EL AÑO QUE VIVIMOS PELIGROSAMENTE
Publicado en Diario Información el 29 de diciembre de 2017


Esperando a Godot

El año que vivimos peligrosamente

29.12.2017 | 00:51

The Year of Living Dangerously (El año que vivimos peligrosamente) es una novela escrita por Chrisopher Koch, en 1978, en la que un periodista australiano, una diplomática británica y un fotógrafo chino-australiano viven una serie de vicisitudes en Yakarta, capital de Indonesia, durante los hechos acaecidos el verano y el otoño de 1965, y que desembocaron en el intento de golpe de Estado, protagonizado por el Partido Comunista de Indonesia, el 30 de septiembre de 1965. El título de la novela hace referencia a la expresión italiana vivere pericolosamente, vivir peligrosamente, utilizada por el presidente de Indonesia, Sukarno, como título de su discurso del Día Nacional, pronunciado el día 17 de agosto de 1964.


La novela fue llevada al cine en 1982, con un film homónimo dirigido por Peter Weir. En la película, Mel Gibson da vida al inexperto reportero australiano Guy HamiltonLinda Hunt al enigmático fotógrafo, B illy Kwuan, mientras que el papel de Jill Bryant, la atractiva mujer que trabaja en la embajada británica, es interpretado por Sigourney Weaver.


En marzo del año que está a punto de finalizar, a un grupo de ilicitanos se nos propuso escribir un artículo semanal en este diario, cada uno un día fijo de la semana. Comenzaba, de esta forma, una particular y singular aventura que, a tenor de lo que hemos comentado entre nosotros de forma jocosa en alguna ocasión, me atrevería a titular, parafraseando a Koch, «el año que vivimos peligrosamente».


Algunos nos conocíamos, otros no; nada teníamos en común, salvo quizás que la profesión mayoritaria entre nosotros, pero no única, sea la de docente. Nuestra formación, nuestra militancia política y, en principio, nuestra concepción de la vida y de la sociedad, también podían intuirse dispares.No obstante, después de compartir la misma página durante nueve meses, y mesa y mantel en alguna que otra ocasión, debo decir que, o bien el leernos los unos a los otros nos ha hecho atemperar nuestros discursos, o bien que la reflexión que exige escribir algo que van a leer miles de personas, incluidas muchas que no piensan lo mismo que uno, mueve a una moderación en las formas y en el fondo, en busca de un consenso con el lector o, al menos, de cierta complicidad por su parte.


Ahora, a punto de acabar este año, y dado que la gripe que padezco estos días no me va a permitir pensar con la lucidez suficiente para hilvanar un artículo en las mejores condiciones, me voy a limitar a hacer un repaso a mis treinta y cinco escritos de esta sección, para analizar los temas tratados y hacer mínimos apuntes sobre ellos.


De entre todos los asuntos a los que he intentado aportar mi opinión estos últimos meses, hay cuatro que aparecen de forma recurrente: la educación, las infraestructuras, el buen gobierno municipal y de los partidos políticos, y la necesidad de colaboración entre Elche y Alicante frente al centralismo de Valencia.


La educación ha sido uno de los asuntos que más he tratado, quizás por deformación profesional. Estos últimos meses ha habido bastantes temas polémicos que volverán a estar de actualidad en 2018. El Decreto de plurilingüismo del Consell, tumbado en los tribunales a instancias de la Diputación de Alicante, va a tener su continuidad con una Ley de plurilingüismo que comienza en breve su trámite parlamentario. Las aulas prefabricadas son las mismas, o más en el caso de Elche, que al principio de legislatura, y el tan cacareado «Pacto Educativo» ni está ni se le espera. En resumen, parece que sigue siendo más rentable hacer política con la educación que Política Educativa.


En el tema de las infraestructuras, con especial énfasis en las infraestructuras ferroviarias, parece que algo se ha avanzado; aquí sí parece haber un consenso sobre las propuestas planteadas (desde Elche Piensa, creo que es justo que todo el mundo sepa quien inició esta reivindicación) para que el apeadero del AVE en ninguna parte (Estación Dama de Elche según nuestro Ayuntamiento) tenga una conexión con las estaciones de Elche-Parque y Elche-Carrús y de ahí con el aeropuerto, pasando por Elche-Parque Empresarial e IFA. Pero, ¡cuidado!, una obra no es útil cuando se comienza, sino cuando está operativa.En cuanto al buen gobierno municipal y la democracia interna de los partidos seguimos enquistados en lo de siempre: ambos conceptos son muy llamativos en la teoría, pero muy difíciles de llevar a la práctica. Comenzando por lo segundo, todos los grandes partidos, nuevos o viejos, sin excepción, tienen que rendir cuentas en Madrid o en Valencia; quien diga lo contrario miente y quien lo piense es un ingenuo. Por lo que se refiere al buen gobierno municipal, el consistorio lo ha fiado a dos conceptos: transparencia y participación. En los dos ha fracasado. Tiempo hay de rectificar, pero lo veo difícil con los actuales responsables.


La necesidad de colaboración entre Elche y Alicante es algo tan imprescindible como utópico. Todos leemos y oímos en los medios como Valencia se queja amargamente, con cierta razón, no lo niego, de la infrafinanciación que sufre por parte de «Madrid». Pero a la hora de la verdad, ese dinero, mucho o poco, termina por quedarse en Valencia y su área metropolitana. Lo poco que le sobra a Valencia llega a Alicante (capital) y a Elche no llega prácticamente nada. Una colaboración proactiva entre Elche y Alicante iba a sembrar muchas dudas en Valencia. ¿Han oído hablar de «Tabarnia»?


EL JARDÍN DE LAS DELICIAS
Publicado en Diario Información el 22 de diciembre de 2017


Esperando a Godot

El jardín de las delicias

22.12.2017 | 00:43

El jueves de la semana pasada, mientras realizaba la cata de un magnífico jamón, adquirido esa misma tarde en un establecimiento recientemente inaugurado en el centro de Elche, sintonicé en mi televisión las noticias de una cadena local ilicitana. Lo hago, en ocasiones (lo de ver las noticias locales, no lo de catar jamón por desgracia), por si algún hecho relevante de la actualidad me sirve como inspiración para escribir un artículo.


Lo cierto es que el corsé que me he impuesto a mí mismo, que como sabrán consiste en intentar traer a colación asuntos, más o menos relevantes, de nuestra ciudad, con el pretexto de un texto literario, hace que a veces las musas no llamen a mi puerta. Pero después de contemplar el noticiero que les refería, no sólo me vino a la cabeza una obra, sino una corriente artística entera: el surrealismo.


El surrealismo es un movimiento artístico, surgido en Francia en la década de 1920. Su manifiesto fundacional fue publicado por André Breton en 1924; en él se explica que la situación histórica en aquel momento de posguerra hacía necesario un arte nuevo que explicara la condición humana en su totalidad. En este movimiento, el arte nace del automatismo puro, de una forma de expresión en la que la mente no ejerza ningún tipo de control.


