LA NARANJA MECÁNICA

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 20 DE MARZO DE 2021


ESPERANDO A GODOT

La naranja mecánica

Estoy seguro de que sabrán ustedes lo que les quiero trasmitir si comienzo este artículo escribiendo que la maldad, la inmoralidad y la corrupción han echado raíces en los mismísimos cimientos de nuestra estructura política y social, y que ciertos individuos son la más absoluta personificación de este hecho irrefutable. Pero no deduzcan por el título, ni por esta pesimista introducción, que les voy a hablar de lo acaecido en Murcia la semana pasada, ni de la convocatoria de elecciones en Madrid, con candidato sorpresa incluido. En absoluto, para eso ya hay magníficos periodistas, como Juan R. Gil, que el pasado domingo daba en el clavo cuando afirmaba en su editorial que “… (para Ciudadanos) una persona inteligente no es un activo, sino un sospechoso, así que sirve para presentarlo a la prensa pero no para aprovechar lo que pudiera aportar; al contrario, cuanto más válido fuera alguien, más iba a estar sometido a estrecha vigilancia.”

Establecida por la acerada pluma de Juan R. Gil la causa última y primordial de la estrepitosa debacle de Ciudadanos en todos los ámbitos, hecho al que no es ajena la política en general, pero que en su caso ha adquirido dimensiones épicas, y dejando también a un lado a Pablo Iglesias, que tiene que pugnar para poder seguir pagando la hipoteca (la niñera corre a cargo del erario público) y mantener su tren de vida, vamos a centrarnos en una reflexión filosófica que, a lo largo de la historia, ha suscitado múltiples discusiones morales: la del mecanicismo y behaviorismo, frente al finalismo y la teleología. Es decir, la lucha entre las corrientes que niegan la libertad del individuo para trazar su futuro y las que se la otorgan.

Esa pugna a la que nos referíamos ha sido un tema recurrente en textos literarios de muchas épocas, pero, si queremos epitomarla en un ejemplo contemporáneo, quizás el mejor sea la novela del británico Anthony Burgess, publicada en 1962, La naranja mecánica; aunque en este caso, al contrario de lo que suele suceder, la adaptación cinematográfica, realizada por Stanley Kubrick en 1971, supera incluso al texto escrito y supuso su consagración y popularización definitiva. El mensaje fundamental, y premonitorio, de Burgess, en cualquier caso, supone un aviso contra esas corrientes filosóficas behavioristas y mecanicistas a las que aludíamos, que podrían conducir a un futuro distópico en el que la sociedad, completamente manipulada por el poder gracias a los avances tecnológicos, desechara cualquier sentido de obligación moral por parte de los ciudadanos.

Los que hayan visto la película recordarán que se desarrolla en una Inglaterra sometida a un régimen totalitario. El protagonista, Alex, es el líder de una de las pandillas juveniles que pululan en ese ambiente, ejerciendo una desmedida violencia, en especial con las personas más indefensas, a las que someten a los tratos más brutales, hasta que es detenido y condenado a catorce años de cárcel.

Una vez en prisión, Alex es propuesto para ser sometido a un programa de terapia experimental, conocido como el “método Ludovico”, una terapia de aversión ficticia, en la línea del conductismo, consistente en obligarle a ver películas sobre atrocidades de los Nazis. El resultado del tratamiento resulta en que el sujeto enferme literalmente si tan siquiera se le pasa por la cabeza cometer un crimen. El sistema considera que el experimento ha sido un éxito, pero el capellán de la prisión, que había entablado amistad con Alex, cuestiona el fundamento ético de privar alguien de su libertad de elección. En su opinión, el individuo debe tener la capacidad de decidir por sí mismo si quiere portarse bien o no.

En la política patria, que es donde quería llegar, hablando de teleología, hemos llegado a un punto en el que consideramos que todos los políticos son iguales, que no tienen solución y que “esto es lo que hay”, apartando de nuestras mentes cualquier atisbo de que existan personas decentes y que se puedan cambiar las cosas. En definitiva, hemos desechado la idea de que la gente puede elegir ser buena o mala, cuestionando, como los carceleros de la película de Kubrick, el principio de libertad de elección.

En las próximas semanas va a haber muchos movimientos telúricos en la izquierda y más aún en la derecha española, y en la provincia de Alicante y en Elche seguro que también. Presten ustedes atención a los posicionamientos de unos y de otros, fíjense en quién se mueve porque no tiene oficio ni beneficio y le va el sueldo en ello, o quién lo hace por buena fe (se nota a simple vista). Va a ser un ejercicio entretenido, sin duda.

 LADY GODIVA

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 6 DE MARZO DE 2021


ESPERANDO A GODOT

Lady Godiva

Se acerca el día 8 de marzo, de hecho, es pasado mañana, y parece obligado hablar del día de la mujer, de la igualdad, del techo de cristal, de la discriminación salarial, o de otros tópicos que se manejan, muchas veces con razón y otras, muchas otras también, para alimentar el ara de lo políticamente correcto y desviar la atención de otros temas más importantes, pero que los políticos no quieren incluir en su agenda porque les resultan más incómodos y difíciles de abordar.

De modo que yo quizás les hable de ello más adelante, pero, primero, creo que les va a interesar más una historia que liga de forma curiosa un brandy jerezano con una famosa leyenda anglosajona, cuya protagonista es, por cierto, una mujer. Vayan por delante mis disculpas por recurrir, una vez más, a textos medievales ingleses, pero admitan, como atenuante en mi descargo, que lo llevo en la sangre, además de en mi formación como lingüista y licenciado en Filología Inglesa.

Quizás conozcan ustedes ese brandy al que me refería y cuya marca debo citar, sin ánimo de publicitarlo (nada más lejos de mi intención pues yo sólo bebo brandy cuando lo uso como ingrediente de una buena salsa para la carne- otra cosa es el vino, que me gusta con locura y lo bebo con fruición). Se trata del Brandy Centenario de Terry. Si son lo suficientemente mayores, y si no búsquenlo, por curiosidad, en Google o YouTube, recordarán el anuncio de ese espirituoso brebaje en el que aparecía una bella y rubia amazona sobre un caballo blanco, vestida únicamente con una camiseta y apenas cubierta por su luenga cabellera, mientras un señor trajeado y encorbatado degustaba una copa de coñac.

Hoy en día sería impensable que se emitiera un anuncio de este tipo, pues sería calificado, y con toda la razón, de profundamente sexista. Pero hay que comprender que la producción publicitaria, como la literaria, o la cinematográfica, no se puede reinterpretar a la luz y con los valores de una época distinta. Yo no tengo ninguna experiencia en el mundo de la publicidad, sin embargo, me atrevería a decir que, a los ojos de un publicista actual, este anuncio parecería correcto en un plano formal, pero inadmisible en el fondo. Eso no quiere decir que uno no pueda ver el anuncio, entendiendo el contexto histórico y social de la época en que fue emitido, del mismo modo que se puede ver una película antigua o leer una obra literaria de cualquier tiempo.

De hecho, el publicista que pergeñó el anuncio de Centenario, sin duda era también una persona leída, puesto que se basó, como les había anticipado, en una leyenda medieval anglosajona. Cuenta esa leyenda, o al menos así la transcribió cien años más tarde Florencio de Worcester, en su “Crónica”, que entre los años 1066 y 1086 transcurrió en Coventry la vida de Lady Godiva, o Lady Godgifu en inglés antiguo. Lady Godiva era la esposa de Leofric, conde de Mercia. Se dice que ambos eran personas piadosas, como demuestra el hecho de que fundaran un monasterio en su ciudad, pero que Leofric era un hombre muy avaricioso y, para satisfacer su ansia de riqueza, esquilmaba al pueblo con unos impuestos tremendamente abusivos.

