DE LA TIERRA A LA LUNA
Publicado en Diario Información el 5 de octubre de 2018
ESPERANDO A GODOT
De la Tierra a la Luna
Una vez más les he de pedir disculpas por incurrir en la “autocita”, pero es que la palabra, a pesar de no estar incluida en el Diccionario de la Real Academia, está de moda, puesto que es una costumbre que hasta el Dr. Sánchez, Presidente del Gobierno, practica con cierta asiduidad. Hasta tal punto lo hace, que su tesis doctoral cum laude, que fue la nota otorgada por los amigos que conformaban su tribunal, está plagada de ellas.
Por eso, me van a permitir que les recuerde dos obras literarias del inmortal Julio Verne que ya he comentado en esta serie de artículos: La vuelta al mundo en ochenta días y Viaje al centro de la Tierra (vid. Diario Información del 28 de julio de 2017 y del 9 de marzo de 2018). La primera me daba pie a poner de relevancia la, en mi modesta opinión, nefasta gestión en materia turística que estaba realizando Compromís en el Gobierno Municipal. La segunda, me sirvió de pretexto para focalizar el no más afortunado desempeño del PSOE en diversos asuntos relacionados con el urbanismo, con su inacción respecto al mercado central y al modelo de centro, y de ciudad en general, como muestra más relevante.
Pues bien, dado que, por desgracia, tanto la política turística como la urbanística siguen, después de tantos meses, adoleciendo de los mismos defectos y carencias, he creído que lo mejor sería volver a la literatura y centrarnos de nuevo en Julio Verne, comentando otro de sus más célebres libros: De la Tierra a la Luna.
La novela, escrita casi cien años antes de que el hombre pisara la Luna, es una interesante y amena profecía de la carrera espacial que la humanidad emprendería en el siglo XX y que, dentro de un clásico género de aventuras, hace gala de una sátira inteligente y de una gran perspicacia científica.
Cuando los miembros del elitista Baltimore Gun Club se encuentran sin ningún asunto especialmente relevante que tratar, en la época posterior a la Guerra Civil Americana, su presidente, Impey Barbicane, les propone construir un cañón capaz de lanzar un proyectil a la Luna. Pero, cuando sus adversarios le apuestan que fracasará, Barbicane eleva el órdago, afirmando que no sólo enviará el cohete, sino que además éste será tripulado.
Muchas noches, desde mi casa en el Camp d’Elx contemplo la Luna y recuerdo mi lectura del libro de Verne, cuando era un niño, y pienso en lo rápido que ha avanzado la tecnología humana en materia de transporte en los últimos cien años. Los artilugios espaciales, los submarinos, los viajes alrededor del mundo, con los que soñaba el francés, son ahora una realidad para todos.
Bueno, para todos no. Para los que vivimos en las pedanías de Elche, unos medios de transporte modernos son todavía una entelequia. De hecho, cuando miramos la Luna, también pensamos que es más fácil para un ciudadano, pongamos de Florida, llegar a nuestro satélite que para otro, digamos que de La Hoya, llegar a Elche.
En enero de 2017, la concejal de Movilidad Urbana, Esther Díez afirmaba de forma rotunda, y hasta ufana diría yo, que “este equipo de gobierno es sensible a las peticiones de los ciudadanos y por ello hemos incrementado en 60.000 euros la partida del bus a las pedanías que pasa de 784.000 euros 844.000 euros en 2017”. Me congratulo de la sensibilidad de la Sra. Díez, pero no soy muy propenso a emocionarme, máxime viviendo en La Hoya, donde las escasas frecuencias de transporte público tienen unos horarios absolutamente incompatibles con cualquier actividad laboral o de estudios. Eso sin mencionar que los vehículos que se utilizan parecen sacados de una película checoslovaca de los años 60.
En la misma comparecencia la Sra. Díez añadía que “esta iniciativa es una medida transitoria hasta que en 2018 entre en funcionamiento un nuevo servicio de transporte a las pedanías que estará gestionado por el propio Ayuntamiento con el fin de mejorar este transporte tan demandado”. Es decir, parece ser que se está esperando que decaiga la actual concesión de transporte interurbano que pasa por las pedanías para iniciar una suerte de transporte urbano a las pedanías. En resumidas cuentas, a los aproximadamente nueve millones de euros que cuesta el autobús urbano al año, habrá que sumar un montante que, con toda seguridad excederá los 850.000 euros que cuesta actualmente el transporte a las pedanías.
Nada que objetar, por supuesto, a que se mejore ese servicio, de hecho es la tesis que estoy intentado defender en este artículo. La cuestión es, ¿por qué Alicante tiene un transporte ecológico y eficaz en su área metropolitana, el Tram, que ha costeado la Generalitat Valenciana, y Elche tendrá que costear su propio transporte a las pedanías?
El Ayuntamiento no deja de hablar de los fondos EDUSI y de la “deuda histórica” de la Generalitat con Elche; pero de lo primero no se nos está dando cumplida información y de lo segundo se nos quiere contentar con inversiones a las que tendríamos derecho por nuestra entidad de población, no como compensación ni regalo.
Estimados lectores, perdonen este
abrupto final, no es mi estilo. Pero, por si queda alguien que aún no se haya
dado cuenta, nos están tomando el pelo.
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