LA TESIS DE NANCY
PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 25 DE OCTUBRE DE 2019
ESPERANDO A GODOT
La tesis de Nancy
No quisiera darles envidia, bueno un poco sí, pero de la sana, no de la que es habitual en nuestro país, pero a la hora de escribir estas líneas me encuentro en Sevilla. En mi descargo les confesaré que estoy aquí por motivos de trabajo, puesto que he venido para participar en el XX Encuentro Nacional de Inspectores de Educación, que este año lleva por título “Las competencias profesionales de la inspección de educación en el siglo XXI”.
Pero no se dejen impresionar por el rimbombante título de las jornadas pues, a pesar de las sesudas y provechosas ponencias a las que estamos asistiendo cientos de inspectores de toda España, aún nos queda algo de tiempo para explorar la magnífica capital de Andalucía y yo, como les relataré a continuación, siempre que visito otras ciudades lo hago con una mirada atenta, para ver qué cosas se hacen en ellas que podrían extrapolarse a nuestro querido y, por desgracia, decadente Elche.
Ahora bien, no debemos descuidar la parte literaria que tenemos por costumbre imprimir como hilo conductor de esta sección. Muchas son las novelas y dramas, incluso las óperas famosas, que se desarrollan o guardan alguna relación con la urbe hispalense; sin embargo, la que, no sé por qué motivo, me ha venido a la mente en esta ocasión ha sido La tesis de Nancy, de Ramón J. Sender.
La tesis de Nancy (1962) no es, ni mucho menos, la mejor producción de Sender. De hecho, si yo tuviera que pronunciarme por alguna de las obras del escritor aragonés, tristemente exiliado en los EE.UU al final de la Guerra Civil Española, me inclinaría, como lo hace la crítica, por Réquiem por un campesino español (1953). En cualquier caso, la historia que encierra La tesis de Nancy destila un humor inteligente, cosa bastante poco común pues, como bien decía el propio autor, parafraseando una famosa máxima que aparece en el prólogo del Quijote, “hacer reír es tarea de discretos”.
Nancy es una joven y atractiva estudiante de filología románica de Pensilvania que se instala en Alcalá de Guadaíra para realizar un estudio de campo sobre la cultura y la lengua españolas para su tesis doctoral. Sender utiliza también un recurso literario ya utilizado por Cervantes: las supuestas cartas que Nancy envía a su prima Betsy en América, relación epistolar mediante la que relata diversas y divertidas anécdotas sobre el choque cultural entre la libertad de costumbres de la chica y los valores y tradiciones imperantes en la España de la época; además de todas las graciosas situaciones derivadas de la dificultad de manejarse y entender los giros, dobles intenciones y expresiones coloquiales propios de la variedad dialectal del español de Andalucía.
En mis paseos vespertinos por Sevilla, fijándome en muchas cosas, como les decía, a la par que empapándome de esa alegría que la ciudad rezuma, pensaba en lo perpleja que se quedaría alguien que, como la Nancy de la novela, hubiera visitado España y Andalucía en los años sesenta del siglo pasado y volviera a hacerlo ahora. Hemos pasado de ser un país asfixiado por la dictadura y la pobreza a otro que, a pesar de la imagen que algunos exaltados, terroristas y delincuentes quieren trasmitir, es una de las democracias más avanzadas del planeta y uno de los lugares con mayor calidad de vida de todo el mundo.
Tirando de tópico podría decir aquello de “Sevilla tiene un color especial”, pero lo que sí les puedo asegurar es que tiene un gran patrimonio histórico magníficamente conservado y cuidado. Es evidente que Elche nunca se podrá comparar a Sevilla en ese aspecto, pues hasta que se produjo el boom del calzado no pasaba de ser un pueblo grande, pueblo que además no ha sabido conservar demasiado bien sus escasos edificios singulares. Sin embargo, sí podríamos fijarnos en la gestión que la ciudad hace de sus mercados tradicionales y aprender algo de ella.
Sevilla tiene cinco grandes mercados de abastos tradicionales: el de Triana, el de la Lonja del Barranco, el de la Calle Feria, el de la Encarnación y el del Arenal, y todos ellos tienen en común que han sabido adecuarse a los nuevos hábitos de consumo. Cada vez resulta menos frecuente que exista un cliente fijo que acuda al mercado a comprar los productos frescos, por lo que los comerciantes han visto en la reconversión de estos espacios en mercados gourmet la solución. De hecho, el Mercado de la Lonja del Barranco ha pasado a ser, en exclusiva, un lugar para tapear, abandonando su primigenio uso.
Con todo, el mercado que más me chocó en mi periplo fue el de la Encarnación, y estoy seguro de que ustedes entenderán el motivo. Este mercado data de 1842, siendo el más antiguo de Sevilla. Fue construido sobre el solar que había ocupado un convento medieval. Pero, además de ser el más antiguo, también es el más recientemente remodelado. En la actualidad forma parte de un ambicioso proyecto de renovación urbana, cuya consecuencia fue la construcción sobre el mercado de la estructura de madera más grande del mundo, obra del arquitecto Jürgen Mayer, y conocida popularmente como “Las setas de Sevilla”. Durante la construcción aparecieron unos restos arqueológicos romanos que hoy se pueden visitar bajo el mercado. ¿Les va sonando la historia verdad?
Como me consta, y no es petulancia puesto que él mismo me lo ha
dicho de palabra y a través de las redes sociales, que el Sr. Alcalde es asiduo
lector de esta sección, permítanme, con toda la modestia del mundo, que le
ruegue que estudie éste y otros ejemplos de otras ciudades y que desatasque, de
una vez por todas, el asunto de nuestro Mercado Central.
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