A Lady Godiva no le parecía nada bien esta actitud de su esposo, el señor Conde, por lo que constantemente la recriminaba y lo conminaba a aflojar esa soga que, en la garganta del pueblo (como podemos constatar muy bien los españoles en general, y los ilicitanos en particular) suponen unos impuestos exageradamente elevados. Todos sabemos, sin ánimo de parecer machistas, cuán persuasiva puede ser una mujer cuando insiste en un tema, hasta el punto de que la gota china diaria a la que la señora sometió al marido llevó a éste a claudicar, no sin imponer una condición que le pareció imposible de cumplir. “Bien, querida”, le dijo Lord Godiva a su esposa, “concederé esa bajada de impuestos al pueblo el día que pasees desnuda por Coventry sobre un caballo blanco.”

Claro que el Conde no era consciente de la determinación y el ingenio que una mujer puede desplegar para lograr sus propósitos, porque Lady Godiva, a pesar de su inicial y lógico rechazo a montar desnuda por su ciudad, ideó un plan. Gracias a su gran popularidad, logró que todos los habitantes de Coventry se encerraran en sus casas, con las puertas y las contraventanas cerradas, el día que dispuso su paseo desnuda. Todos, salvo uno, que no resistió la tentación y abrió su ventana, pero fue castigado con la ceguera por su pecado de lujuria.

No sabemos si esta leyenda tiene un fundamento histórico, aunque recientes investigaciones han desvelado que justo en la época que se sitúa el relato, en tiempos del reinado de Eduardo I, se puede constatar que los ciudadanos de Coventry fueron eximidos de cualquier impuesto, tasa o gravamen, salvo los que recaían, curiosamente, sobre los caballos. Quizás fue una venganza del Conde contra los equinos, por haber rozado la delicada piel de la entrepierna de la Condesa con su grupa.

Como decíamos al principio, el lunes se conmemora el día de la mujer. En España tenemos una ministra de Hacienda, mujer, y en Elche una concejal de Hacienda, que también lo es. No les voy a pedir que cabalguen como Dios las trajo al mundo, pero ya que sus respectivos cargos son ejemplo de la igualdad entre hombres y mujeres que hemos conseguido, sí les voy a pedir algo que fomentaría no solo la igualdad, sino también la recuperación económica. Por favor, bajen ustedes los impuestos. Son abusivos e insostenibles.

 MAGISTRA VITAE

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 27 DE FEBRERO DE 2021


ESPERANDO A GODOT

Magistra vitae

En el año 88 a. C. se produjo un acontecimiento histórico que, si bien no está demostrado que fuera el primero de ese tipo, sí es el primero que está perfectamente documentado por escrito por diversos autores (Apiano, Cicerón, Plutarco y Salustio, fundamentalmente). Ese hecho sin precedentes supuso que la República romana fuera atacada por uno de sus propios generales, Lucio Cornelio Sila (Lucius Cornelius Sulla, en latín), para, de esa forma, tomar el poder que había perdido al decidir el Senado otorgárselo a su competidor, Cayo Mario (Gaius Marius). En definitiva, nunca un ejército romano había despreciado la lealtad debida al Estado para anteponer la que tenían a un general, desencadenando una vorágine de violencia que, eventualmente, supuso la desaparición de la República. Por eso, muchos afirman que el episodio que les he relatado fue el primer golpe de estado, entendiendo por ese concepto el que tenemos hoy día, es decir, el ejercicio de la violencia contra el Estado con el objetivo de alcanzar el poder político.

Sila fue nombrado dictador tras la promulgación de la Lex Valeria, que le otorgaba todo el poder ejecutivo, legislativo y judicial, aparte del dominio sobre el ejército que ya se había granjeado para lograr sus objetivos. Además, no se establecía un límite temporal a su mandato. Pero no todo lo que hizo fue negativo a la vista de los historiadores. De hecho, introdujo una serie de reformas que pretendían reestablecer la supremacía que el Senado había ostentando, así como algunos cambios en la Administración, que perduraron hasta el final de la época republicana, consistentes en un incremento notable del número de juzgados penales, la promulgación de leyes para prevenir los alzamientos de los gobernadores de las provincias, el requisito de que los tribunos de la plebe tuvieran que elevar al Senado sus propuestas para su aprobación, así como varias leyes que pretendían proteger a los ciudadanos de los abusos legales.

En definitiva, Lucio Cornelio Sila Félix (nombre éste último que él mismo añadió al suyo), fue un hombre de contradicciones. Hasta el punto de que, teniendo todo el poder en su mano, a principios del año 79 a. C, renunció a su dictadura y se retiró a una villa en la localidad de Puteoli (actual Puzzuoli), en el golfo de Nápoles. Sobre los motivos de esta renuncia se han intentado dar múltiples interpretaciones, pero la que mayor consenso suscita es la que expone que su causa fue un acto de honradez de un hombre, que consideraba que las reformas que se había propuesto llevar a cabo se habían completado. Poco más de un año después, Sila falleció a causa de unas fiebres, dejando dos hijas y otra póstuma, a la que daría a luz su quinta esposa, Valeria.

Si les he contado todo esto, añadido al título del propio artículo de esta semana, que es parte de una expresión clásica que ya utilicé la semana pasada y que ustedes conocen, es porque el martes, mientras veía las noticias en casa, pronuncié una frase de una incorrección política extrema, pero de la que no me arrepiento. La cuestión es que en la televisión se estaba hablando sobre el golpe de estado del 23 de febrero de 1981. El locutor narraba, mientras se podían ver las imágenes de la irrupción en el Congreso de los Diputados del Teniente Coronel Antonio Tejero, como tres diputados no se tiraron al suelo al oír las ráfagas de subfusil que los golpistas dispararon al techo del hemiciclo: Adolfo Suárez, Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo. En ese momento del relato, mi mujer comentó que “aquellos políticos eran mucho mejor que los de ahora”, a lo que yo repliqué, recordando otra anécdota de aquel día que había oído por la mañana en una emisora de radio, según la cual a una diputada socialista embarazada de gemelos se le permitió abandonar el edificio, que “hasta los golpistas eran mejores antes”.

Como comprenderán, mi exabrupto no pretendía, ni muchísimo menos, ser una justificación de los que, mediante el uso de la fuerza, pretendían subvertir el orden constitucional de la entonces joven democracia española. Lo que pretendía era, de una manera hiperbólica, ensalzar a todos los que aquella noche, y en los días que siguieron, tomaron todas las medidas necesarias para garantizar el restablecimiento del imperio de la ley, en contraposición a los que el 23F, pero de 2021, no participaron en el acto institucional que celebraba el fracaso de la asonada de 1981 y criticaban, en un entremés grotesco, la misma democracia que les permite vivir con holgura y comodidad pero que, paradójicamente, quieren destruir.

El mayor problema, con todo, es que esos histriones patéticos son los mismos en los que el Gobierno se apoya y que controlan, en sus respectivas regiones, un arma más poderosa que todas las legiones de Lucio Cornelio Sila Félix: la educación. No encuentro otra explicación a lo que ocurre en un país en el que se justifica el delito, siempre que lo rapees, o en el que se sube la subvención a los sindicatos en el mismo porcentaje que se pretende elevar la cuota de los autónomos.

 EL PARLAMENTO DE LAS AVES

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 20 DE FEBRERO DE 2021


ESPERANDO A GODOT

El parlamento de las aves

Si alguna vez viajan a Londres, cuando esto sea posible, y les gustan los libros, no dejen de visitar la Biblioteca Británica, ubicada en Euston Road, justo al lado de la Estación de St. Pancras, que es desde donde parten los trenes que unen Inglaterra con el continente a través del Eurotúnel. La biblioteca alberga más de catorce millones de volúmenes, entre los que se encuentra un manuscrito que puede explicar lo acaecido el pasado domingo. No me estoy refiriendo a las elecciones catalanas, sino a la tradición, anglosajona primero, y extendida a todo occidente después, de festejar el 14 de febrero como una fecha señalada para los enamorados.

Porque, a pesar de que se podría pensar que haya algo en la hagiografía que relacione a San Valentín con los amantes, para que se haya escogido su festividad para ese fin, lo poco que se sabe de él es que fue un mártir romano del siglo III, perseguido por su fe, pero no se ha documentado ninguna información que lo relacione con los enamorados. Sin embargo, el manuscrito que les mencionaba recoge un importantísimo compendio de prosa y verso del período medieval inglés, incluyendo la Confessio Amantis, de John Gower, La vida de Edmund y Fremund, de John Lydgate, y fragmentos de Los cuentos de Canterbury, de Geoffrey Chaucer, así como un poema de este último, titulado The Parliament of Fowls.