Aunque el surrealismo nació oficialmente con el Manifiesto Surrealista de Breton, sus objetivos artísticos ya se habían plasmado de forma nítida en las obras de artistas muy anteriores, como Giuseppe Arcimboldo (1526-1593), Pieter Brueghel el Viejo (1525-1569) o Hieronymus Bosch (1450-1516). Este último, más conocido en España como «El Bosco», es, de los tres, mi favorito. En el Museo del Prado se pueden contemplar catorce de sus obras; no dejen de admirar todas ellas pero, si me piden que señale dos, les recomendaría el Tríptico del carro de heno y, en especial, el Tríptico del jardín de las delicias.


Probablemente, El Jardín de las delicias es una de las obras más enigmáticas, asombrosas y bellas de la historia del arte. En ella, El Bosco representa al mundo entregado al pecado y muestra a hombres y mujeres desnudos, manteniendo relaciones -algunas contra natura- con una fuerte carga erótica o sexual alusiva al tema dominante en esta obra, el pecado de la lujuria.


Si la noche en que vi el espacio televisivo que me ha inspirado este artículo hubiera estado entregado al pecado de la lujuria, en lugar de al de la gula, seguramente me habría ahorrado el bochorno de contemplar en la pequeña pantalla como dos concejales del equipo de gobierno, dos (el de Participación y el de Parques y Jardines), elevaban a categoría de noticia la inauguración de un jardín con juegos «biosaludables»; noticia ilustrada con imágenes de los ediles jugueteando en el parque, al tiempo que afirmaban que todo ello se había creado gracias a los «presupuestos participativos», en los que no participa casi nadie y que son, junto a la «transparencia» proclamada y perdida hace tiempo, las mayores boutades de los socios compromisarios del gobierno tripartito.


Esta aparición estelar en la televisión de nuestros dos munícipes me confirmó lo que muchos estudiosos afirman: España es uno de los países en los que el movimiento artístico y literario surrealista ha alcanzado sus más altas cotas. Dejando a un lado las artes plásticas, con Salvador Dalí a la cabeza, podemos hablar también de representantes del surrealismo en el cine y en la literatura española que han logrado un amplio reconocimiento internacional.


En el cine despunta, sin ningún género de dudas, la figura del insigne aragonés Luis Buñuel, con películas como Un perro andaluz (1929) y La edad de oro (1930). Un perro andaluz, quizás su filme más conocido de su etapa parisina y surrealista, está inspirado en un poco convencional guión que trata las tribulaciones sexuales de un joven; el guión fue escrito en colaboración con Dalí, que por aquel entonces ya había enfriado su relación con Federico García Lorca, su más íntimo amigo hasta la fecha.


García Lorca, precisamente, también tuvo su época surrealista. Su magnífico poemario Poeta en Nueva York, escrito durante su estancia en la ciudad de los rascacielos, entre 1929 y 1930, recoge en muchos de sus versos ese ensambladura fortuita de palabras, esa reseña de sueños y esa liberación del lenguaje mediante diversos artificios, tan propios de la literatura surrealista.


La otra noche, mientras comía jamón frente al televisor, me di cuenta de que mi primera apreciación sobre los dos ediles había sido injusta; debo pedir disculpas por mis comentarios anteriores. Lo que pretendían hablándonos de juegos biosaludables y presupuestos participativos, mientras se balanceaban rítmica y acompasadamente sobre los aparatos recién instalados, era instruirnos sobre los grandes logros en la gestión de sus respectivas áreas de una forma didáctica y amena.


A lo mejor, con un vídeo de estos dos ediles o, mejor aún, con uno de Xavi Castillo con un embudo en la cabeza (como en otro cuadro de El Bosco titulado La extracción de la piedra de la locura), nos podrían explicar algunas cosas, relacionadas o no con los presupuestos participativos.


A muchos ciudadanos nos gustaría saber, sin ir más lejos, cómo va la lucha contra el picudo rojo, por qué hay más barracones en los colegios ahora que al principio del mandato, qué dice realmente el contrato del nuevo Mercado sobre la peatonalización de la Corredora, qué se pretende hacer para fomentar el turismo, o cuándo va a aceptar el alcalde la petición de Compromís (no muy virulenta, eso sí) sobre la destitución de Blanca González.


Todo demasiado surrealista, quizás. Sigamos pues con el jamón y apaguemos la televisión.


SIN NOTICIAS DE GURB
Publicado en Diario Información el 15 de diciembre de 2017


Esperando a Godot

Sin noticias de Gurb

15.12.2017 | 01:41

Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza, es la novela más surrealista e hilarante escrita por el autor, ganador del Premio Cervantes de 2016. Ambientada en la Barcelona de los meses previos a las Olimpiadas de 1992, describe la caótica efervescencia que se vivía para su preparación en forma de un preciso diario, escrito por un extraterrestre que busca a su compañero de expedición, Gurb.


Desde luego, para un alienígena no puede haber nada más desconcertante que aterrizar en nuestro planeta y tener que acostumbrarse a sus usos y costumbres, aunque el protagonista parece bastante preparado para ello: primero camufla su nave para que parezca un edificio residencial más, después adopta forma de terrícolas que él considera respetables, tratando de pasar inadvertido, como el Papa, el Duque de Kent o Gary Cooper para, de forma paulatina, ir convirtiéndose en un ordinario humano medio.


Aunque la novela de Mendoza está ambientada en Barcelona, la verdad es que el autor, si bien es cierto que utilizando grandes dosis de ironía e hipérbole, lo que pretende es hacer una crítica desencantada de la sociedad contemporánea, por lo que la obra podría haberse desarrollado en cualquier otro lugar.


Imaginemos por un momento que, como en Sin noticias de Gurb, una misión espacial de un lejano planeta, en el que existe una civilización inteligente y con una capacidad técnica muy superior a la nuestra, eligiera explorar nuestro planeta; que de todos los países que conforman la ONU se decantara por el nuestro, cosa que haría porque es el más plural, plurinacional y progresista del orbe; que de todas las regiones, nacionalidades y ciudades autónomas, se decantara por la Comunidad Valenciana, pues somos un ejemplo de austeridad: siendo más pobres que la media, recibimos menos financiación que los ricos y, aún así, nos queda dinero para abrir una televisión que costará un potosí.


Sigamos imaginando, aunque ya habrán barruntado a dónde quiero ir a parar. Exacto, son ustedes unos lectores inteligentes: de entre todos los pueblos y ciudades de la Comunidad Valenciana, elegirían Elche; de hecho, les voy a contar como una primicia absoluta de este diario que los extraterrestres ya están entre nosotros. Su aterrizaje se produjo la noche del pasado 13 de agosto, aprovechando el momento álgido de la Nit de l'Albà para que los destellos de su nave pasaran inadvertidos.


Poco después del aterrizaje, los dos seres que conforman la misión camuflaron su nave. Para que pasara inadvertida, le dieron la forma del bloque del barrio de San Antón, recientemente inaugurado. Poco después, desde su nueva residencia observaron que , al cesar los destellos en el cielo provocados por la pólvora, cientos de vehículos propulsados por combustibles fósiles enfilaban la carretera de Santa Pola.


