EL DARDO EN LA PALABRA
Publicado en Diario Información el 9 de junio de 2017

ESPERANDO A GODOT

El dardo en la palabra

Muchas veces me he preguntado qué es realmente lo que diferencia al hombre del resto de las especies animales que pueblan nuestro planeta. La pregunta, desde luego, tiene su aquel. Para los presocráticos, el hombre es el sujeto cognoscente, voluntario o moral; pero una porción del cosmos, al fin y al cabo. Platón, de forma jocosa lo definía como un bípedo implume. Pero a mí me gusta más la visión aristotélica: el hombre es un animal político, un animal que habla.

En efecto, el habla es quizás el rasgo distintivo por antonomasia del género humano, si bien ciertos estudios, llevados a cabo en los últimos años, han demostrado que muchos primates superiores poseen la capacidad de comunicarse. De hecho, algunos simios son capaces de manejarse en lenguaje de signos con un vocabulario de unas trescientas palabras, que pueden utilizar incluso para manipular y mentir a sus congéneres, una habilidad para la que es necesario un desarrollo cognitivo complejo.

Lo cierto es que, dados los niveles de pobreza lingüística que nuestra sociedad está alcanzando, no me extrañaría que nuestra capacidad comunicativa pronto se viera sobrepasada por la de los simios, con sus trescientos vocablos. No así, por desgracia, la maestría de nuestra estirpe para el engaño y la manipulación, que no tiene parangón en el reino animal.

El insigne D. Fernando Lázaro Carreter (Zaragoza 1923-Madrid 2004) afirmaba que “Hablar mal no es una cuestión de estilo equiparable a estirar el dedo meñique en el momento del brindis, quien habla y escribe mal piensa mal, poco o nada; casos todos ellos de reducción del lenguaje y, por tanto, de la mente".

Lázaro Carreter, una de las mentes más preclaras que ha tenido España en los últimos cien años, fue académico y director de la Real Academia de la Lengua, así como catedrático de Lengua Española en la Universidad Complutense de Madrid, hasta su jubilación en abril de 1988.

Tuve la fortuna de conocer a D. Fernando, intelectualmente hablando por supuesto, gracias a su libro Curso de Lengua Española, que era el manual de la asignatura de Lengua Española de COU, y a la profesora que impartía clase de esa disciplina cuando yo estudiaba en el IES “La Asunción”, María Luisa Brotons, de la que tuve el honor de ser discípulo.

Unos años más tarde adquirí dos libros de Lázaro Carreter, en esta ocasión por el placer de su lectura, no por tener que superar asignatura alguna: El dardo en la palabra (Ed. Galaxia Gutenberg, 1997) y El nuevo dardo en la palabra (Ed. Aguilar 2003). El primero de ellos es una recopilación de artículos del autor, publicados en diversos periódicos de España y de la América hispánica entre 1975 y 1996. El segundo, compila los aparecidos en el diario“El País”entre 1999 y 2002.

Durante la presentación de El nuevo dardo en la palabra, el propio autor, próximo ya a cumplir los ochenta años, glosó algunas de las agresiones más comunes que, a su juicio, sufre nuestro idioma de forma cotidiana, aunque se mostró indulgente con ellos, aduciendo que todos las perpetramos en mayor o menor medida. Él mismo reconoció que en una ocasión, siendo director de la Real Academia, había llamado “testiga de Jesús” a Santa Teresa.

Si D. Fernando aún viviera, es probable que su lapsus linguae se hubiera tenido por un exponente del lenguaje políticamente correcto que impera hoy en día. A buen seguro, en los tiempos que corren, Lázaro Carreter se vería obligado a escribir un tercer volumen, que acaso se podría llamar, para no faltar a las corrientes en boga, El dardo en la palabra de la postverdad.

Pero de lo que sí estoy seguro es que si el ilustre académico viviera hoy, tendría abundante material para escribir sus “dardos” tan sólo con escuchar hablar a algunos de nuestros políticos. Si, como él decía, “quien habla mal, piensa mal”, quizás deberíamos prestar atención a la dicción de algunos representantes antes de depositar nuestro voto.

De hecho, si nos circunscribimos al ámbito local, me entristece decir que nuestros munícipes, personas muy preparadas y circunspectas por otra parte, caen en los mismos errores y pronuncian las mismas coletillas que a Lázaro Carreter le ponían los pelos como escarpias. Basta con atender cualquier resumen de un pleno, o cualquier intervención pública de algunos de ellos, para percatarnos de que están más preocupados por el lenguaje de lo políticamente correcto que por la lengua española, o valenciana, tanto da.

El pasado martes, sin ir más lejos, escuché una entrevista que le hicieron a una política en un medio de comunicación local. Sin entrar a valorar el fondo de la misma, pues como comentábamos anteriormente hasta los simios son capaces de mentir, su dicción, su sintaxis y su léxico dejaban mucho que desear.

Por desgracia para nosotros, que no para ella que se lo tiene bien merecido, mi antaño profesora y ahora amiga, María Luisa Brotons, ya está jubilada. Si no lo estuviera, recomendaría a algunos que pasaran por sus clases.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

 DEL PUENTE A LA ALAMENDA Publicado en Diario Información el 8 de julio de 2023 Esperando a Godot   Del puente a la alameda   ...