Es precisamente en ese último poema, de finales del siglo XIV, que podríamos traducir como el parlamento o el diálogo de las aves, del que se cree que emana la idea de que el día de San Valentín es el día de los enamorados. Las estrofas que lo conforman, dispuestas en unos 700 versos en pentámetro yámbico, describen a un grupo de pájaros que se reúnen un 14 de febrero para escoger a sus parejas para la siguiente primavera. Parece ser que la tradición cuajó, pues en una carta de febrero de 1477, Margery Brews, una doncella del condado de Norfolk, en el noreste de Inglaterra, remitía una carta a su primo John Paston, en la que lo llamaba “mi queridísimo Valentín”. Para los románticos, les diré que la historia de Margery y John terminó en boda. Para los detractores de San Valentín, les relato que el poema de Chaucer termina con los pájaros sin decidirse por una pareja y postergando su decisión para la siguiente primavera.

Sea como fuere, en la actualidad, lo que está de moda es denostar el concepto de amor romántico, calificándolo de constructo social que hunde sus raíces en el romanticismo y el cristianismo. Aceptando la mayor, es cierto que nuestra idea de amor romántico es una cuestión social y antropológica que no ha existido en determinados períodos de nuestra historia, ni hoy en día es igual en todas las sociedades, aunque nuestro etnocentrismo nos lleve a pensar que así es. No obstante, considerando ese hecho innegable, tampoco entiendo por qué hay un sector sociopolítico, fundamentalmente en la izquierda, que rechaza de forma taxativa y fehaciente esta concepción, calificándola incluso como una de las causas principales de la violencia contra la mujer.

Sobre el asunto, desde luego, se han vertido ríos de tinta. Desde la Antigüedad Clásica, con Platón a la cabeza, que escribía sobre el amor divino y espiritual, pasando por San Agustín y sus ideas sobre el amor, hasta llegar a autores más recientes, como Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, o el mismísimo Ortega y Gasset. Pero, sin duda, la mayor aportación y la disección más sesuda del problema es la que ha hecho D. Mariano Valera, concejal de Igualdad del Ayuntamiento de Elche, al presentar la campaña “San Valentín Igualitario”.

En fin, no voy a ser yo el que critique una campaña cuyo fin es acabar con las relaciones tóxicas. Muy al contrario, este tipo de iniciativas- las que pretenden poner fin a las relaciones tóxicas, quiero decir- deberían extenderse a otros ámbitos de la vida. A la política, por ejemplo. Don Mariano, apelo a él por ser la cabeza visible de la campaña, pero lo hago extensivo a todo el partido socialista y sus conmilitones, debería empezar a pensar más en el país y en los ciudadanos que en los réditos electorales que determinadas relaciones le proporcionan al partido.

Valga como ejemplo, aunque no quería hablar de ello, lo ocurrido en Cataluña. Es la primera vez, que yo recuerde, que el candidato en unas elecciones autonómicas tiene unas palabras de agradecimiento para un asesor, aunque sea del calado del jefe del Gabinete de la Presidencia del Gobierno. No me extraña, por otra parte, pues Iván Redondo es realmente el cerebro gris que va a conseguir que Pedro Sánchez ocupe la Moncloa durante ocho años a cualquier precio.

Ese precio, por cierto, empieza a verse en Cataluña. Historia est magistra vitae! Así que vayan ustedes comprando libros sobre la desmembración de Yugoslavia y la Guerra de los Balcanes.

 MARY POPPINS

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 13 DE FEBRERO DE 2021


ESPERANDO A GODOT

Mary Poppins

Hay multitud de novelas que, debido a sus adaptaciones para niños y jóvenes, o bien porque han sido llevadas al cine, simplificando en ambos casos sus aspectos formales y de fondo, son consideradas obras menores destinadas al público infantil. Pero si leemos la versión original de esas mismas novelas, nos daremos cuenta de que ni estaban destinadas al público juvenil, ni son sencillas en su técnica narrativa o en el desarrollo de sus argumentos. Tal es el caso de obras como Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift (vid. Esperando a Godot, 6 de julio de 2018), o Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll (vid. Esperando a Godot, 21 de febrero de 2020).

Pues bien, esta semana vamos a comentar otra de esas novelas: Mary Poppins, escrita por Pamela Lyndon Travers (seudónimo de Helen Lyndon Goff) y publicada en 1934. Goff nació en Maryborough, Queensland, Australia, en 1899, y murió en Londres en 1996, siendo mundialmente famosa, precisamente, por su novela sobre la niñera mágica. Cabe destacar que la novela se convirtió en un clásico para niños inmediatamente después de su publicación, pero que lo que le dio la fama que todavía conserva hoy en día fue la película que Walt Disney produjo en 1964 basada en ella. Protagonizada por Julie Andrews, en el papel de Mary Poppins, y Dick Van Dyke, en el de Bert, el deshollinador, el musical fue nominado para trece Oscars, y obtuvo cinco.

Pero, a pesar del éxito cosechado por la película, P.L. Travers nunca se mostró satisfecha con el resultado. El motivo es que, como les decía al principio, las versiones cinematográficas de las novelas suelen suponer una drástica simplificación del texto impreso. De hecho, si leen ustedes la versión original de Mary Poppins se darán cuenta de que la novela se adentra en un mundo de pensamiento mitológico, en el que los críticos han identificado referencias a la Biblia, a las deidades griegas clásicas y a las parábolas sufíes, sin olvidar los evidentes paralelismos que encierra con la obra de William Blake, el budismo zen, o las creencias sobre la diosa hinduista Kali.

A todas esas referencias mitológicas, cabe añadir que la novela también encierra una aguda crítica social, que explora la tensa relación entre los niños y los adultos. Mary Poppins es, en realidad, una mujer vana e irritable, pero en la que, pese a su rígida apariencia, subyace un personaje con un encanto especial. Mary es capaz de llevar a los niños a su cargo a vivir toda una serie de mágicas aventuras, pero también es una firme defensora del buen comportamiento y de que la desobediencia debe ser castigada. A pesar de ello, los niños la adoran, pues la niñera no es tan distante como sus padres, y en ella encuentran la seguridad que una disciplina entendida desde el cariño les aporta.

Travers ya había utilizado el personaje de Poppins antes de la publicación de la celebérrima novela. De hecho, la más famosa niñera de todos los tiempos apareció por primera vez en un relato corto de 1926, cuya expansión dio lugar a la novela que todos conocemos. La propia autora insistía entonces en lo que ya venimos comentando: en que no escribió Mary Poppins pensando de una manera específica en un público infantil, e incluso se sentía molesta de que su editor tomara la decisión de dirigir su promoción a ese tipo de lectores. Sea como fuere, a los niños les entusiasmó la forma en que Poppins deconstruye la realidad y desecha todas las normas que considera fútiles. Pero a los adultos también les sedujo lo absurdo de la novela, así como la taimada forma en que la autora se burla del concepto de educación que tenían las clases medias británicas de la época.

Sin embargo, como siempre se ha dicho, la realidad suele superar a la ficción, y en España somos tremendamente hiperbólicos en ese sentido. Por eso, en el suelo patrio, más concretamente en La Mancha, cuna de ilustres personajes, tanto de ficción como de carne y hueso, ha surgido una niñera que pugna con arrebatar a Mary Poppins el privilegio de ser la más famosa y disparatada de todos los tiempos. Imagino que ya barruntarán que me refiero a Teresa Arévalo, la mujer que, según publican numerosos medios, ejerce como cuidadora de los hijos de una de las parejas más famosas de la actualidad, la conformada por el vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, e Irene Montero, ministra de Igualdad.