Ese hecho los dejó perplejos, pues su mente no concebía esos desplazamientos repentinos, y menos utilizando una tecnología tan obsoleta y perjudicial para el planeta; habían leído que en otros lugares cercanos a su destino en la tierra utilizaban otros medios, primitivos también, pero más acordes con la salvaguarda del medio ambiente, como los tranvías o los autobuses de guiado óptico. Parece ser que estos terrícolas eran de lo más primitivo.


Sin embargo, al día siguiente, disfrazados de Mercedes Alonso y de Carlos González, para pasar inadvertidos, acudieron a un lugar en el que se representaba algo que no llegaron a entender bien, pero que les pareció de un gusto exquisito. Misteri d'Elx, les dijo que se llamaba aquello una señora que blandía un abanico con movimiento acompasado y enérgico. «Bueno, ¡también tienen cosas interesantes estos terrícolas ilicitanos!», se dijeron, sorprendidos al constatar que muy pocos habitantes de otros lugares del planeta acudían a contemplarlo.


La mañana del día 15 de agosto, a la vista de que sus disfraces del día anterior no habían causado el efecto deseado, los cambiaron por el de Mireia Mollà y el de Jesús R. Pareja y se dieron un chapuzón en la piscina del barrio de Los Palmerales, cerca de su nave camuflada como vivienda; después, el que se había disfrazado de Pareja tuvo que ir a algo que los locales llaman procesión, mientras que el otro pudo ir a la cafetería del MAHE a tomar el aperitivo, sana costumbre terrícola consistente en ingerir cinco centímetros cúbicos de alcohol etílico mezclado con agua con quinina, al tiempo que se ingieren unos tubérculos fritos en el jugo del fruto de un árbol denominado olea europaea.


El día 16 de agosto se dirigieron a lo que los indígenas llaman Ayuntamiento, pues habían leído en sus informes que ahí reside el máximo representante del gobierno de las ciudades terrícolas, el alcalde. En esta ocasión optaron por disfrazarse de periodistas. Ya iban aprendiendo un poco los usos locales y sabían que unos cuantos acuden todos los días al Consistorio para asistir a una especie de liturgia, que allí llaman «rueda de prensa», en la que un concejal anuncia cuestiones tan interesantes como la llegada de Papá Noel, de Mamá Noel y de los elfos.


Su sorpresa fue superlativa cuando un señor muy amable, Manolo dijo que se llamaba, les informó de que el señor alcalde, igual que muchos otros terrícolas de la zona, tomaba el día 16 lo que ellos llaman vacaciones, pero que podían hablar con otro señor, un tal Antonio García, que le estaba sustituyendo en ese momento.


Así lo hicieron, y con sus credenciales de El Alcázar y de Mundo Obrero accedieron al despacho de Alcaldía, no sin cierto recelo por parte del alcalde en funciones al observar la acreditación del primero y los lápices en las orejas de ambos. Tras dos horas de conversación, los dos aliens abandonaron la estancia convencidos de una cosa: Compromís acabaría con el Rhynchophorus ferrugineus, aunque fuera por aburrimiento, no como otros a los que este señor llamaba PP, nombre habitual en la zona. «¡Menuda brasa nos has dado!», pensaban, al tiempo que, de forma telequinética, se emplazaron en el bar más cercano para ingerir una dosis de alcohol etílico rebajado con cebada y agua bien fresquita.


LA PULSERA DE LAPISLÁZULI
Publicado en Diario Información el 7 de diciembre de 2017


Esperando a Godot

La pulsera de lapislázuli

07.12.2017 | 23:44

El pasado martes recibí, por correo electrónico, un escrito en el que se reconoce el trabajo de todos los que hemos estado, de una u otra forma, implicados en el Programa Municipal para la Prevención y Control del Absentismo Escolar, del Ayuntamiento de Elche, con motivo del galardón de buenas prácticas que a ese programa le ha otorgado la Federación Española de Municipios y Provincias y el Ministerio de Educación y Cultura. La misiva me produjo una oleada de sentimientos, que podría definir como una extraña y fragante mezcla de orgullo, gratitud y añoranza.

Orgullo por mi ciudad, por saber que gobiernos municipales de diferentes signos han sabido mantener este programa, que se pone como ejemplo en toda España, para luchar contra el absentismo escolar; gratitud porque se hayan acordado de mí, cuando mi participación fue tan modesta como dejar trabajar con toda la comodidad que fui capaz a las que realmente saben del tema; añoranza por los cuatro años en que tuve el honor de colaborar con Itziar Ruete Manoli Gutiérrez. No cabe duda de que el éxito del programa de prevención del absentismo en Elche es fruto de la colaboración de muchísimas personas (profesores, equipos directivos de los centros, inspección, policía local, SPEs, servicios sociales?). Pero hay algo de lo que estoy absolutamente convencido: sin la coordinación de Itziar y Manoli sería un buen programa de absentismo, pero sólo uno más.

Es justo reconocer también, lo cortés no quita lo valiente, que la actual concejal de Educación, Patricia Macià, ha seguido en la línea de mantener y apoyar el programa de absentismo y su fruto, aparte del merecido galardón, es que las cifras de absentismo entre el alumnado ilicitano se siguen manteniendo en unos guarismos que son la envidia de otras ciudades. Como sé que la señora Macià es ferviente seguidora de esta modesta columna, le doy la enhorabuena y la animo a seguir en esa línea, aunque sé que sus múltiples obligaciones al frente de la portavocía municipal, el área de Cultura y su profusa presencia en las redes sociales, no le dejan mucho tiempo para ocuparse de los asuntos educativos.

Resulta evidente que en Elche, cuando se afrontan los problemas de forma colectiva, el resultado suele ser excelente. En el ámbito de la educación, aparte del Programa Municipal para la Prevención y Control del Absentismo Escolar, tenemos otro gran ejemplo: Convielx. Convielx es un grupo de trabajo, en el que están integrados todos los institutos públicos de la ciudad, que desarrolla investigaciones y acciones encaminadas a la mejora de la convivencia en el ámbito escolar. Además, Convielx organiza diferentes foros, como el Congreso de Educación Emocional Ciudad de Elche, dirigidos a la comunidad educativa en su conjunto. Como reconocimiento a su labor, Convielx recibió, en 2011, el Premio Extraordinario de Convivencia de la Conselleria de Educación. Hay tantas personas involucradas en Convielx que no podría nombrarlas a todas, pero no puedo dejar de reconocer expresamente la dedicación de una profesora cuya capacidad de trabajo está fuera de los límites humanamente predecibles: Julia Miquel, del IES La Asunción.

Abundando en el tema de los reconocimientos, y dado que semana tras semana intento, con mayor o menor éxito, engarzar esta colaboración con un texto literario, me gustaría presentarles a un hombre y una obra suya, que me han venido al recuerdo al hablar de temas relacionados con la educación: se trata de Mario Sànchez i Candela y su novela La pulsera de lapislázuli.

