EL APRENDIZ DE BRUJO
Publicado en Diario Información el 29 de octubre de 2022
Esperando
a Godot
El aprendiz de brujo
Estoy seguro de que todos ustedes conocerán la
historia del aprendiz de brujo, un joven que entra a trabajar con un famoso
hechicero para aprender el oficio y que, cuando el maestro lo deja solo,
encargado de limpiar la mazmorra en la que practica sus sortilegios, no se le
ocurre otra cosa que encantar una escoba para que realice el trabajo por él,
con funestas consecuencias, ya que el joven mago no encuentra la fórmula para
detenerla una vez que cobra vida.
El aprendiz intenta desactivar la escoba partiéndola
con un hacha, pero cada una de las astillas resultantes cobra vida propia y
éstas empiezan a vaciar el agua de los baldes preparados para la limpieza;
cuando el brujo vuelve y observa lo ocurrido deshace el hechizo, indicando a su
pupilo que sólo un mago experimentado debe invocar a espíritus tan poderosos.
Qué duda cabe de que quien más ha contribuido a
popularizar esta leyenda ha sido la factoría Disney, pero quizás algunos no
sabrán que esos conocidísimos dibujos animados del ratón Mickey están basados
en un poema del excelso escritor alemán de finales del siglo XVIII y principios
del XIX Johann Wolfgang von Goethe, escrito en 1797 y titulado, precisamente, "Der
Zauberlehrling" (El aprendiz de brujo).
Pero no es la magnífica balada de Goethe la primera
obra literaria en la que se describe el mito del aprendiz de brujo. De hecho,
existe un precedente de un sirio del siglo II a. C., Luciano de Samosata, que
escribió toda su obra en griego antiguo. En concreto, en una de sus sátiras que
en latín se transcribió como “Philopseudes” (Amante de las mentiras), ya se
hablaba de fenómenos sobrenaturales similares. También hay varias transcripciones
apócrifas medievales de relatos del poeta romano Virgilio en las que aparecen
historias semejantes.
Posteriormente, pero antes de que se hiciera
mundialmente conocido gracias a “Fantasía”, la producción de Walt Disney a la
que me refería anteriormente, el mito ha sido empleado para inspirar obras tan
dispares como “El Manifiesto Comunista” (1848), de Karl Marx y Friedrich Engels,
en el que comparan la sociedad burguesa moderna con "el hechicero que ya
no es capaz de controlar los poderes del mundo inferior al que ha invocado con
sus hechizos", o el poema sinfónico basado en las estrofas de Goethe que
compuso Paul Dukas en 1897.
Sea como fuere, lo que supone un hecho incontrovertido
es que mitos como el del aprendiz de brujo, igual que otros como “Fausto”, un
drama del propio Goethe, su mejor obra y una de las cumbres de la literatura
universal, son constantes atemporales. A decir verdad, la expresión “aprendiz
de brujo” ha pasado a ser un adagio popular para referirnos a las personas que,
sin una formación adecuada, pretenden extender su magisterio sobre otros que
dominan mejor la materia en cuestión.
Estos aprendices de brujo no supondrían peligro alguno
si sus fechorías se circunscribieran al ámbito de la ficción o al de temas de
menor importancia. Pero la política patria, convulsa donde las haya, está
generando demasiados personajes a los que se podría catalogar bajo ese epígrafe
y que se dedican a legislar sobre materias que son de una importancia capital
para el futuro de nuestra nación, como por ejemplo la educación.
Se han vertido ríos de tinta sobre lo absurdo de los
sucesivos cambios legislativos en esa materia, algo menos sobre el último y más
incomprensible de todos, el que representa la inefable LOMLOE, pero poco se
habla de las personas que, con su trabajo diario, consiguen que, a pesar de los
políticos, los centros educativos de nuestro país sean un espacio de
convivencia y de formación de gran calidad: nuestros maestros y profesores.
Precisamente esta semana, dentro de las funciones que
tengo atribuidas en mi trabajo como inspector de educación, visité uno de
ellos, el CEIP Reyes Católicos, de Guardamar. Estuve hablando largo y tendido
con la directora, una mujer que vive la educación con gran pasión, y tuve la
fortuna de poder recorrer el centro y hablar con algunos de los maestros que
prestan servicio en él y que me explicaron sus proyectos y sus formas de
trabajar: las maestras de inglés en su aula, dos maestros de primaria, jóvenes,
con muchas ganas y con unas ideas innovadoras, pero no estrafalarias como
parece estar de moda, y las maestras de infantil, vocacionales donde las haya y
que además me invitaron a café mientras departíamos durante su descanso. No es
por dar envidia, pero trabajar así no tiene precio.
Además, el CEIP Reyes Católicos está de celebración.
Este año cumple su quincuagésimo aniversario. El centro comenzó su andadura en
1972, en unas instalaciones adecuadas a la Ley General de Educación de 1970 (la
de la EGB y el BUP), sobre las que se han realizado diversas adecuaciones hasta
el día de hoy, en el que el colegio cuenta con unas modernas y magníficas dependencias,
ubicadas además en un marco incomparable de la bonita localidad de Guardamar
del Segura.
Como es lógico, la comunidad educativa del colegio va a celebrar la efeméride como se merece. Desde principio de curso se han organizado diversas actividades, dirigidas especialmente a los alumnos, pero también habrá un acto para toda la comunidad educativa, la actual y la que ha pasado por el CEIP Reyes Católicos a lo largo de estos cincuenta años, el próximo día 4 de noviembre, a las seis de la tarde. Yo también he sido invitado, lo que supone para mí un gran honor y una alegría. Muchas gracias a todos, es un placer trabajar junto a vosotros y aprender tantas cosas cada vez que visito vuestro colegio.
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