PIENSO, LUEGO EXISTO

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 4 DE OCTUBRE DE 2019


ESPERANDO A GODOT

Pienso, luego existo

Con el artículo que hoy se publica, Esperando a Godot lleva intentando entretenerles durante cinco minutos de los viernes dos años y medio. Por ese motivo, me siento en deuda con aquéllos de ustedes que, de forma asidua o esporádica, tienen a bien compartir mis reflexiones, puesto que el texto escrito precisa, tanto o más que de la figura del emisor, de la del receptor para que el milagro de la comunicación por ese medio, el único que no compartimos con otras especies animales, se produzca.

Este largo tiempo compartido me mueve también, y así lo he venido haciendo, a permitirme hacerles algunas confidencias más o menos íntimas; hoy les voy a confesar algunos rasgos de mi carácter que sólo mi entorno más cercano conoce. Uno de ellos es mi capacidad para abstraerme totalmente cuando estoy pensando en algo, especialmente cuando busco la solución a algún problema. En esos momentos de ensimismamiento, podría tropezar por la calle con mi mejor amigo sin darme cuenta, hecho por el que muchos me han tachado de altivo, pensando que les he negado el saludo en alguna ocasión de forma deliberada; esa capacidad de concentración, no obstante, tiene también su parte positiva, puesto que me ha convertido en una persona bastante racional a la hora de tomar decisiones.

Quizás por esa forma de ser, cuando estudiaba filosofía en COU, allá por el pleistoceno inferior, me interesó mucho el tema en el que fuimos introducidos a René Descartes y el racionalismo. Descartes fue el creador de esa corriente de pensamiento, preponderante en la última mitad del siglo XVII y que combinaba, aunque lo hiciera quizás de una manera inconsciente, toda la tradición filosófica anterior, desde Santo Tomás de Aquino, San Agustín y San Anselmo de Canterbury, para adaptarla a una corriente más moderna en la que la filosofía intentaba coincidir en mayor medida con las tendencias científicas de la época.

En una de sus obras, El discurso del método (1637), el filósofo francés acuñó una de sus frases más famosas: Cogito, ergo sum (Pienso, luego existo). Esta afirmación es extremadamente relevante, puesto que no sólo expresa implícitamente la existencia del alma, sino que además traza una diferencia muy nítida entre la ontología (el ser) y la epistemología (el conocimiento). Este aforismo cartesiano era además el único que podía superar la prueba de la duda metódica, creada por el propio Descartes; con esta prueba sugiere que el pensamiento es realmente la conclusión de un silogismo cuyas premisas incluyen las proposiciones que él está pensando, por lo que cualquiera que piense debe existir.

Además, en El discurso del método, Descartes también nos presenta un código moral que debemos contemplar, código que descansa sobre cuatro pilares fundamentales: obedecer las leyes y costumbres locales; tomar decisiones basadas en las mejores evidencias y una vez tomadas llevarlas hasta el final; cambiar tus deseos, en lugar de intentar cambiar el mundo; y perseguir siempre la verdad. Estos cuatro ejes nos muestran que Descartes era un pensador de un prudente conservadurismo, firme en sus convicciones, un tanto estoico y algo escéptico (no en vano se puede afirmar que su duda metódica tiene como precursor al filósofo griego Sextus Empiricus).

Compartiendo, como lo hago, las cuatro premisas sobre las que se asienta la moral cartesiana, muchas veces me pregunto cómo se toman algunas decisiones en el ámbito de la res publica; decisiones que en muchas ocasiones me parecen bien intencionadas, pero en las que no logro encontrar, aunque es probable que sea yo el equivocado, los criterios que a veces se emplean para priorizar determinadas cuestiones sobre otras.

Para no parecerles tan críptico, les pondré un ejemplo que, por razones profesionales y de experiencia pasada, conozco de primera mano. Me consta que tanto la Generalitat como el Ayuntamiento de Elche han tomado gran interés en el programa de adecuación y construcción de centros educativos conocido como Edificant. No obstante, durante todo el anterior mandato Elche no vio construir, ni siquiera licitar, una sola infraestructura educativa. Le deseo mayor suerte a Dña. Patricia Maciá en sus nuevas responsabilidades al frente de la Concejalía de Hacienda y como Diputada Provincial, magistraturas a las que, sin duda, ha sido elevada por su labor en su anterior etapa.

Ahora bien, en honor a la verdad, parece ser que en este mandato sí se van a realizar algunas obras muy necesarias, de hecho ya se han licitado dos y es probable que ese trabajo emane en parte de la anterior corporación. Me parece una magnífica noticia, pero no entiendo los criterios que se han establecido para priorizar estas dos primeras actuaciones sobre otras. Las dos obras licitadas son el nuevo aulario de infantil del CEIP Els Garrofers y el comedor del CEIP Jaime Balmes. Insisto, dos buenas noticias, pero los niños del Jaime Balmes compartían comedor con los del Eugeni d’Ors (en un edificio en el patio que también comparten ambos centros) y las aulas de infantil de Garrofers tienen la incomodidad de estar a tres kilómetros del centro de primaria, pero son de obra. Insisto, “quant més sucre, més dolç”, pero pienso que las primeras actuaciones tenían que estar encaminadas a los centros que tienen aulas prefabricadas.

Espero que la nueva Concejal de Educación, Dña. María José Martínez, sepa aprovechar el maná de Edificant, que recaerá sobre los municipios que sean más ágiles para realizar los proyectos y las licitaciones, priorizando las actuaciones de forma inteligente y, sobre todo, no defraudando las expectativas de la comunidad educativa ilicitana. Va a tener los recursos, de su empuje y trabajo dependerán en gran medida los resultados.


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