Mario es director del IES Macià Abela, de Crevillent y lo conocí por motivos laborales. Nunca mezclo la política con el trabajo, ni con la amistad. Lo primero me parece poco profesional y lo segundo absurdo. Por eso, aunque es probable que la ideología política de Mario esté en las antípodas de la mía, aplicando los preceptos mencionados sobre trabajo y amistad, siempre hemos tenido una relación muy cordial.

El ejemplar de La pulsera de lapislázuli que hojeo mientras escribo estas líneas es un regalo que me hizo el mismo Mario, antes de emprender su primera batalla contra un maldito cáncer. La pulsera de lapislázuli es una novela corta que, en palabras del propio autor, narra «dos historias diferentes, dos personajes con sus circunstancias personales similares pero con una diferencia de 2.500 años de por medio. Viajes, peligros, amor, odio, magia, mundo antiguo y mundo moderno, atrocidad antigua y atrocidad moderna. En realidad, nada ha cambiado tanto en lo esencial: el ser humano, pese a la lección que intenta darnos la diosa Clío, vemos cómo se repite una y otra vez, incapaces de remediarla, y lo que es peor, después de haberla aprendido».

¡Qué gran verdad Mario, cuán poco ha cambiado la humanidad en veinticinco siglos! Los mismos vicios, las mismas virtudes. Por eso cuando hay personas como Manoli, como Itziar, como Julia que llevan su trabajo y su compromiso mucho más allá de lo que se les puede exigir, hay que reconocérselo con premios, pero también con nuestro reconocimiento diario. En cuanto a ti, Mario, que me han contado que de nuevo estás luchando contra la enfermedad, recibe también mi reconocimiento. Força i salut!


LA CARRETILLA ROJA
Publicado en Diario Información el 1 de diciembre de 2017


Esperando a Godot

La carretilla roja

30.11.2017 | 23:19
Vistas aéreas desde la basílica de Santa María. 

Se conoce como movimiento imagista a una corriente poética, inserta en el modernismo, que tuvo una corta vida pero una gran influencia recíproca con los «ismos» artísticos y estéticos de su época: el vorticismo, el impresionismo, el expresionismo, el cubismo, el objetivismo o el surrealismo, por nombrar algunos.

Aunque los poemas imagistas empiezan a aparecer a principios del siglo XX, el movimiento fue fundado oficialmente por Ezra Pound, en marzo de 1913, con la publicación de un libro de poemas entre los que aparece su In the Station of the Metro, junto con otros poemas imagistas y el manifiesto fundacional de esa corriente literaria.

Sin embargo, si tuviera que elegir un poema imagista, sin duda les diría que mi favorito sería éste:

so much depends / tantas cosas
upon / dependen de
a red wheel / una carretilla
barrow / roja
glazed with rain / lustrosa por el agua
water / de la lluvia
beside the white / junto a los pollos
chickens. / blancos.

Estos sencillos versos corresponden a uno de los poemas más conocidos del poeta norteamericano William Carlos Williams (1883-1963): The Red Wheelbarrow (La carretilla roja). Williams es considerado uno de los mejores poetas en lengua inglesa del siglo XX. Este poema de dieciséis palabras, publicado en 1923, fue recibido como un manifiesto del modernismo norteamericano y ha inspirado innumerables debates sobre su significado.

No cabe duda de que Williams, al escribir el poema, estaba intentando ser provocador. De hecho, muchos lectores se han sentido molestos y frustrados con su lectura, por considerarlo no ya una obra maestra de la literatura en lengua inglesa, sino un poema perezoso e infantil. Nada más lejos de la realidad. El poema es una pieza literaria altamente sofisticada, en la que se aprecia la influencia del dadaísmo, especialmente de Marcel Duchamp, que podía crear una obra de arte utilizando objetos tan cotidianos como un urinario o una rueda de bicicleta (sus célebres «ready-mades»).

En efecto, Williams era capaz de crear una obra de arte con sólo dieciséis palabras y, al igual que Duchamp, con los objetos más cotidianos que uno pueda imaginar: una carretilla roja y unos pollos blancos, cuyos colores contrastan de la misma forma con que lo hace la inmovilidad del artilugio con el movimiento que se supone a los animales.

¡Cuánto arte, cuánta belleza, con tan modestos ingredientes! Quizás este movimiento artístico sea una metáfora de la forma con que se forjó el carácter del pueblo norteamericano, básicamente durante los siglos XIX y XX. En España, muy al contrario, si tuviéramos que definir nuestra forma de ser con un estilo artístico, estoy convencido que éste sería el barroco.

Esto es especialmente cierto en la Comunidad Valenciana, donde, aparte de ese carácter barroco de sus gentes, podemos encontrar ejemplos arquitectónicos que llevan ese horror vacui típico del estilo a límites insospechados; sirva como ejemplo de ello el palacio del Marqués de Dos Aguas, en València, obra de Hipólito Rovira, en el que no queda ni un centímetro por decorar. En nuestra Basílica de Santa María, por supuesto, también predomina el barroco, si bien comparte rasgos con otros estilos.

Sí, quizás sea ese carácter nuestro el que lleva a nuestros representantes políticos en el ámbito municipal a trasladar ese horror vacui, tan barroco, al ámbito de su gestión; ya falta poco para las elecciones y hay que empezar a intentar convencer a los ciudadanos que «la carretilla roja» se pone en marcha.

El problema es que en el poema no se describe a nadie tras la carretilla; lo que es peor, sólo a los «pollos blancos» junto a ella.

Williams creó una obra de arte con dieciséis palabras. Duchamp lo hizo con un urinario. Elche tiene tres Patrimonios de la Humanidad, pero no tiene una política turística digna de tal nombre; grandes artistas plásticos, que critican abiertamente la gestión cultural del Ayuntamiento; un aeropuerto con un volumen de tráfico anual de 14 millones de pasajeros, sin conexión por ferrocarril; un ferrocarril sin conexión con la ciudad; una conexión ferroviaria con Alicante y Murcia que corre el riesgo de desaparecer; probablemente el mayor patrimonio arqueológico íbero de España, pero sin un gran Museo de Arte Íbero en la ciudad, que sí se ha construido en Jaén; el mejor parque empresarial de la Comunidad Valenciana, sin conexión a la red de autopistas; la mejor agricultura de Europa, pero sin agua; una industria agroalimentaria que tendrá que importar la materia prima?

Pero no se preocupen. Verán que a partir de enero, a año y medio de las elecciones, todo va a empezar a solucionarse; o se va a prometer que pronto se solucionará; o si no se soluciona será por culpa de otros, ya sean socios del gobierno propio o antiguos gobernantes.

En fin, creo que lo mejor, hasta que pasen los comicios, será recluirnos en la lectura de la poesía. Les recomiendo empezar por un poema del inglés Philip Larkin titulado High Windows. No tienen más que teclearlo en Google, está traducido al español.