Les pongo en antecedentes, por si no conocen el caso. La Sra. Arévalo, de 41 años, cuyo hito más destacado en su currículum es haber aprobado la selectividad, se afilia a Podemos en Castilla-La Mancha y traba amistad con Irene Montero, Pablo Iglesias y otros dirigentes de la formación. En 2015 es nombrada asesora técnica de Irene Montero y, en diciembre de 2016, es elegida diputada por Albacete en la XII Legislatura. Arévalo perdió su escaño tras las elecciones de noviembre de 2019, pero su amiga Irene la repescó como jefa adjunta de su gabinete en el Ministerio de Igualdad, con un sueldo bruto de 51.946 € anuales, el mismo que las otras once asesoras de la ministra. La cuestión es que, según denuncia una antigua abogada del partido, la tarea de la Sra. Arévalo consiste en ejercer de niñera de los retoños de los Iglesias-Montero, con lo que no sé si superará en fama y eficiencia a Mary Poppins, pero sí lo hace en sueldo, sin ningún género de dudas.

Pero no crean que esta utilización de los recursos públicos para beneficio personal es un hecho aislado en nuestro país. Hace unos meses se publicó, y también se comentó en esta misma columna, la noticia sobre la contratación de una asesora para la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Elche. Nadie sabía quién era esa señora ni qué podría aportar a ese departamento una persona que no conoce la ciudad. Hace poco, una fuente próxima al partido socialista me comentó que esa contratación no tenía nada que ver con motivos de eficiencia en la gestión del consistorio, sino de relación personal entre la susodicha y el Secretario General de Joves Socialistes d’Elx. No lo sé, quizás sean sólo habladurías, yo no lo puedo aseverar y no lo haría sin pruebas fehacientes, aunque las fotos en las redes sociales de ambos, que mi “garganta profunda” me mostró, parecían refrendarlo.

En definitiva, gran defensa del feminismo y de lo público, no como la autónoma que lucha por su negocio, la empleada que cumple todos los días en su puesto de trabajo, la maestra con los niños sin mascarilla en la clase de infantil o la abogada del turno de oficio. ¡Qué país!

 RIDI PAGLIACCIO

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 6 DE FEBRERO DE 2021


ESPERANDO A GODOT

Ridi, Pagliaccio

No les desvelaré ningún secreto si les confieso que me encanta la ópera. De hecho, hace un par de años ya utilicé una como pretexto para uno de los artículos de esta columna semanal. En aquella ocasión, la elegida fue La Traviata, la magnífica creación de Giuseppe Verdi, basada en La dama de las camelias, de Alejandro Dumas. Y es que, concediendo que la parte musical de este género es lo más importante, no deja de tener una relevancia sustantiva el guion, argumento, o “libretto” de las óperas, con lo que tratar aquí de alguna de ellas no nos aleja del leitmotiv de esta sección: la literatura.

En esta ocasión, y más adelante les explicaré el motivo, la ópera que me ha venido a la cabeza, y de la que llevo escuchando fragmentos toda la semana, y ahora mismo mientras escribo, es Pagliacci, de Ruggiero Leoncavallo, y más en concreto la celebérrima aria para tenor del final del primer acto conocida como Vesti la Giubba. La obra, representada por primera vez en el Teatro del Verme de Milán, el 21 de mayo de 1892, refiere un drama de celos en una compañía de “Commedia dell’Arte”, basado en una historia real que Leoncavallo conoció de joven. Su padre, que era magistrado destinado en la región de Calabria, había juzgado un “delito de celos” acaecido en una compañía de saltimbanquis. En esa compañía trabajaba una bella joven, esposa de uno de los payasos, quien en un ataque de celos la acuchilló durante una representación

La “Commedia dell’Arte” o comedia del arte, fue un género precursor del teatro que surgió de una forma casi simultánea en España y en Italia a mediados del siglo XVI. Sus representaciones se caracterizaban, en primer lugar, por la improvisación. El cómico disponía de un guion básico, a partir del que su personaje gozaba de un amplio margen de maniobra interpretativa, basada en sus recursos técnicos y escénicos. El intérprete solía introducir a la audiencia en la obra, mediante la adición a ese guion, parcialmente improvisado, de referencias al lugar donde se representaba y a sus usos y costumbres locales.

Otra de las características que caracterizaban este tipo de “proto teatro”, consecuencia en parte de esa libertad para improvisar, era que los actores se convertían a su vez en autores. De hecho, era frecuente que algunas de las obras de la comedia del arte se transcribieran una vez representadas, plasmando de esta forma la particular forma de contar la historia de los diferentes cómicos que intervenían. Por otra parte, los personajes eran siempre los mismos y cada actor se especializaba en uno de ellos. Estos personajes llevaban siempre la misma máscara, para que el público los reconociera, y los principales eran Pantalone, el patriarca que encarna el poder económico, Il Dottore, que representa el poder intelectual, Arleccino o Arlequín, el personaje enigmático, farsante y fantasioso, etc.

Pero aún no les he explicado cuál ha sido el desencadenante de que la ópera Pagliacci (Payasos, aunque no creo que fuera necesaria la traducción) y la Commedia dell’Arte hayan acudido a mi mente. Les va a parecer una extraña asociación de ideas, pero ha sido la inauguración de la línea de AVE Madrid-Matola-Orihuela. No podrán ustedes negar, en cualquier caso, que esa inauguración tuvo un punto tragicómico, como la ópera de Leoncavallo, al saberse que el Presidente del Gobierno se desplazó en helicóptero a Alicante para inaugurar un tren en Elche, y que los personajes que acudieron iban perfectamente caracterizados con sus caretas, y llevaban un guion aprendido, si bien con un margen para la improvisación según sus “recursos técnicos y escénicos” o, dicho de otra forma, según sus tablas políticas y su rango en el escalafón administrativo y partitocrático.

Sin embargo, entre el acto del pasado lunes y la Commedia dell’Arte sí hubo una gran diferencia: mientras en la comedia se alentaba la participación activa del público, en la inauguración se sustrajo toda posibilidad de participación, no ya de la ciudadanía en general, so pretexto de las necesarias medidas de seguridad e higiene contra la epidemia -las mismas que infringen muchos cargos y cargas públicas (esto no es lenguaje inclusivo, sino pura, lacónica y lacedemónica ironía)- sino también de la prensa. Y esto último es muy grave, porque de ese modo una aparición pública como la que protagonizaron tres personas de tanta relevancia como el presidente del Gobierno, el president de la Generalitat, el ministro de Transportes y el alcalde de Elche, se convierte en un acto de mera propaganda partidista, eso sí, pagado por todos.

Este extremo fue denunciado por la oposición, aunque ese hecho es irrelevante, puesto que, si la oposición fuera gobierno y viceversa, los unos lo habrían hecho también y los otros lo habrían criticado, y al revés. Pero que los que otrora censuraban el “plasma de Rajoy” no den la cara ni en pintura, ha sublevado al conjunto de la profesión periodística. Tanto es así que la Asociación de Periodistas de Elche emitió a este respecto un duro comunicado en el que se afirmaba, entre otras que “…queremos manifestar nuestro profundo malestar ante el ninguneo y la falta de respeto al derecho a la información que se ha vivido hoy en la inauguración de la estación de AVE en Elche. (…) … el propio Ministerio de Transportes se ha optado por un ‘pool’, es decir, contratar a agencias para cubrir el acto, eligiendo de esta forma qué medios de comunicación son lo que pueden asistir. Una opción que ha dejado de lado a los medios locales y regionales que llevan años dando cobertura a la situación de las infraestructuras y el AVE en la ciudad.”

El comunicado terminaba exponiendo que (sic) “En un día como hoy, con un acto oficial en el que no ha habido ningún tipo de preguntas a los responsables políticos, desde el alcalde ilicitano hasta el presidente del Gobierno, pasando por el ministro de Transportes o el president de la Generalitat, los medios locales tendríamos que haber tenido la oportunidad de poder preguntar por plazos, presupuestos y futuras actuaciones que preocupan a la sociedad ilicitana, o por otros menesteres. El mínimo que podemos hacer ante estas situaciones es denunciar que con la excusa de la pandemia se limiten Derechos Fundamentales como el del derecho a la información.”

