1984

Publicado en Diario Información el 20 de julio de 2018

Esperando a Godot


1984

Nineteen-Eighty-Four (1984) es una novela publicada por George Orwell en 1949. Fue su última obra, escrita poco antes de morir aquejado de tuberculosis, en 1950. 1984 presenta una visión distópica de un mundo que ha caído en manos del totalitarismo. El protagonista, Winston Smith, trabaja en el “Ministerio de la Verdad”; su trabajo consiste en alterar las publicaciones de prensa, cambiando no los hechos presentes, sino los pasados. Se modifican los viejos titulares y los recuerdos para así manipular a la población.

Una primera lectura de la novela, máxime si tenemos en cuenta el contexto ideológico del momento en que fue escrita, con una guerra fría entre los dos bloques hegemónicos de la época, uno encabezado por la Unión Soviética y otro por los Estados Unidos, nos lleva a tener la impresión de que la novela representaba una sanción despiadada de las dictaduras comunistas.

No obstante, la intención de Orwell no era esa, en sentido estricto, sino una crítica más amplia de los regímenes totalitarios en general; 1984 debe ser leída como una sátira, al estilo de las obras de Jonathan Swift (vid. “Los viajes de Gulliver”, en esta misma sección, el día 6 de julio de 2018). Esta interpretación explicaría, por otra parte, la coexistencia de momentos de humor con una crudeza de tono inmisericorde, que nos trasmiten una advertencia, más que una profecía.

Un aspecto muy interesante de 1984 es la llamada “neolengua”, una variante del lenguaje creada para reforzar el pensamiento único; en la sociedad distópica que describe la novela, el pensamiento autónomo es calificado de “crimental” y reprimido con extrema dureza por la “policía del pensamiento”; el Newspeak o neolengua es un arma creada para reducir la voluntad y el libre pensamiento de los habitantes de Oceanía, lugar ficticio donde se desarrolla la historia. Esta lengua, ideada por Orwell, contiene tres tipos de léxico: el usado para la vida diaria, el de la política, y el de la tecnología y la ciencia. Entre otras características, la existencia de la neolengua tiene como objetivo la reducción al máximo del vocabulario, la manipulación política a través del lenguaje y la eliminación de todas las posibles ambigüedades lingüísticas.

Esos dos hilos conductores de la novela de Orwell, es decir, el intento de reescribir la historia y la utilización de una neolengua, especialmente en la jerga política, no son ajenos a la España de 2018. El partido socialista, ahora en el Gobierno de la nación, es un alumno aventajado en la utilización de estas técnicas, aunque no es el único que las practica.

El pasado martes, Pedro Sánchez, en su comparecencia en el Congreso de los Diputados, aparte de aburrir soberanamente a sus señorías, se mostró como un gran demagogo: en primer lugar manipulando el pasado más reciente, a imagen y semejanza de Winston Smith, en 1984: nada de convocatoria inmediata de elecciones para “recuperar la dignidad”, menos aún de publicar la lista de amnistiados fiscales -cosa quizás imposible desde un punto de vista legal, pero que él proclamaba que haría, estando en la oposición. En segundo término, con una utilización retorcida, más que orwelliana, del lenguaje: serán “los impuestos a los grandes conglomerados empresariales” y las “tasas verdes” las que permitan garantizar el estado de bienestar y el futuro de las pensiones, afirmó solemne. Se lo traduzco al español: seremos usted y yo, los trabajadores y las clases medias, los que acabaremos pagando la espiral de derroche en la que el PSOE nos va a meter para intentar ganar las próximas elecciones.

Ahora bien, los auténticos maestros en este “arte” de la manipulación de la historia y la tergiversación del lenguaje son los nacionalistas, en especial los vascos y los catalanes. El PNV, presentando como su gran pope a un personaje como Sabino Arana, al que sus propios escritos retratan como un sujeto machista y xenófobo, enarbolando la Ikurriña,una bandera tan respetable como cualquier otra, pero que el mismo Sabino y su hermano Luis se inventaron en 1894. El PdeCAT y Esquerra Republicana arrastrando el victimismo de un país que nunca existió y de una derrota bélica, la de la Guerra de Sucesión, que no se entabló entre España y Cataluña, sino entre dos dinastías que aspiraban al trono de España. Expresiones utilizadas frecuentemente en los ambientes nacionalistas, como conflicto, proceso o derecho a decidir, cuando lo que se quiere decir es terrorismo, rebelión o inmunidad, son un típico ejemplo de neolengua, tristemente real y no ficticia.

En Elche, mientras tanto, el aburrimiento preside la actualidad aunque, en honor a la verdad, debo decir que la programación cultural ha mejorado algo. Pero en todo lo demás seguimos con un perfil tan bajo que la noticia más relevante de la semana -que lo es- ha sido la colocación del cielo del Misteri en la Basílica de Santa María. El Mercado sigue ahí, el Hotel de Arenales no se ha movido, por la Corredera pasan coches, la ciudad está, en general, sucia (más en los barrios y pedanías que en el centro) y los barracones en los colegios son más que en 2015.

Winston Smith va a tener mucho trabajo de aquí a mayo de 2019.


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