CUENTO DE NAVIDAD
Publicado en Diario Información el 24 de noviembre de 2017


Esperando a Godot

Cuento de Navidad

24.11.2017 | 00:15

Se acerca la Navidad. De hecho hoy queda justo un mes para Nochebuena y, tanto en las tiendas del centro y de los barrios y pedanías de Elche, como en sus grandes superficies comerciales, ya se barrunta esa orgía consumista que este año se presume mayor, si cabe, gracias a la recuperación económica; recuperación que, siendo ya un hecho en cuanto a magnitudes macroeconómicas, parece ser que, por fortuna aunque de forma paulatina, se está reflejando en las cifras de empleo y en términos de consumo de las familias españolas.


Esta vorágine de compras, luces parpadeantes adquiridas en los «chinos», lotería con recargo de tres euros o compartida con los compañeros, villancicos americanos y buenos deseos, más o menos sinceros, han eclipsado lo que algunos, creyentes o no, habían venido en llamar, acaso de forma un poco cursi, «el espíritu de la Navidad».


Ese espíritu, que en inglés se dice «ghost», igual que fantasma, me trae a la memoria la que quizás sea la obra más conocida del escritor inglés Charles Dickens: A Christmas Carol (Un cuento de Navidad), publicada por vez primera en 1843. Un cuento de Navidad fue el libro más vendido de la Navidad de 1843; sólo en ese período se vendieron seis mil ejemplares, y su popularidad no decayó con la llegada del nuevo año. Baste decir que, a los dos meses de su aparición, los teatros ingleses ya incluían en sus programaciones ocho adaptaciones del libro.


Hoy en día, transcurridos casi doscientos años desde que Dickens alumbrara este magnífico relato, Un cuento de Navidad sigue gozando de la misma popularidad. Charles Dickens, a través de la voz de Scrooge, continúa conminándonos a honrar el espíritu de la Navidad y mantenerlo todo el año.


No en vano, Dickens, además de un gran escritor fue una persona comprometida con los problemas sociales de su tiempo. Una de sus mayores preocupaciones era que los niños necesitados se vieran abocados al crimen y al delito para poder sobrevivir. El escritor, como algunos de sus coetáneos, opinaba que sólo una correcta educación podría proporcionar una vida mejor a estos niños.


Por ese motivo, Charles Dickens colaboró en el movimiento que se denominó las Ragged Schools. Dicho movimiento, que surgió en el Reino Unido en la década de 1840, consistía en una serie de escuelas de caridad que proporcionaba, a los niños que lo precisaran, una educación completamente gratuita, además de comida, vestido, alquiler y otros servicios básicos para aquellos que no pudieran obtenerlos de otra forma.


En la mayoría de los casos, estas escuelas se establecían en los barrios pobres y de clase trabajadora que surgían en unas ciudades que, con el rápido avance de la Revolución Industrial, crecían de una forma desmesurada en la Inglaterra Victoriana.


Sin embargo, la labor de las Ragged Schools, encomiable y beneficiosa para la sociedad en principio, también tuvo sus detractores; de hecho, algunos las consideraban el trabajo de cristianos tendenciosos cuyo objetivo no era otro que reprimir el desarrollo del paganismo de unas masas urbanas, en potencia incontrolables. Los que eran de esta opinión, creían que Lord Shaftesbury, el fundador de las Ragged Schools, podía haberlas concebido como un bastión contra la secularización y la radicalización de la clase obrera.


En cualquier caso, la investigación de los historiadores ha demostrado que la labor de las personas que se dedicaban a educar a estos niños era totalmente altruista y desinteresada; es más, no sólo no se trataba de un intento de adoctrinamiento de la clase media y alta sobre la clase trabajadora, sino que incluso una gran mayoría de los profesores voluntarios provenían de esa misma clase trabajadora.


Adoctrinamiento. Qué fea palabra. Perdonen que la utilice. Me siento como si estuviera profiriendo un improperio. Pero resulta que el término se ha puesto de moda en los últimos días, pues, como consecuencia de la situación en Cataluña, muchos dicen que los profesores adoctrinan a los niños, y que se deberían establecer unos mecanismos de control más férreos para que eso no pueda llegar a ocurrir.


No voy a entrar a discutir lo que haya ocurrido en Cataluña, porque ya hay suficientes comentaristas, tertulianos, y algunos bocazas, opinando, como suelen hacer, sobre cuestiones que les son totalmente ajenas y sobre las que no disponen de datos objetivos; lo que sí está claro es que en esa región ha habido una quiebra total del respeto por las normas básicas del estado de derecho y que algunos, con conocimiento de causa, como ha hecho recientemente un inspector de educación, han denunciado que esos males provienen o, al menos tienen su reflejo, en la escuela.


Otra cuestión muy diferente es generalizar, afirmando gratuitamente y con una gran dosis de injusticia y de irresponsabilidad que los profesores adoctrinan. Dejando a un lado el caso catalán, por sus propias peculiaridades y por puro aburrimiento, yo puedo asegurar que en las aulas de la Comunidad Valenciana y de Elche no se adoctrina a los niños; y lo hago por conocimiento directo de la realidad educativa y por una cuestión epistemológica: un profesor no puede adoctrinar. Sería otra cosa, pero no un profesor.


No obstante, si llegado el caso, algún progenitor tuviera la más mínima sospecha de que un docente está incurriendo en un comportamiento de este tipo, lo que debe hacer es denunciarlo por los cauces establecidos. Los mecanismos de control que existen son suficientes. Sólo con aplicar la ley, pero toda la ley, en estos casos y en otros similares es más que suficiente; pedir modificaciones legislativas al albur de acontecimientos concretos y en época electoral es demagogia y populismo.

ESPERPENTO
Publicado en Diario Información el 17 de noviembre de 2017


Esperando a Godot

Esperpento

17.11.2017 | 02:56

El Diccionario de la Real Academia Española ofrece tres definiciones para el término esperpento: «Persona, cosa o situación grotescas o estrafalarias; concepción literaria creada por Ramón María del Valle-Inclán hacia 1920, en la que se deforma la realidad acentuando sus rasgos grotescos; obra literaria acorde con el esperpento».


Fue, en efecto, D. Ramón María del Valle-Inclán (1886-1936) quien introdujo el término a través de su más conocida creación, Luces de Bohemia. Publicada en su formato definitivo en 1924, la obra retrata el estado de degradación del sistema político nacido en 1875 con la Restauración, un sistema que duró más de cincuenta años y que se caracterizaba por la alternancia pacífica en el poder de los dos partidos mayoritarios, el liberal y el conservador. Se trataba de un régimen que acabó produciendo un sistema corrupto y caciquil y que, a la postre, desembocó en el golpe de estado de Primo de Rivera en 1923 y la proclamación de la II República en 1931.


La aparición del esperpento como concepto estético aparece, por primera vez, en la escena XII de Luces de Bohemia, en una conversación entre jocosa y seria que entablan dos personajes de la obra, un poeta ciego, Max Estrella, y su lazarillo, Latino de Hispalis, que deambulan por las calles de Madrid.