En fin, voy a poner otra ópera.

 ASESINATO EN EL ORIENT EXPRESS

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 30 DE ENERO DE 2021


ESPERANDO A GODOT

Asesinato en el Orient Express

En la Europa del período de entreguerras, la novela policíaca y la ficción criminal cobraron un gran auge, quizás en parte porque servían de evasión a unos ciudadanos que habían quedado hastiados por la contienda. En definitiva, una buena novela de detectives de lo que trata no es tanto de asesinatos, como de la restauración de la ley y el orden. Esto último se refleja de una forma palmaria en las propias características del género: suspense, asesinatos, una compleja trama, un enfoque psicológico del criminal y, finalmente, la puesta a disposición de la justicia de los culpables.

No obstante, en la quizás más famosa novela de este género jamás escrita, Asesinato en el Orient Express (Murder on the Orient Express), de Agatha Christie, publicada el 1 de enero de 1934, y llevada al cine en 1974 por el director Sidney Lumet, contando con un rutilante elenco de estrellas, se cuestiona esa idea de la justicia, ya que la víctima es, a su vez, un asesino, y las doce personas que lo matan son vistas como justicieros, quedando su crimen impune. Obsérvese que el número doce no está elegido al azar, ya que supone una interpretación cabalística que hace alusión a los doce apósteles y a los doce miembros que conforman un jurado. Esta percepción de la justicia se puede apreciar también en películas como La marca del Zorro (1920), Robin Hood (1922), o La Pimpinela Escarlata (1934), y se ha venido a denominar “vigilantismo”.

El vigilantismo es una corriente ideológica que propugna el derecho a la autodefensa de los individuos cuando el Estado no es capaz de proporcionársela de manera eficaz. Esta corriente experimentó un considerable auge en los Estados Unidos a partir de los años setenta, presentándose como una alternativa válida en la lucha contra la elevada criminalidad. Sin duda, estas ideologías se entienden y se toleran más en un país como el norteamericano en el que, por ejemplo, portar armas se entiende como un derecho sagrado, reconocido en la segunda enmienda de su Constitución, aprobada el 15 de diciembre de 1791, y que expresa textualmente que: “Una milicia popular bien organizada es necesaria para la seguridad de un Estado libre”. Seguro que habrán visto ustedes alguna película de Charles Bronson, por lo que podrán entender perfectamente de que estamos hablando.

En Europa, sin embargo, las democracias liberales detestan estos comportamientos y tienen claro el principio, del que ya hemos hablado en otras ocasiones, de que el Estado debe ostentar el monopolio de la violencia. Ahora bien, del mismo modo, ese Estado debe asumir el cuidado y protección de sus ciudadanos. Para hacerlo, los diferentes gobiernos socialistas que hemos tenido en España han aumentado y alimentado ese Estado hasta adquirir dimensiones elefantiásicas, sin que el Partido Popular haya sido capaz de revertir ese estado de cosas cuando ha gobernado. La situación actual, en la que las empresas farmacéuticas, supuestamente, no sólo toman el pelo al Gobierno de España, sino a la mismísima Comisión Europea con el asunto de las dosis de la vacuna contra el coronavirus, viene a poner de manifiesto que ese aumento de las estructuras estatales sólo ha servido como un fin en sí mismo, y no como un instrumento para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Bendita Europa, en cualquier caso, que gracias al euro nos impide imprimir moneda y embrida las pretensiones del actual gobierno de controlar a la justicia. De lo contrario tendríamos la inflación de Argentina y la seguridad jurídica de Venezuela.

En cualquier caso, prefiero dejar al margen el tema de la vacuna, porque me enerva de tal forma que temo que me suba la tensión. De modo que, dado que hemos empezado hablando del Orient Express, el mítico tren que recorría la ruta entre la Gare de l’Est, en París, hasta Constanza, en el mar Negro, retomemos un asunto del que les he hablado recurrentemente en otros artículos, aunque me temo que mi HAS (Hipertensión Arterial Sistémica) tampoco se verá muy beneficiada con este singular cambio de tercio.

Tendrán que disculparme si, a fuerza de ser reiterativo, les aburro con el tema, pero en esta ocasión no puedo dejar de insistir en ello porque, al parecer, el ínclito ministro Ábalos viene el lunes a Elche a inaugurar la línea de alta velocidad “Orihuela-Madrid”, y lo hará en el apeadero “Dama de Elche”. Nuestro alcalde, del mismo partido político que el ministro, aunque no de la misma “cuerda”, se ha apresurado a repetir su discurso habitual sobre el asunto, glosando las ventajas de la ubicación de la estación y cargando, de paso, contra la oposición, cuando lo que debería hacer es preguntarle a Diego Maciá, con el que él fue concejal, qué se habló el día que debieron de reunirse los alcaldes de Alicante, Murcia y Elche, y los presidentes de la Comunidad Valenciana y de la Región de Murcia, con el entonces ministro de Fomento, José Blanco, y por qué se decidió el actual trazado, que no sólo no beneficia a Elche, sino que lo perjudica.

Sea como fuere, no queda sino felicitar a Orihuela y a sus vecinos, a los que llevo años unido por motivos profesionales y a los que tanto aprecio, porque ellos sí van a tener una parada de AVE en el centro de la ciudad y un cercanías rápido y cómodo que los una con Murcia y Alicante en pocos minutos. Mientras tanto, Elche se va a quedar sin una cosa y sin la otra. Un crimen peor que el del Orient Express, pero éste no es de ficción.

 EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 23 DE ENERO DE 2021


ESPERANDO A GODOT

El amor en los tiempos del cólera

Estoy seguro de que no les descubriré nada nuevo si les comento que vivimos tiempos de incertidumbre, de inquietud, de aflicción, de congoja, de zozobra en definitiva. Aunque no es menos cierto que, si echamos un poco la vista atrás en nuestra historia, más o menos reciente, se agolpan acontecimientos no menos preocupantes, e incluso luctuosos, de los que nos está tocando padecer en la actualidad. La cuestión es que la memoria tiene unos extraños mecanismos, seguramente de mera supervivencia, que nos llevan a recordar de una forma más nítida las vivencias agradables que las negativas.

Sea como fuere, la situación es francamente preocupante, se mire como se mire. Pero aún lo es más si lo hacemos desde el punto de vista de los jóvenes. Mucho me temo que la falta de interacción social que están padeciendo les va a dejar una huella indeleble en su forma de ser y en su forma de comportarse y de afrontar las crisis en el futuro. Eso sin hablar de la dificultad de conseguir algo tan necesario para todos los adultos sanos como es el sexo. Es duro el amor en los tiempos del cólera, pero aún lo es más para ellos, a una edad en la que esos desahogos físicos y psicológicos cobran especial relevancia. No ahondaré más en el tema porque me temo que la próxima resolución de la Conselleria de Sanidad, ante la negativa del Gobierno de permitir adelantar el toque de queda (¡Viva la “cogobernanza”!), prohíba bares, restaurantes y la fornicación fuera de las unidades de convivencia.

Todo esto me trae a la mente la novela del inmortal Gabriel García Márquez, a cuyo título he hecho alusión: El amor en los tiempos del cólera. Para reforzar los contenidos que expusimos la semana pasada (perdonen la petulancia de la auto cita, es la vena docente) les puedo comentar que esta magnífica novela está contada por un narrador omnisciente, lo que le da un punto de vista objetivo y produce continuos cambios del presente al pasado y viceversa, con un tono narrativo muy poético, un lenguaje denso y formal, pero cuajado de lirismo, de bellísimas descripciones y, a menudo, con un pronunciado sentido del humor.

La línea argumental de la novela sugiere que el mal de amores es una enfermedad real, comparable al cólera. Tengan en cuenta que la trama se desarrolla entre las postrimerías del siglo XIX y los primeros años del XX, cuando las enfermedades infecciosas causaban verdaderos estragos, hasta que llegaron las vacunas para combatirlas. García Márquez nos cuenta una historia de amor entre los protagonistas, Florentino Ariza y Fermina Daza, que comienza cuando ambos son jóvenes y culmina cincuenta años después cuando, tras la muerte del marido de Fermina, Florentino la conquista definitivamente cuando ambos tienen más de setenta años. Es obvio que les he hecho un resumen muy somero, pero espero que a aquéllos de ustedes que no hayan leído El amor en los tiempos del cólera, esta pequeña introducción les mueva a hacerlo. Créanme, no se arrepentirán.

