devenir de su ciudad.
T.S. Eliot, escritor angloamericano
fallecido en 1965 y uno de los poetas más influyentes del siglo XX en lengua
inglesa, encaja perfectamente en ese estado de ánimo. Su obra cumbre The Waste Land (La tierra
baldía), publicada en 1922, sugiere que la época en que se escribió era un
páramo yermo. Era el período inmediatamente posterior a la Primera Guerra
Mundial y mucha gente se mostraba pesimista, no sólo por el futuro de los
países industrializados, sino también ante la propia idea de lo que significaba
el progreso.
Si el progreso es real, si el mundo
es cada vez más inteligente, si los avances tecnológicos son evidentes, ¿cómo
es posible que ocurran cosas como una guerra mundial?, se preguntaban muchos.
“Abril es el mes más cruel”, dice el poema; abril es una época de renovación,
pero al añadirle el epíteto de cruel, abril se convierte en una metáfora de una
renovación frustrada.
La idea que T.S. Eliot plasmaba en La
tierra baldía sobre la incertidumbre ante un progreso vertiginoso, pero
incierto, se cierne también hoy en día sobre nuestra sociedad. Los avances de
los últimos años, especialmente en el campo de las tecnologías de la
información y la comunicación, han traído como consecuencia que muchos de los
paradigmas educativos, económicos y sociales, tal como siempre los habíamos
conocido, hayan sufrido una enorme transformación en los últimos veinticinco
años.
“Abril es el mes más cruel”. En
Elche estamos en abril, y no sólo porque la climatología engañe nuestros
sentidos con esta primavera anticipada que estamos viviendo, sino también
porque Elche, como el abril de La tierra baldía es metáfora de
renovación frustrada; y mucho tendrán que cambiar las cosas si no queremos que
esa frustración penetre todos los poros de la ciudad, si es que ya no lo ha
hecho.
Pero no crean que mi ironía
habitual, herencia de mi mitad inglesa, se ha tornado en un pesimismo
noventayochista, achacable a mi mitad española. No, sencillamente es que no
entiendo qué nos está pasando en Elche. Ni lo entiendo ni creo que pueda
ofrecer una explicación racional a la mayoría de las dudas que me surgen.
Como les decía, los problemas de
Elche tienden a entrar en bucle. No me gustaría a mí hacer lo mismo, pero me
temo que me tengo que preguntar cuánto tiempo permanecerá cerrada al tráfico la
Plaza de la Constitución. En el tiempo transcurrido, los ilicitanos nos hemos
hecho expertos en apuntalamientos y patologías de las fachadas; los
responsables políticos han intentado escurrir el bulto con el yo no he sido o
el tú más, pero nadie ha sabido responder a esa sencilla pregunta.
Lo mismo ocurre con el turismo en
nuestra ciudad. La semana pasada se celebró FITUR. En esta caso la dudas que me
asaltan también son muy sencillas: ¿qué acciones se van a tomar? ¿Cuándo?
¿Cómo? (Añadiría otra, pero está quizás ya no sea tan sencilla: ¿cuánto nos
cuesta el desembarco anual de políticos en esa feria?).
Del mismo modo se podría pedir
explicaciones sobre muchos otros asuntos, de los que se habla mucho pero no se
concreta nada. Entiendo a los desencantados con la política, que ya son el
partido político con más afiliados y el mayoritario en todas las elecciones. La
gente es sensata y quiere que le digan la verdad y le ofrezcan soluciones
concretas y realizables, ¿tan difícil es?
Perdonen el desahogo de esta
semana, pero es lo que tiene leer a T.S. Eliot; uno acaba identificándose con
lo que lee y yo me he quedado con los últimos versos de su celebérrimo poema Los
hombres huecos (The hollow Men): “Así es como termina el mundo, no con una
explosión, sino con un lamento”.
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