Para explicar de una forma plástica el término, Valle-Inclán apela a la imagen de los espejos cóncavos del Callejón del Gato, en alusión a un popular local comercial de la madrileña calle Álvarez Gato, próxima al antiguo teatro del Príncipe, que lucía en su fachada estos espejos deformantes. Los espejos cóncavos son capaces de transformar en absurdas las imágenes más bellas. Valle invita a pasearse ante ellos a los héroes clásicos, que instantáneamente se convierten en figuras risibles, caricaturas de sí mismos: Juanito Ventolera, el protagonista de Las Galas del Difunto, se inspira en el mito de don Juan; don Friolera, de Los Cuernos de don Friolera, representa el honor calderoniano y al celoso Otelo; Max Estrella evoca al mismísimo Homero. Todos han perdido su original grandeza, porque el autor, al enfocarlos, ha cambiado su perspectiva.


Hoy en día, no es necesario poner frente a la realidad un espejo cóncavo para deformarla; más bien al contrario, en ocasiones desearíamos tener unas lentes que obraran el milagro opuesto y enfocaran los esperpentos cotidianos, transformándolos en imágenes un poco más acordes con la ética, la estética o, simple y llanamente, el buen gusto y la urbanidad, términos que a algunos les parecerán carpetovetónicos, pero que muchos nos gustaría que fueran la referencia en la sociedad.


Desde luego, no hace falta irse muy lejos para encontrar esperpentos, en el sentido valleinclanesco del término. A veces, basta con navegar por las redes sociales para encontrar multitud de ejemplos. Son muchos los que, animados por el valor que infunde manifestar sus opiniones sin ver a su interlocutor cara a cara, vierten sapos y culebras o, directamente, hacen el ridículo con sus comentarios o sus difusiones en internet.


De cualquier forma, todo el mundo es libre de expresar sus opiniones, incluso de ponerse en evidencia si le place, siempre y cuando se respeten las normas de cortesía y buen gusto que, como decía antes, por desgracia han caído en desuso. Cada cual es dueño de sus actos, no seré yo quien lo critique ni lo censure. Ahora bien, cuando quien produce un esperpento es una Administración pública, y lo hace con el dinero de todos, creo que estamos en nuestro derecho de hacerlo.


Tal es el caso del vídeo que el Ayuntamiento de Elche ha lanzado para promover la difusión entre la ciudadanía de los presupuestos participativos en el que, como el propio Consistorio nos anuncia, « Xavi Castillo, de Pot de Plom, va explicarte la participación como nunca antes te la habían explicado». Debo reconocer que nunca antes una Administración pública había dicho una verdad tan grande.


Por supuesto, lo que les relato es mi opinión, cada uno tiene sus gustos y habrá a quien le encante el anuncio; pero la afirmación del propio grupo teatral que protagoniza el vídeo en su página web de que «? molts ajuntaments del nostre país han canviat de color polític, cosa que ha facilitat que la companyia Pot de Plom puga tornar a treballar a teatres i pobles on havia estat vetat. Pensem que aquesta censura mai s'hauria d'haver produït...», me genera una gran zozobra y no pocas dudas.


En cualquier caso, dado que el concejal del área de Asociacionismo, Participación y Órganos Municipales pertenece a un grupo político que, según parece, tiene la misma concepción de país que el ínclito Xavier Castillo, probablemente comparta también los mismos paradigmas estéticos. De hecho, si mi fuente de información es correcta, el mismo grupo teatral ha firmado un contrato con la nueva radio televisión valenciana por un montante de 440.00 euros.


Hago mía la preocupación del señor Castillo por la censura, aunque me niego a creer que exista en «nuestro país», que para mí es España. Ahora bien, no me pidan que comparta sus postulados artísticos. Eso ya es cuestión de gustos y ni la política ni la censura tienen nada que ver con ello.

CÓMO SER TONTO EN CINCO IDIOMAS
Publicado en Diario Información el 9 de noviembre de 2017


Cómo ser tonto en cinco idiomas

09.11.2017 | 23:07

José Ortega y Gasset (1883-1955) fue, sin lugar a dudas, uno de los filósofos españoles más influyentes de la primera mitad del siglo pasado. Como todas las figuras importantes, especialmente en una disciplina en la que las ideas han de proponerse y defenderse con inteligencia y con vehemencia, tuvo sus seguidores y sus detractores; el mismo Unamuno criticaba el europeísmo que defendía Ortega, calificándolo de «papanatas».

Lo que no cabe duda es que Ortega aún nos hace reflexionar sobre la crisis de la fe propia de la Edad Moderna; la crisis de la razón pura y de sus temas fundamentales: Verdad, Conocimiento y Ser, y que el corpus literario y filosófico que nos ha legado es de una calidad y profundidad sin parangón. Baste citar, como ejemplo, algunas de sus obras más conocidas, como El tema de nuestro tiempo (1923), ¿Qué es filosofía? (1928-1929), o La Rebelión de las masas (1930).

En torno a Ortega y Gasset también se cuentan multitud de anécdotas. La primera que les relataré es absolutamente cierta, pues la viví en primera persona: siendo yo director de un instituto de la Vega Baja, una compañera de Filosofía me mostró un examen de un alumno de primero de bachillerato, que preguntado sobre los filósofos más relevantes del siglo XX en España, respondió, sin titubear, que uno de ellos había sido, sin duda alguna, el insigne D. José Ortega... ¡ Cano!

Un lapsus calume lo tiene cualquiera y me consta que aquel alumno prosiguió sus estudios y es ahora un gran profesional, orgulloso, como yo, de nuestro paso por las aulas de un instituto público, el IES San Pascual de Dolores, en este caso.

La segunda ya no la puedo verificar, pero viene al caso del tema que me gustaría compartir en este artículo. Se comenta que, en cierta ocasión, D. José Ortega y Gasset tuvo un pequeño desencuentro dialéctico con D. Salvador de Madariaga, sobre algún tema de grave enjundia intelectual, seguramente. La cuestión es que Madariaga, o acaso alguien en su nombre, defendió la cuestión aludiendo al hecho de que D. Salvador hablaba cinco idiomas; la respuesta de Ortega fue corta, pero contundente: «Eso sólo quiere decir que D. Salvador es tonto en cinco idiomas».

Los idiomas, precisamente, son una cuestión muy en boga cuando nos referimos a los males (por desgracia nunca hablamos de las bondades) que aquejan a nuestro sistema educativo. Prácticamente todo el mundo coincide en la necesidad de que nuestros alumnos dominen bien su propia lengua y, como mínimo, el inglés; pero lo cierto es que esa sigue siendo una asignatura pendiente en España.

En la Comunidad Valenciana, dado que nuestro Estatuto de Autonomía establece, además, en su artículo 6, que el valenciano es la lengua propia de la Comunidad, que es cooficial en plano de igualdad con el castellano, y que debe tener especial respeto y protección, la enseñanza de lenguas añade un elemento más que debe ser considerado.

En cualquier caso, casi nadie defiende ya que aprender valenciano sea algo malo. Hace muchos años que se imparten clases de valenciano, y en valenciano, y la convivencia ha sido, en mi modesta opinión, ejemplar en la Comunidad Valenciana en general y en Elche en particular; al contrario de lo sucedido en otras regiones, en las que la imposición monolítica de una de las lenguas oficiales sobre la otra como vehicular en la enseñanza, ha acarreado múltiples problemas, que se encontraban latentes hasta que se han destapado por los últimos acontecimientos acaecidos y que todos conocemos.

