VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA

9 de marzo de 2018

ESPERANDO A GODOT

 

Viaje al centro de la tierra

 

Coincidirán ustedes conmigo en que Elche, a pesar de tener todos los elementos para convertirse algún día en una gran ciudad, aunque ya lo sea en términos de población y pujanza económica, en algunos aspectos sigue siendo “el poble”. De hecho, los que vivimos en el campo, cuando tenemos que ir al centro de Elche a realizar alguna gestión, nunca decimos “m'en vaig a Elx”, sino “m'en vaig al poble”.

Digo esto porque la rumorología sigue siendo una de las señas de identidad de nuestra ciudad. De hecho, el otro día, paseando por la Plaça de Baix, mientras trataba de imaginar cuán excelsa va a quedar una vez esté decorada con “cerámicas del arte ibérico colocadas al estilo portugués” (sic), evocaciones que me traen a la mente el Gallo de Barcelos, oí una conversación en la que un señor le decía a otro: “Xè, Saps que que la pròxima reunió dels regidors de l'Ajuntament serà a l'illa de Stromboli?”

Me quedé perplejo. Imaginé que se trataría de algún viaje de la corporación a las Islas Eolias, quizás en una misión de intercambio cultural, dado que ese archipiélago, al norte de Sicilia, también cuenta con la declaración de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Pero, tras mi perplejidad inicial, me di cuenta de que ese señor lo que estaba tirando era de retranca de la buena y recordé una magnífica novela de Julio Verne, Viaje al centro de la tierra, en la que unos aventureros acceden al interior del globo a través del volcán Snæfellsjökull, en Islandia y, tras numerosas vicisitudes, emergen de nuevo a la superficie terrestre a través del volcán Stromboli, que da nombre a la isla italiana.

Naturalmente, la hilaridad que provocó en su interlocutor denotaba que ambos habían leído la novela de Verne, e imaginaban al Alcalde en el papel de Axel, protagonista de  Viaje al centro de la tierra, acompañado de Mireia Mollà, interpretando a Gräuben, novia del primero, e incluso a Jesús Pareja, como el profesor Otto Lidenbrock, o a David Caballero, caracterizado de Hans, cazador de aves islandesas en la novela, todos penetrando al interior del centro de la tierra, a través de las excavaciones del Mercado Central, y aflorando en Italia a través del Stromboli.

Sentido del humor en Elche no nos falta, y eso es muy sano. Pero hay muchos asuntos en nuestra ciudad que deben ser afrontados con seriedad, con rigor y, sobre todo, con una sinceridad no exenta de valor. El asunto del centro de Elche- me niego a hablar exclusivamente en términos de mercado sí o mercado no- es uno de ellos y es de capital importancia. El centro histórico de una ciudad no es la ciudad. En Elche hay barrios y pedanías, como Carrús, Altabix o Torrellano que son una ciudad en sí mismos. Pero no es menos cierto que las ciudades que tienen un casco histórico interesante y atractivo para el visitante, generan una actividad suplementaria en términos de visitantes y comercio que redundan en beneficio de toda la comunidad. Da igual el plan que haya para el centro de Elche. El problema, me temo, es que no hay un plan.

En cualquier caso, lo que es cierto es que estas discusiones bizantinas sobre el mercado, la Corredora, el hotel de Arenales o el edificio mejor apuntalado de España, desvían la atención sobre muchas otras cosas que pasan en Elche; no todo es urbanismo en una ciudad, aunque sea un aspecto muy importante de la misma. Quizás, en los últimos  años no hemos tenido mucha suerte con los ediles del área. Quizás sea una concejalía muy exigente, hasta el punto de que el actual responsable ya ha presentado su renuncia en diferido.

Sea como fuere, una ciudad, como la nuestra, que aspira a posicionarse como una de las más importantes de España debe tener claro dónde quiere ir y cómo debe hacerlo. Eso supone tener clara la política que se quiere aplicar en cuatro epígrafes básicos: infraestructuras; cultura y turismo; política social y educativa; y urbanismo y vertebración del territorio. Todo ello, por supuesto, enmarcado en un contexto de transparencia y participación real, no meramente propagandístico.

En Elche no tenemos nada parecido a una estrategia política en ninguno de esos cuatro aspectos básicos y la transparencia y participación real brillan por su ausencia, como se viene demostrando últimamente y de forma cada vez más patente. En fin, siempre nos queda mirar hacia atrás. Aquí, al menos, no ha aparecido ningún micrófono en el despacho de un concejal.

 

 

 

 


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