En nuestro particular tiempo de cólera, de COVID en este caso, también parece ser que la única solución viable es la vacuna que ya se ha empezado a administrar, porque el resto de las medidas empiezan a hastiarnos, máxime cuando las taifas autonómicas no son capaces de ponerse de acuerdo entre sí ni con el Gobierno, sobre cuáles son las más oportunas y, en ocasiones, además son contradictorias. Yo no entiendo, por qué es peor jugar un partido de tenis o tomar un café en una terraza que, por ejemplo, codearme con miles de personas en un centro comercial.

En cualquier caso, si convenimos, como decíamos, en que la vacuna es la solución, nadie puede comprender el motivo por el que su administración está resultando tan lenta. Si nos fijamos en la última estadística publicada al respecto, el pasado lunes, un país como Israel ya ha vacunado casi al 30% de su población, los Emiratos Árabes Unidos casi al 20%, el Reino Unido a más del 6% y Estados Unidos casi al 4%. Mientras, España está todavía en un raquítico 1’64% de población vacunada. Entiéndase, por supuesto, que estos porcentajes se refieren a la población en general. Si atendiéramos sólo al porcentaje de políticos inmunizados, posiblemente estaríamos a la cabeza del mundo.

El éxito de Israel no es ningún secreto. En primer lugar, el Gobierno negoció antes que nadie con las farmacéuticas para asegurarse el suministro adecuado de las dosis necesarias. Hay quien afirma que esto lo ha conseguido pagándolas más caras, pero resulta evidente que, sea cual sea el precio, será más barato que, como en nuestro caso, mantener la economía paralizada. En segundo término, es una autoridad única la que gestiona el sistema nacional de salud, no diecisiete como en España (algún día hablaremos del franco retroceso que, en dos cuestiones fundamentales, la salud y la educación, ha supuesto el sistema autonómico). Por último, pero no lo menos importante, todos los recursos, públicos y privados, se han puesto al servicio de esta empresa, mientras que aquí es un anatema para algunos que la sanidad privada pueda intervenir, cuando seguro sería de gran ayuda en el actual contexto.

Cuídense mucho y tomen todas las precauciones. Los políticos nos lo piden, y tienen razón. Pero desechen ese sentimiento de culpa que nos atenaza: ni ustedes ni yo podemos negociar con Pfizer o con Moderna el suministro de las vacunas. Ni ustedes ni yo podemos organizar la campaña de vacunación. Ni ustedes ni yo podemos movilizar la sanidad pública, la privada y el ejército para llevarla a término. Pero cuando vayan a votar en las próximas elecciones, recuerden quien podía hacer todo eso y más, y no lo ha hecho.

 EL NARRADOR OMNISCIENTE

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 16 DE ENERO DE 2021


ESPERANDO A GODOT

El narrador omnisciente

Esta semana retomamos la vena narrativa que infunde todo su sentido a esta sección, aunque no lo hacemos hablando de una obra literaria en concreto, sino de uno de los aspectos más interesantes a la hora de analizar cualquier texto, como es el punto de vista que utiliza el narrador. Qué duda cabe que una de las primeras cuestiones que se plantea el escritor cuando se enfrenta a la página, o a la pantalla, en blanco, es la voz a través de la que nos va a trasmitir su historia. Esa voz puede ser la de uno de los personajes involucrados en la trama, o puede ser un narrador externo que los conozca a todos pero que no sea ninguno de ellos.

En la práctica, el creador puede adoptar, básicamente, tres puntos de vista: hacerlo en primera persona, en segunda, o en tercera. En el primero de ellos, como decíamos, uno de los personajes asume la carga narrativa y el lector ha de presumir que ese individuo es el más próximo a la acción, proporcionando una visión íntima y retrospectiva de la mente de ese personaje. Como ejemplos de esta forma de contar una historia, podríamos citar a F. Scott Fitzgerald, con su personaje Nick Carraway, de El gran Gatsby, o a uno que resulta muy conocido, como Ishmael, el protagonista de Moby Dick, de Herman Melville.

La narración en segunda persona es poco frecuente en la novela. No obstante, quien la utiliza lo hace para arrastrar al lector hacia la historia y hacerlo sentirse partícipe de ella. Siendo pocos, como les refería, los autores que recurren a ella, hay dos ejemplos magníficos, como Si una noche de invierno un viajero, de Ítalo Calvino, o Diario de invierno, de Paul Auster.

Con todo, lo más frecuente es que el escritor recurra a una tercera persona para que narre el devenir de los acontecimientos. A su vez, este tipo de punto de vista se subdivide en dos: el narrador omnisciente en tercera persona, y el narrador limitado en tercera persona. El primero conoce todo lo referente a la trama y los personajes, puede entrar en sus mentes y desplazarse hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, añadiendo sus propias opiniones y observaciones a las de los personajes. Como ejemplos de ello, podríamos citar la novela del chileno Roberto Bolaño, 2666, o una del ruso León Tolstoi, Ana Karenina. El punto de vista del narrador en tercera persona limitado, o cercano, consiste en que el escritor se identifica con un personaje, pero realiza la narración en tercera persona. Este estilo le permite acceder a los pensamientos y a los sentimientos de los personajes, conservando una visión externa. El ejemplo más conocido de este último es 1984, de George Orwell, obra en la que los únicos pensamientos y sentimientos que se nos transmiten son los del protagonista, Winston Smith, pero éste, que es el narrador, desconoce los de los otros personajes.

En el panorama político patrio, que se ha convertido en una suerte de “Patio de Monipodio”, últimamente podemos extraer ejemplos de narrativa que asombrarían a cualquier estudiante de filología en su clase de crítica literaria, e incluso a varios catedráticos bien avezados en la materia, pues el discurso político se ha tornado inescrutable. Uno de los discípulos más aventajados en esta disciplina es el portavoz del asunto pandémico, el ínclito Fernando Simón, quien a fuerza de aparecer públicamente una y otra vez, equivocarse en sus predicciones cada vez que lo hace, y ser objeto de la burla de todos, le ha tomado el gusto al asunto y repite sus propias sandeces que, a estas alturas, maldita la gracia que hacen. Es un ejemplo típico de narrativa en primera persona.

Después tenemos a su jefe directo, el ministro y candidato Illa, del que hablábamos la semana pasada por quitarse la mascarilla y la careta. Este señor sería un ejemplo de narrativa en segunda persona. Él no tiene la culpa de nada. Somos nosotros, a los que nos hace partícipes de su relato, incluyéndonos en su discurso para hacernos ver que todos somos culpables de esta situación, todos menos él y el gobierno del que forma parte, por supuesto, que pasan de puntillas sobre todo, menos por la percepción de sus emolumentos a final de mes. No sé ustedes, pero a mí que me estén recortando mis libertades unos señores como el propio Sr. Illa, la ministra de Igualdad, el de Universidades, o el de Consumo, a los que no acierto a comprender por qué les pagamos el sueldo, empieza, por decirlo educadamente, a incomodarme.

Pero el número uno, el narrador omnisciente, el que está por encima del bien y del mal y mueve nuestros designios es él, su persona, el gran timonel, Pedro Sánchez. Él sabe lo que conviene en todo momento, Iván Redondo se lo aconseja. Hay pandemia: cede las decisiones a las Comunidades Autónomas. Hay nevada: espera a que escampe. Sube la luz: es coyuntural y sólo un 110%, no como en tiempos de Rajoy, que subió, nada más y nada menos que un 8%.