Sea como fuere, en la Comunidad Valenciana empiezan a darse unas señales a las que deberíamos prestar atención para que esa convivencia no se vea truncada. La primera ha sido el fracaso del Decreto 9/2017 del Consell, por el que se pretendía introducir un modelo de enseñanza plurilingüe en la Comunidad Valenciana que relacionaba los niveles de certificación de inglés con el porcentaje de enseñanza en valenciano que recibieran los alumnos. Se han escrito ríos de tinta sobre esta norma, pero lo cierto es que muchos vaticinamos el final al que a la postre se ha visto abocado, es decir, su suspensión por parte de los tribunales por, como dice la propia sentencia: «...existir una distinción arbitraria e injustificada entre las dos lenguas oficiales de la Comunitat Valenciana (en claro agravio comparativo o desequilibrio en perjuicio del castellano), a cuenta del inglés, en el régimen de certificación previsto en la reiterada Disposición adicional quinta del Decreto impugnado».

Para sustituir al Decreto «nonato», el Consell está preparando una norma, con rango de Ley, para regular el plurilingüismo en el sistema educativo valenciano. Con toda la modestia del mundo, opino que lo más coherente sería ir a un modelo en el que las familias pudieran elegir la lengua vehicular de la enseñanza, ya fuera castellano o valenciano, en un plano de absoluta libertad e igualdad entre ambas, «sazonado» con una mejora considerable en el tratamiento y enfoque de la enseñanza de lenguas extranjeras, para conseguir una mejora de la competencia de los alumnos en ese campo.

Pero, una lectura atenta del borrador que existe de la Ley, me hace temer que su espíritu y su letra no vayan en esa dirección. Desde la exposición de motivos, en la que se plantean una serie de consideraciones sociolingüísiticas tan respetables como discutibles, pasando por el propio articulado, en el que se establece un porcentaje mínimo de enseñanza en valenciano del 25% (50% si se quiere acceder a ayudas por programas experimentales innovadores), hasta las disposiciones transitorias que denotan una prisa por su aplicación incompatible con la necesaria formación del profesorado para llevarlo a cabo.

Qué duda cabe que un borrador es susceptible de mejora. Espero fervientemente que éste, durante su tramitación en Les Corts, introduzca los elementos necesarios para que reúna dos condiciones que toda ley, sobre todo cuando hablamos de educación, debería tener: consenso y cordura. En caso contrario, puede llegar un día en que todos seamos tontos en tres idiomas, por lo menos.


EL CORRAL DE COMEDIAS
Publicado en Diario Información el 3 de noviembre de 2017


Esperando a Godot

El corral de comedias

03.11.2017 | 00:16

En estos días, se ha venido celebrando en Elche la XXII edición de su Festival de Teatro y Música Medieval. Que no se apure Patricia Macià, portavoz del equipo de gobierno, concejal de Cultura y, me consta de manera fehaciente, lectora empedernida de esta modesta columna. No es el objeto de este artículo entrar al fondo de la programación y repercusión del festival, ni criticar su gestión en este ámbito.

Muy al contrario, lo que opino es que una iniciativa como ésta, que promueve algo, que debería ser un objetivo tan obvio para Elche, como desestacionalizar el turismo y promocionarlo a través de la cultura, no sólo debe conservarse, sino que ha de mejorarse y promocionarse año tras año. A lo que sí le animo es a intentar darle más fuelle para que recupere su antiguo esplendor. Sé que ahora se debe hacer con un presupuesto menor, pero ahí es donde se demuestra quien es un buen gestor: «Más es menos», que decía el gran arquitecto de la Bauhaus, Mies van der Rohe.

La lástima es que el teatro está en horas bajas. En las ciudades «de provincias» como la nuestra se programa poco, porque también es escasa la demanda. Incluso en ciudades como Madrid o Barcelona, la producción teatral ha bajado bastante; de hecho, el número de representaciones en los teatros españoles es la misma ahora que en el año 2003, y casi un tercio menos que en el año 2008.

Lejos quedan los tiempos en que el teatro era el principal entretenimiento para el pueblo. Así sucedía en los siglos XVI y XVII, cuando las obras de los autores del Siglo de Oro, fundamentalmente Lope de VegaTirso de Molina y Calderón de la Barca, se representaban en los corrales de comedias, a los que acudía desde el pueblo llano hasta la nobleza.

Los corrales de comedias surgieron a finales del siglo XVI. Hasta entonces, el teatro se representaba en plena calle, bajo unas lonas en el mejor de los casos. Pero la necesidad de cobrar una entrada hizo que las comedias pasaran a los patios de vecinos. De ese modo, había que abonar un estipendio por acceder, más otra cantidad en función del lugar en que cada uno se ubicara. Por lo general, el pueblo llano se acomodaba en el patio, con un espacio reservado para las mujeres, y los nobles lo hacían en los corredores, que solían tener unas celosías que les permitían observar todo lo que ocurría sin ser vistos.

Ni que decir tiene que el ambiente durante las representaciones era de total algarabía; el pudor de las gentes del siglo XVI nada tenía que ver con el actual: se podía ver a los mozos haciendo requiebros a las doncellas, incluso llegando «a más», y el agrado o desagrado con la obra se expresaba de una forma muy vehemente. No era infrecuente, de hecho, que, en caso de que la comedia no fuera del gusto del público, volaran todo tipo de hortalizas hacia el escenario, salvo tomates, que aún no habían llegado de América.

Hubo un tiempo en Elche en el que las sesiones plenarias del Ayuntamiento se asemejaban, y disculpen si fuerzo el tropo, a las jornadas vespertinas de los corrales de comedias de la España del barroco. Desde una hora antes de la representación la gente se agolpaba bajo el arco de la Plaça de Baix para conseguir sitio en el Salón de Plenos.

Los actores hacían (hacíamos, todos tenemos un pasado «oscuro») su aparición por una puerta lateral del proscenio y ocupaban sus puestos en el escenario. No faltaba tampoco la figura del apuntador, que ocupaba su puesto en una sala anexa y soplaba el texto a través de un iPad, lo cual demuestra que el hombre no ha cambiado en quinientos años, sólo ha avanzado tecnológicamente. También había comportamientos histriónicos, de unos y de otros, que hacían las delicias del respetable.

El público, en ocasiones, mostraba también su parecer con la comedia, si bien no recuerdo que hubiera nunca lanzamiento de vegetales. El hecho más reseñable fue, quizás, la desaparición de un frasco en el que un concejal de la oposición, ahora en el Gobierno municipal, guardaba un picudo rojo. Nunca se supo, aunque existen varias teorías al respecto, dónde fue a parar el ínclito escarabajo, pero la anécdota fue del agrado de la concurrencia e, incluso, dio para varios artículos de opinión en la prensa escrita.

