EL CUENTO DE NAVIDAD DE AUGGIE WREN
PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 20 DE DICIEMBRE DE 2019
ESPERANDO A GODOT
El cuento de Navidad de Auggie Wren
Les hablo de memoria, pero creo recordar que en el tiempo que llevo, con mejor o peor suerte, intentando que pasen un rato de solaz con la lectura de esta sección los viernes por la mañana, aún no ha salido a colación ninguna novela del escritor norteamericano Paul Auster; algo imperdonable en alguien como yo que, como habrán supuesto por mi querencia por numerosos autores ingleses y norteamericanos, tiene una formación con un marcado sesgo anglosajón.
Paul Auster nació en Newark, Nueva Jersey, el 3 de febrero de 1947. En su casa -era hijo de un pequeño hombre de negocios- no había libros, pero muy cerca se encontraba una magnífica biblioteca pública, lo que sin duda le marcó su futuro como escritor. Para Auster, la literatura es un mundo que encierra una potentísima fuerza. Sus personajes constantemente ponen el acento sobre el poder que encierra la palabra. “Uno no debería subestimar el poder de los libros”, afirma Nathan, el magnífico narrador de su novela Brooklyn Follies (2005). Si ustedes han leído a Auster estarán familiarizados con esta idea, que también se encuentra en otra de sus novelas, Leviatán (1995), cuando su protagonista, Peter Aaron, considera que “un libro es un objeto misterioso, y una vez que sale flotando al mundo, cualquier cosa puede ocurrir.”
Lo cierto es que el mundo de la ficción narrativa es apasionante. En palabras del propio Auster, “cuando coges un libro, todo el mundo sabe que es imaginario.” Es decir, nadie ha de tratar de fingir que eso no es un libro, ni que nadie escribe los libros, ni que el narrador omnisciente es el único posible. Lo que a él le gusta es el tipo de narrativa en la que se usa la primera persona, convirtiendo al escritor y al narrador en la misma persona, algo que aprendió en uno de sus libros favoritos, El Quijote.
Pero dadas las “entrañables fechas” que nos acechan, quisiera, sin entrar en tópicos, recomendarles una “no historia” de Navidad, escrita por el propio Paul Auster: El cuento de Navidad de Auggie Wren. Una historia que, literalmente, nació de una caja de puros. Sucedió que, en noviembre de 1990, Auster recibió una llamada del editor del The New York Times en la que le emplazaba para escribir una columna en forma de relato de ficción para el Día de Navidad. Él no estaba muy convencido de aceptar el encargo, puesto que nunca había escrito una historia corta y no estaba seguro de poder dar con la idea más acertada, de modo que contestó que debía pensarlo.
Iban pasando los días y, cuando estaba a punto de llamar al editor para rechazar el encargo, abrió una lata de sus puritos Schimmelpennicks y comenzó a pensar en el hombre que se los había vendido en un estanco de Brooklyn. Imaginó el tipo de encuentros que uno puede tener en Nueva York con personas que ves a diario pero que no conoces y, poco a poco, la historia empezó a tomar forma en su mente, de ahí que les dijera antes que la idea nació de una caja de puros.
Finalmente, El cuento de Navidad de Auggie Wren se publicó en el New York Times el 25 de diciembre de 1990; pero como les decía el relato no es un cuento de Navidad al uso. El argumento, muy en la línea de la narrativa en primera persona que tanto gusta a Auster, se centra en “Paul”, un escritor que vive y trabaja en Brooklyn y que tiene que escribir una historia de Navidad que le han encargado.
Un día que visita su estanco habitual, el estanquero, Auggie, que es conocedor del encargo que Paul ha recibido y que sabe que se encuentra atascado en su cometido, se ofrece a contarle “la mejor historia de Navidad que jamás haya escuchado.” Ambos se van a comer juntos y Auggie Wren le cuenta la historia, tras lo que la máquina de escribir de Paul comienza a funcionar sin pausa. No les voy a desvelar el contenido de esa historia de Navidad, pero les emplazo a acercarse a la narrativa de Auster a través de ella, si es que no conocen a este excelso escritor norteamericano.
Mientras tanto, en Elche tenemos montado nuestro propio cuento de Navidad, por no decir que “se ha montado el Belén”. Por una parte, el comercio del centro en pie de guerra por la indefinición en los proyectos pendientes y por la, a su entender, escasa implicación del Ayuntamiento en la promoción navideña del comercio de esa zona. Por otra, una feria “de Navidad” que más bien parece un pueblo pequeño en sus fiestas patronales.
Aunque para navideño el pleno extraordinario del pasado martes en el que se aprobó de forma definitiva el presupuesto municipal para el año 2020, perpetrando una de las mayores subidas de tasas e impuestos que se recuerdan, aunque todo ello camuflado de cuento de Navidad: no en vano, Patricia Macià, Concejal de Hacienda afirmó en ese pleno que (sic) “Si bajamos impuestos, bajamos ingresos y hay que reducir el gasto” (ojo al dato, parece que reducir el gasto es malo. Ya lo decía Margaret Thatcher: “El socialismo fracasa cuando se le acaba el dinero de los demás”). Aunque en esta ocasión, justo es reconocerlo, la que más espíritu navideño ha derrochado ha sido la portavoz de Compromís, Esther Díez, quien ha afirmado, y les juro que la cita es literal, que el presupuesto “hará más feliz a los ilicitanos” y que es "progresista, que tiene en cuenta los derechos sociales, el bien colectivo y que hará un municipio más humano y más verde".
En fin, como no quiero parecer El Grinch, ni robarles la Navidad, me
despido de ustedes hasta después de Reyes. No fumo, así que no podré encontrar
historias en el estanco, pero daré una vuelta por el centro de Elche estas
fiestas, a ver si por ahí me cuentan alguna cosa digna de relatarles.
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