Claro que en Elche no nos quedamos a la zaga. El Gobierno Municipal se ha reunido y ha hecho un sesudo análisis de los problemas que debe afrontar la ciudad después de casi seis años de mandato del PSOE y Compromís, y nuestro alcalde nos lo ha explicado, en primera persona por supuesto: “Vamos a afrontar los retos de la ciudad, tales como el Mercado Central, el Edificio de Riegos del Progreso y el Hotel de Arenales.” Todo ello novedades que han surgido los primeros días de este año. Menos mal que, para ayudarnos contaremos con dos ilicitanas en el Gobierno Valenciano, la consellera de Innovación, Universidades, Ciencia y Sociedad Digital, Carolina Pascual (la del Centro de Diseño y Moda del Calzado que nos tenían que hacer en Elche) y la recién nombrada secretaria autonómica de Cooperación y Calidad Democrática, Toñi Serna. ¡Estamos salvados, aleluya!

 ILLA SIN MASCARILLA

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 9 DE ENERO DE 2021


ESPERANDO A GODOT

Illa sin mascarilla

Hace ahora casi dos años, el 25 de enero de 2019, publicaba en esta misma sección un artículo titulado “Las ruinas de Detroit”. En aquella ocasión les comentaba que siempre resulta interesante fijarnos en las ciudades que funcionan mejor que la nuestra, que son muchas por desgracia, para intentar importar sus modelos de éxito y sus experiencias de excelencia. Pero, quizás, también deberíamos fijarnos en ciudades que, tras un pasado esplendoroso y próspero, se han convertido en ejemplos a evitar, y ponía como ejemplo y caso paradigmático el de Detroit, en los Estados Unidos.

Aquel artículo venía a colación de la famosa lista en la que año tras año aparece Elche, y que también año tras año venimos poniendo de relieve, de los barrios más pobres de España. El año que acaba de concluir también tuvimos el dudoso honor de aparecer en ese ignominioso elenco. Claro que, ahora mismo, la situación general es tan catastrófica, tanto en lo sanitario, como en lo social y en lo económico, que estas cuestiones han pasado casi a un segundo plano en nuestra ciudad y en el conjunto de España.

No sé si será por esa dejadez catastrofista en la que estamos instalados, por la gestión, o más bien por la ausencia de ella, del Gobierno de la nación, pero parece ser que los datos macroeconómicos de España son los peores de todo el mundo desarrollado. Cuando finalmente esta horrible situación concluya, no saldremos más fuertes, como pregona la propaganda gubernamental, sino que habremos retrocedido muchos años en términos de creación de empleo y de riqueza.

Otros países, en cambio, pese a estar igualmente azotados por la pandemia, de la que nadie escapa, están tomando medidas para que, cuando la situación se normalice, puedan relanzar su tejido productivo. Un buen ejemplo de estos países lo encontramos en Eslovaquia. Esta joven democracia centroeuropea es sede de enormes factorías de algunos de los principales fabricantes de automóviles del mundo (Volkswagen, PSA y Hyunday), y es actualmente el mayor productor de automóviles por habitante de la Unión Europea.

Es cierto que España, pese a la caída de la producción de un 68,4% en la fabricación de vehículos que había experimentado ya en el primer semestre de 2020, sigue siendo el octavo productor mundial. La diferencia con Eslovaquia es que ese pequeño país está acometiendo una revolución en su modelo de negocio para favorecer, a corto plazo, la conversión en masa de las cadenas de producción de automóviles con motores de combustión interna a otros totalmente eléctricos.

Obviamente, la transformación que propone Eslovaquia, impulsada desde su propio gobierno, no está exenta de preocupaciones por parte de algunos segmentos de la población. La producción de un coche eléctrico requiere diez veces menos componentes que la de uno convencional, por lo que el país podría perder puestos de trabajo. Eso, en un pequeño país de 5,3 millones de habitantes, como del que estamos hablando, en el que el sector del automóvil supone un 13% de su producto interior bruto, podría representar un serio problema.

Pero los emprendedores locales no permanecen ajenos a la cuestión y ya se están posicionando. Como refería hace poco en un artículo sobre este tema el diario italiano La Repubblica, se están creando empresas como las que dirige Juraj Ulehla, que ha fundado “Voltia”, un negocio que se dedica a transformar furgonetas en vehículos eléctricos para alquilarlos posteriormente, y “Greenpoint”, una red de puntos de recarga que se está extendiendo por todo el país. Además, Eslovaquia está aprovechando los fondos de cohesión de la UE para favorecer a toda una pléyade de start-ups que están surgiendo gracias al empuje del sector.

Este es el debate, en definitiva, que se está viviendo ahora mismo en Eslovaquia. Mientras tanto, en España, los políticos en vez de discutir cuestiones como éstas, por el bien del país, se dedican únicamente a pergeñar estrategias para perpetuarse en sus respectivas poltronas, dado que la mayoría de ellos no tienen, como se dice popularmente, ni oficio ni beneficio en la vida real.

El último caso es el del aún, a pesar de que su permanencia en el cargo no sea ni ética ni estética, Ministro de Sanidad, Salvador Illa. Que un ministro cuya solvencia en el desempeño de su cargo está más que cuestionada pase a ser candidato en unas elecciones autonómicas es legítimo. Que el presidente del Gobierno, y el propio Illa, midan los tempos electorales en función de intereses partidistas y en medio de una situación tan grave como la que padecemos no lo es.

Sin embargo, el debate propiciado por la oposición no se centra en la nefasta gestión de Illa y del conjunto del Gobierno al que pertenece, sino en el hecho de que el otro día tomara el AVE a Barcelona sin llevar puesta la mascarilla. En Elche ha ocurrido algo similar. Parece ser que el alcalde, aunque no lo puedo asegurar, charlaba el otro día amistosamente con seis personas en la vía pública y con una cerveza en la mano. En este caso la oposición también ha cargado contra él, cuando sobrarían motivos para hacerlo por su gestión.

No creo que el problema sea que los políticos se quiten la mascarilla. En ese caso bastaría con que se les propusiera para una sanción administrativa, como se hace con el resto de los ciudadanos. El verdadero problema es que se han quitado la careta. De modo que mucho cuidado con seguir fomento el enfrentamiento, especialmente por parte de los que ostentan cargos públicos. Las lamentables imágenes que hemos presenciado en Washington D.C. ya las habíamos visto en España. Esperemos que no se repitan jamás, ni allí ni aquí.

Por cierto, empezamos el año sin hablar de literatura. Mal comienzo. Esperemos que 2021 termine mejor de lo que ha empezado.

 UNA NAVIDAD DIFERENTE

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 19 DE DICIEMBRE DE 2020


ESPERANDO A GODOT

Una Navidad diferente

Como ya les he referido en alguna ocasión, he dedicado toda mi carrera profesional al ámbito educativo. Por eso, aunque ahora ejerzo como inspector y mi régimen de vacaciones no coincide con las escolares, siempre me reservo unos cuantos días para poder disfrutar de un período de asueto durante la Navidad que se solape, más o menos, con el que disfrutan alumnos y profesores. No se preocupen, esta introducción no es un anticipo de una nueva diatriba contra la LOMLOE, que ya habrán inferido por anteriores artículos que no es precisamente santo de mi devoción, sino un anuncio de que no acudiré a mi cita semanal con esta sección y con ustedes hasta después de Reyes.

Por eso, y dadas las fechas en que nos encontramos, parece que lo suyo sería tirar de tópico y comentar algún relato navideño. De hecho, aunque siempre he intentado rehuir ese recurso, la Navidad me ablanda, y en los últimos años les he presentado, por estas mismas fechas, tres historias relacionadas con el tema, si bien he intentado que se salieran de lo convencional y tuvieran una carga literaria potente. En 2017 fue Un cuento de Navidad, de Charles Dickens; en 2018, La Tregua de Navidad, de Stanley Weintraub; y el año pasado, una novela de uno de mis escritores favoritos, El cuento de Navidad de Auggie Wren, de Paul Auster.

Este aciago año, desde todas las instancias oficiales, que tanto nos machacaron con la absurda “neolengua” de la “nueva normalidad” y la “desescalada”, se nos está insistiendo constantemente en que esta Navidad va a ser “diferente”, lo cual lleva el agua a mi molino, pues me permite enlazar con una novela que viene muy a propósito: Una Navidad diferente, del norteamericano John Grisham.

