LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ
Publicado en Diario Información el 4 de mayo de 2018
Lo que
el viento se llevó
Es una verdad universalmente reconocida que la lectura tiene
efectos beneficiosos sobre la actividad neuronal y el cerebro. Leer es una
actividad relativamente reciente en la historia de la evolución humana por lo
que, cuando aprendemos a hacerlo, el cerebro debe amoldarse a esta nueva
situación. Recientes investigaciones han demostrado que las regiones cerebrales
afectadas cuando abrimos un libro no son sólo, como se pensaba, las de su capa
externa, o corteza, sino que llega a comprometer a estructuras profundas como
el tálamo y el tallo cerebral.
Del mismo modo, se dice que la escritura requiere la
utilización de todas las estructuras cerebrales funcionando de manera conjunta
y coordinada. El acto de escribir requiere un alto nivel de especialización y
coordinación hemisférica, ya que implica la integración de movimiento, tacto y
pensamiento, necesarios para plasmar nuestras ideas en un soporte físico.
Ignoro si el hecho de dedicar unas horas semanales a preparar
esta modesta colaboración en el Diario Información ha tenido alguna repercusión
positiva en la coordinación de mis hemisferios cerebrales, bastante
descoordinados habitualmente, pero lo que sí ha conseguido es que preste más
atención a las noticias y que mi cabeza esté constantemente pergeñando maliciosas
asociaciones de ideas con las que hilvanar mis artículos.
Tal fue el caso cuando, la semana pasada, Elche fue noticia
en los medios nacionales, incluso en los telediarios de varias cadenas con
mucha audiencia, por las fuertes rachas de viento registradas la madrugada del
jueves. Acostumbrados, como estamos, a que Elche sólo salga en las cadenas
nacionales cuando se habla de economía sumergida, o para dar el parte del
número de heridos durante la Nit de
l’Albà, las referencias a nuestras palmeras, aunque sólo se hicieran como
epítome de la situación provocada por el viento, me tocaron el corazón
ilicitano.
De tal modo me vi conmovido que no pude sino asociar este
episodio a Lo que el viento se llevó,
la épica película norteamericana de 1939, y una de las más conocidas y exitosas
de todos los tiempos. El film fue galardonado con ocho premios de la Academia
de Hollywood; basada en la novela homónima de Margaret Mitchell, la cinta dura
casi cuatro horas e incluye un intermedio. Mi imaginación, desbocada por la
emoción, voló hasta Tara para rememorar la imagen de Vivian Leigh,
interpretando a Scarlett O’Hara, besándose apasionadamente, como en el
celebérrimo cartel de la película, con
Rhett Butler, al que da vida el mismísimo Clark Gable.
Ensimismado como estaba con estas reflexiones, comencé a
pensar que el vendaval del otro día en Elche no podía tener un origen natural.
La parte científica de mi mente insistía en que el viento es un fenómeno
atmosférico originado por las diferencias de presión debidas a los movimientos
de las masas de aire frío y caliente. Sin embargo, por un momento, pensé que el
viento lo había provocado alguien para derribar palmeras en los colegios y, de
ese modo, poner a prueba la eficacia de la gestión de Dña. Patricia Maciá, demostrada
ampliamente por el número de barracones eliminados durante el actual mandato,
si se me permite la ironía.
No. Demasiado maquiavélico. Tenía que haber otra causa. Pero
¿cuál? Esa pregunta no dejaba de atormentar mi alma y me impedía dormir por las
noches en busca de una respuesta. ¿Cuál era la génesis de ese viento? ¿Por qué
nos atemorizó esa madrugada a los ilicitanos? Cristina Cifuentes aún no había
dimitido, Puigdemont sigue fugado, los pensionistas echándose a la calle, y la
Sexta abriendo con las palmeras de Elche mecidas por la fuerza desatada de la
naturaleza. Algo, o alguien, extremadamente poderoso tenía que estar detrás de
este enigma.
Pero el domingo lo vi claro. La entrevista a Mireia Mollá que
publicó este Diario me golpeó como una epifanía. Resultaba evidente que
iniciativas como la de “Valeria vente a
Elche” o la de la “Hormiga sobre la
Dama”, que han situado a Elche como un referente turístico global, debían
tener una continuidad. El ver a la Sra. Mollá en el centro de una enorme sala
del Centro de Congresos, como Scarlett O’Hara en las escaleras de su casa
colonial, me indujo a pensar que había sido ella la que había decretado que
hiciera viento, eso sí, participativo y consensuado.
Claro que, al final, aquel vendaval se ha quedado en una
brisa en comparación con lo que ha ocurrido esta semana. La rueda de prensa en
la que el Alcalde y Mireia Mollá anunciaron el lunes la paralización, “de
momento”, de la peatonalización de la Corredora fue un perfecto corolario, o
epitafio, del actual mandato municipal. Me recordó, salvando las distancias, a
la escena final de Lo que el viento se llevó:
Scarlett corre tras Rhett, pero lo encuentra preparándose para irse para
siempre. Ella le suplica, diciéndole que ahora se da cuenta de que lo ha amado
todo el tiempo y que nunca amó realmente a Ashley, pero Rhett dice que tras la
muerte de Bonnie no había posibilidad de reconciliación. Scarlett le pide que
se quede, pero Rhett la rechaza y sale por la puerta perdiéndose en la niebla
de la mañana, dejando a Scarlett llorando en la escalera y jurando que algún
día recuperará su amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario