PIRRO Y FABRICIO

Publicado en Diario Información el 1 de febrero de 2019

ESPERANDO A GODOT

Pirro y Fabricio

Estoy seguro de que todos ustedes conocerán la expresión “una victoria pírrica”, cuyo significado expresa una victoria en la que el ganador ha sufrido tales pérdidas que, prácticamente, ha experimentado algo equivalente a una derrota. Los más incisivos de entre los lectores de esta modesta colaboración semanal, estarán pensando que me estoy refiriendo a algo parecido a lo que sucedió en el pleno municipal extraordinario del pasado lunes en Elche. Pero no adelantemos acontecimientos.

El adjetivo “pírrico” deriva del nombre propio de Pirro, rey de Epiro (en la actual Albania), un monarca helenístico del que se dice que fue sucesor de Alejandro Magno. Pirro, tras conquistar Macedonia, desembarcó en el sur de Italia, en el año 280 a.C., para ayudar a los tarentinos en su pugna contra los romanos y, aunque triunfó en numerosas batallas que se sucedieron durante las conocidas, precisamente, como Guerras Pírricas, al final le fueron infligidas tales pérdidas que tuvo que abandonar Italia.

Las memorias y los diversos libros sobre el arte de la guerra escritos por Pirro fueron citadas, y muy alabadas, por diversos autores clásicos, entre ellos el mismísimo Cicerón. Pero los detalles más precisos sobre su vida y sus hazañas han llegado hasta nosotros a través  de Plutarco, un gran exponente del género biográfico, que dedica un capítulo a Pirro en su celebérrimo Vidas paralelas, una obra en la que podemos encontrar veintitrés pares de biografías, en las que veintitrés romanos se comparan con otros tantos griegos, además de otras cuatro biografías sueltas hasta completar cincuenta.

Sin embargo, uno de los episodios más interesantes de las Guerras Pírricas estuvo marcado por las negociaciones que sostuvo Pirro, auxiliado por su consejero Cineas, con los romanos, representados por Fabricio, un oficial romano pobre, pero muy considerado entre los suyos; y la mejor representación de esas negociaciones es el dibujo de Rembrandt, conservado en el Museo Británico, titulado Pirro y Fabricio.

El dibujo muestra, como también describe Plutarco en sus escritos, las negociaciones entre Pirro y los romanos para alcanzar un acuerdo sobre la liberación de cautivos. En la primera de las rondas de negociación, Pirro envió a Cineas a Roma ofreciendo la paz y la liberación de los prisioneros, a lo que los romanos se negaron, instando a Pirro a retirarse de suelo italiano. En una nueva tanda de conversaciones, fue Fabricio el que acudió al campamento enemigo. Pirro, conocedor de las dificultades económicas de Fabricio, le ofreció un presente de oro, pero éste lo entendió como un soborno y lo rechazó. Al día siguiente, cuando Fabricio volvió al campamento de Pirro, el rey de Epiro intentó amedrentarlo mostrándole su colérico elefante, animal que el romano jamás había visto. Pero el romano le indicó al griego que ni el oro le impresionaba ni el animal le asustaba.

Esta serie de encuentros hicieron nacer entre los dos hombres, a pesar de ser enemigos, un respeto mutuo, hasta el punto de que Fabricio advirtió a Pirro de las intenciones de los romanos de envenenarlo, cosa que no le parecía una forma honorable de terminar con la guerra. Pirro, en agradecimiento, liberó a los prisioneros romanos para las Saturnales, sin exigir ninguna compensación por ello.

El dibujo de Rembrandt inspiró un magnífico cuadro del holandés Ferdinand Bol, obra que tiene el mismo título, Pirro y Fabricio, y que le fue encargada por el Ayuntamiento de Ámsterdam, en 1656, para decorar el despacho del burgomaestre. La escena elegida para el cuadro fue la del elefante colérico ante Fabricio, y su objetivo no es otro que procurar que el burgomaestre de Ámsterdam, es decir, su alcalde, no olvide nunca que las cualidades que debe reunir son las que demostró Fabricio en sus encuentros con Pirro: valor, perseverancia e incorruptibilidad.

Retornando al comienzo, el pasado lunes, los coletazos de una inoportuna gripe que me tuvieron en cama todo el fin de semana, propiciaron que faltara al trabajo y pudiera seguir el pleno sobre la paralización de las obras en la calle Alfonso XII  por televisión. El resultado es el ya conocido. La suma de los votos de todos los partidos de la oposición consiguió sacar adelante la moción que, como es habitual, no se cumplirá por no ser el asunto competencia del Pleno, sino de la Junta de Gobierno.

Una victoria pírrica de la oposición, a costa de un gran desgaste de imagen en ese pleno. Con todo, no es ese el quid de la cuestión. En mi modesta opinión, el asunto nuclear es que tenemos éste, y otros importantes asuntos para la ciudad, bloqueados por la falta de ideas y de capacidad de negociación y consenso imperante. Da la impresión de que en Elche, Fabricio habría aceptado la bolsa de oro de Pirro y, después, lo habría envenenado.

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