Ahora bien, también es justo reconocer que en ocasiones había intervenciones, por parte de una y otra bancada, de cierta relevancia en el fondo y de alguna enjundia en la forma. El pleno, en una ciudad como la nuestra, que por su tamaño está sujeta a la Ley de Grandes Ciudades, está desprovisto de gran parte de las atribuciones, que recaen en la junta de gobierno. Pero es en el primero donde el equipo de gobierno tiene que exponer las líneas principales de sus políticas, y donde la oposición tiene que demostrar que hace un control férreo de aquéllas y que es capaz de proponer alternativas.

En la actualidad, y en mi modesta opinión, el pleno no cumple con su función; sólo hay que constatar la afluencia de ciudadanos a sus sesiones en las imágenes de la televisión local. Se nos quiso hacer ver, al principio del actual mandato, que se iba a buscar una mayor participación social en este órgano, permitiendo preguntas de los ciudadanos y retransmitiendo las sesiones online. Nada que objetar a esas dos iniciativas, todo lo contrario. Pero lo que la realidad refleja es que han sido meras propuestas cosméticas, que el interés de la ciudadanía en los asuntos concernientes al gobierno municipal ha decaído, y que ese decaimiento parece ser que interesa al que ostenta el poder.

Después de cuatro años tan movidos y de cuatro tan insulsos, espero que llegue el momento en que Elche tenga un alcalde que sepa liderar el necesario impulso y la imprescindible transformación que esta ciudad necesita. Un Pasqual Maragall o un Iñaki Azkuna que nos sitúen donde nos merecemos. Mientras tanto tendremos corrales de comedias... o de tragedias.

KRAMER VS KRAMER
Publicado en Diario Información el 27 de octubre de 2017


Esperando a Godot

Kramer vs Kramer

27.10.2017 | 01:52

Kramer contra Kramer (1977) es una novela del escritor de bestsellers norteamericano Avery Corman (Nueva York, 1935). El libro relata la historia de Joanna y Ted Kramer, un matrimonio que comprueba lo duro que es labrarse un porvenir en Nueva York, pero que lo asume con alegría y entusiasmo gracias a su pequeño hijo, Billy.


O al menos eso es lo que parece, hasta que un día Joanna, incapaz de sobrellevar las cargas de la vida familiar, y de sus propias ambiciones insatisfechas, abandona el hogar familiar. Sólo con Billy, Ted comienza a abrirse paso en el proceloso mundo de una familia monoparental, estableciendo con su hijo un lazo que nadie, salvo los tribunales, puede deshacer.


Cuando Joanna reaparece de forma repentina y decide que quiere recuperar a Billy, Ted se ve obligado a luchar por el derecho a retener lo que más quiere. La novela supuso, en su día, un hito que provocó un radical cambio en la forma de pensar de la opinión pública norteamericana, e incluso de los propios tribunales de justicia, sobre el delicado asunto de la custodia de los hijos de parejas separadas.


Seguramente, la mayoría de ustedes conocen la historia a través de la película homónima, dirigida en 1979 por Robert Benton y protagonizada por Dustin Hoffman y Meryl Streep. El filme está considerada una de las diez mejores películas de tema judicial de todos los tiempos y cosechó cinco Oscar: a la mejor película, al mejor director, al mejor actor, a la mejor actriz de reparto y al mejor guión adaptado.


La película, desde luego, es excelente. Y lo es porque no toma partido por ninguna de las dos partes en disputa, siendo el tema que trata propicio para haberlo hecho. Lo que realmente importa en una historia como la que se cuenta, y en la vida real también, no es quien está en posesión de la verdad, sino si las personas que se ven envueltas en determinadas circunstancias son capaces de comportarse siendo fieles a la mejor parte de sí mismos.


La primera reacción del lector, o del espectador, en este caso, es cargar la culpa del conflicto sobre Joanna: ¿Cómo puede una madre abandonar su hogar dejando tras de sí a su propio hijo? Pero cuando presenciamos la escena en que Ted acompaña a Billy al colegio, al día siguiente de irse Joanna, y le pregunta en qué curso está, podemos barruntar los motivos por los que ella ha tomado la decisión de marcharse.


Mutatis mutandis, en Elche también tenemos un matrimonio, de conveniencia en este caso, en el que uno de los cónyuges siempre amenaza con irse, pero acaba volviendo porque en casa hay algo a lo que no está dispuesto a renunciar, y no se trata de un hijo, como en Kramer contra Kramer.


Lo cierto, para empezar la historia desde el principio, es que este matrimonio ilicitano tiene su miga, porque comenzó siendo un trío. Pero, como quiera que, de acuerdo con el adagio popular, «dos son compañía y tres son multitud», la feliz pareja se deshizo, como todo el mundo esperaba desde que comenzó el escarceo amoroso, de la tercera parte (que, dicho sea de paso, les estaba causando más problemas que Glenn Close a Michael Douglas en Atracción Fatal).


Sea como fuere, nuestro matrimonio, dado que procede de ambientes progresistas, no podía conformarse con llevar una vida acorde a los cánones clásicos y, quizás por mostrar una imagen dialogante y moderna, decidió volver a las andadas y, tan pronto fue despachada su antigua compañera en el trío, constituyeron uno nuevo con otro componente que intuyeron menos conflictivo que la antigua.


Iban bien las cosas en la pareja, o en el trío. Tanto es así que, mientras dos de ellos chapoteaban plácidamente en una piscina el pasado mes de agosto, el marido observaba la escena, complacido, diríase que casi melifluo.


Pero pasó el verano y la extraordinaria convivencia de la pareja se vio truncada, no por el tercer componente del trío, como en la ocasión anterior, sino por un hecho que, con frecuencia, suele enturbiar las relaciones de las familias: una herencia recibida.


El marido, viendo en sus manos esa herencia pensó que algo debía hacer para sacarle un buen rédito; pero nada hizo por no molestarla a ella, suponiendo que los acontecimientos se precipitarían por sí solos (algo consustancial a su carácter) y todo saldría adelante sin necesidad de ofender a su pareja, persona de natural un tanto colérico y autoritario. Se equivocaba; ella aprovechó la primera oportunidad para afearle su conducta y, además, en público.


A quien haya tenido la paciencia de leer esta historia hasta este punto, debo advertirle que es un mero ejercicio retórico que nada tiene que ver con la situación que se vive en el seno del tripartito que gobierna el Ayuntamiento de Elche.


Ni Mireia Mollà va a abandonar la coalición, por ahora, pues tendría que dejar abandonados a compañeros y asesores, como abandonó Joanna a Billy; ni Carlos González va a tomar decisiones lo suficientemente comprometidas como para abocar a Compromís a tomar esa decisión; ni Jesús Ruiz Pareja va a propiciar que se vea comprometida la coalición de gobierno, como hizo en su día Cristina Martínez.


¿Durará el matrimonio hasta las elecciones municipales? Esa ya es otra película.

 DEL PUENTE A LA ALAMENDA Publicado en Diario Información el 8 de julio de 2023 Esperando a Godot   Del puente a la alameda   ...