El protagonista de la novela, Luther Krank, es una especie de Scrooge moderno. Echando cuentas calcula que él y su mujer, Nora, podrían irse de vacaciones al Caribe por mucho menos de lo que se gastaron el año anterior celebrando la Navidad. Pero la cuestión es que Luther no sólo quiere irse de vacaciones durante la Navidad, sino que pretende, simple y llanamente, librarse de ella. En consecuencia, los Krank no comprarán un árbol, ni decorarán su casa, ni harán regalos, ni darán o asistirán a fiesta alguna. Sin embargo, una inesperada llamada telefónica en el último instante conduce a un cambio de planes. En definitiva, es una novela que rezuma misantropía, en franca contradicción con las historias navideñas al uso, entretenida y divertida, pero nada comparable a Dickens, por supuesto.

En Elche, de momento, la Navidad se centra en las idas y venidas de muchos ciudadanos, como se suele decir, “Correora pa munt, Correora pa baix”. Hay que reconocer que la calle Corredora y la Plaça de Baix presentan un aspecto francamente agradable para ese paseo “amunt i abaix” tras las obras acometidas recientemente, máxime en estas fechas, con la iluminación navideña, que añade un halo festivo y mágico. No cabe duda de que la actuación, de momento, ha sido un éxito. Que sea suficiente en sí misma para la reactivación económica del centro es otra cuestión. Muchos opinamos que quizás sea una condición necesaria, pero no suficiente, y que debería venir acompañada de otras medidas, especialmente referidas a la accesibilidad hasta la zona en transporte privado y a la cicatriz que supone un mercado central y su zona aledaña vallado y deteriorado.

El propio alcalde no lo debe tener del todo claro. De otra forma no se explicaría el motivo por el que se dedicó a sí mismo un publirreportaje en este mismo diario, hace unas tres semanas, en el que, a mayor abundamiento, no sólo intervenía él, alabando el proyecto de peatonalización, sino que también lo hacían, que yo recuerde, el arquitecto municipal, y el responsable de la empresa que ha acometido la obra. En estas entrañables fechas, no por navideñas, sino porque la aprobación del presupuesto municipal para el próximo ejercicio entra en su fase definitiva, la oposición debería ser un poco más incisiva con estos temas y revisar cuánto, cómo y en qué forma gasta el Gobierno local el dinero en comunicación. Lo digo porque la edil del área, la Sra. Maciá, se mostró extrañada de que nadie le hiciera ninguna pregunta sobre el presupuesto en la Comisión de Hacienda, cuando le había facilitado el expediente a todos sus componentes nada menos que “cinco” días antes.

En fin, estimados lectores, Elche sigue como siempre, esperando a Godot.

P.D. Para que no todo sean críticas, creo que cabe felicitar al responsable de programación del Gran Teatro, y por extensión a la Concejalía de Cultura, precisamente por haber incluido, el pasado día 5 de diciembre, la obra de teatro de Samuel Beckett que da título a esta serie de artículos. Magnífica. Quizás los que la presenciaron, o simplemente los que la conozcan, ya habrán barruntado porque esta sección se llama así.

 LA COMMONWEALTH MEDITERRÁNEA

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 5 DE DICIEMBRE DE 2020


ESPERANDO A GODOT

La Commonwealth mediterránea

Se atribuye a Groucho Marx aquella máxima en la que afirmaba que “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.” Lo cierto es que yo no añadiría ni una coma a esa definición, pergeñada hace decenios, que responde fielmente a la realidad que podemos constatar hoy en día.

La cuestión es que, por desgracia, son ya muchos y muy graves los problemas reales que nos acechan, sin necesidad de que venga nadie a buscar otros nuevos. Pero los políticos, haciendo gala de su “marxismo-grouchismo”, no cejan en su empeño. Ni siquiera el president de la Generalitat escapa a esta deriva. De otro modo no se entendería el discurso que pronunció el pasado martes en el Círculo de Economía de Barcelona, donde dictó una conferencia con el título de "España en el contexto geopolítico de la post-pandemia".

Durante su alocución, el President sugirió la creación de una “alianza catalano-valenciana” para “reinventar España”, añadiendo más tarde que esa alianza sería una suerte de "Commonwealth mediterránea para tender hacia una España catalana" y una "España de las Españas". ¿Cómo se han quedado? Porque yo estoy por convertirme también al marxismo (de Groucho insisto) para ver si logro entender algo.

En cualquier caso, como uno ha de reconocer siempre su propia ignorancia, he buscado en Internet el concepto de España (por saber qué es lo que hay que reinventar que no se haya inventado ya), el de Commonwealth (aunque por mi formación y ancestros anglosajones tengo cierta idea) y el de “alianza catalano-valenciana” (el más difuso, por decirlo de una forma políticamente correcta).

Según la Wikipedia, fuente no especialmente fiable, pero suficiente a los efectos que nos ocupan, España es “ un país transcontinentalmiembro de la Unión Europea, constituido en Estado social y democrático de derecho y cuya forma de gobierno es la monarquía parlamentaria. Su territorio, con capital en Madrid, está organizado en diecisiete comunidades autónomas, formadas a su vez por cincuenta provincias; y dos ciudades autónomas.” Según esto, España ya está inventada.

La definición de Commonwealth la pueden encontrar en la propia página de ese organismo: “The Commonwealth is a voluntary association of 54 independent and equal countries(La Commonwealth es una asociación voluntaria de 54 países independientes e iguales). La comparación, por lo tanto, entre dos comunidades autónomas de España y una comunidad de naciones libres e independientes está, como mínimo, mal traída. Aunque los mal pensados dirán que no ha sido un lapsus, sino que el Sr. Puig, al contrario que otros “barones” socialistas, ha optado por la vía del acercamiento al independentismo catalán.

Lo de “alianza catalano-valenciana” en Google sólo remite a la noticia sobre la conferencia del President que ya les he referido. Sumar fuerzas siempre es positivo cuando se persigue un objetivo pero, a lo mejor, los que vivimos en “les terres del sud” acabamos por pensar que, puestos a establecer alianzas, nuestros compañeros ideales serían murcianos y almerienses, con los que igual compartimos intereses más acordes que con los catalanes.

En fin, todas estas boutades no hacen sino confirmar “la insoportable levedad del ser” de muchos políticos, a los que recomiendo, y a ustedes también claro, la lectura de la novela que lleva, precisamente, ese título. La insoportable levedad del ser fue escrita por el checo Milan Kundera, en 1984. Ambientada en la Praga de 1968, trata la historia de amor, celos, sexo y traiciones que unen a dos parejas cuyas vidas se aproximan inexorablemente. Es una lectura fascinante que nos mueve a reflexionar sobre la gravedad de las decisiones que tomamos de forma cotidiana, y que nos afectan a nosotros y a los demás. En el caso de la conferencia de nuestro President de la que hablábamos, debería haber tenido en cuenta una observación del propio Kundera en su novela: “Los amores son como los imperios: cuando desaparece la idea sobre la que han sido construidos, perecen ellos también.” Es lo que le puede pasar a España.

Mientras tanto, el Gobierno de esta “España de las Españas”, Ximo Puig dixit, está estudiando si debe obedecer la orden del Consejo de Trasparencia al Ministerio de Sanidad de dar a conocer los nombres del comité de expertos que, en teoría, se han encargado de asesorarlo en la toma de decisiones en las cuestiones que tienen que ver con la pandemia que nos asola. Quizás nuestro Alcalde, después del “éxito” cosechado con las concesiones de los PGE para Elche, y en su calidad de Presidente de la Red de Entidades Locales por la Trasparencia y la Participación Ciudadana, pudiera recomendar acatar esa orden. Claro que, como se ha demostrado en reiteradas ocasiones, la trasparencia del consistorio ilicitano deja tanto que desear como la del Sr. Illa y compañía. Si Groucho Marx levantara la cabeza…

 DEL PUENTE A LA ALAMENDA Publicado en Diario Información el 8 de julio de 2023 Esperando a Godot   Del puente a la alameda   ...