PASEANDO A MISS DAISY
Publicado en Diario Información el 8 de abril de 2022
Esperando
a Godot
Paseando a Miss Daisy
Como saben ustedes, tengo por costumbre compartir mis
artículos en las redes sociales y en un blog que, como haría Francisco Umbral,
aprovecho para publicitar (https://dmcevoyb.blogspot.com/).
Me gusta hacerlo porque muchas veces recibo retroalimentación mediante las
reacciones y los comentarios que los lectores tienen la amabilidad de dejar. En
la mayoría de los casos son correctos, aunque no compartan mi opinión. En
otras, las menos, son airados. A estos últimos, para que no se llamen a engaño,
debo decirles que soy un señor de derechas y que mi opinión concuerda con esa
taxonomía. Por lo tanto, me parece perfecto que haya gente que no piense como
yo, incluso que me lo digan, si lo hacen con educación.
Precisamente, el otro día me encontré con un amigo que
cojea del mismo pie que yo y compartimos un café que, como suele ser habitual
en España, se convirtió en una charla de un par de horas en la que hablamos de
lo divino y de lo humano. Uno de los temas que sacamos a colación fue los
últimos acontecimientos políticos, la nueva ejecutiva de Feijóo en el PP
nacional y, por supuesto, su contrapunto en el nuevo, aunque no tanto, equipo
de Pablo Ruz para intentar asaltar un bastión que la derecha, y una mujer, sólo
han conseguido tomar durante cuatro años en Elche. Ni que decir tiene que estas
conversaciones de mesa de cafetería son distendidas, hasta el punto de que mi
amigo, que conoce a todo Elche y es muy guasón, me comentó que un destacado
miembro de la nueva ejecutiva de Ruz le recordaba al protagonista de paseando a
Miss Daisy, por haber iniciado su andadura política como chófer de una otrora
importante dirigente del partido. No me quiso decir a quién se refería,
aludiendo a la manida frase de “se dice el pecado, pero no el pecador”. Bueno,
ya lo sonsacaré un día de estos.
En cualquier caso, para los que no hayan visto la
película “Paseando a Miss Daisy”, les relato que se trata de una producción
norteamericana de 1989, adaptada para el cine por Alfred Uhry, basándose en una
obra de teatro suya. Ganadora de cuatro Oscar y de tres Globos de Oro, tuvo
como protagonistas a Jessica Tandy y Morgan Freeman. La trama se desarrolla en
Atlanta, a partir de 1948, cuando una anciana viuda judía, Daisy Werthan,
estrella su coche contra el seto del jardín de su vecino. Su hijo Boolie piensa
que su madre ya no tiene edad de conducir y contrata a un chófer negro de
sesenta años, Hoke Colburn, para que la señora no pierda su autonomía.
El largometraje no es más que una comedia entretenida,
aunque sí tiene un cierto trasfondo en cuanto a las implicaciones que se pueden
inferir de la amistad que surge entre chófer y señora, a pesar de las grandes
diferencias de toda índole que existen entre ellos. La una, mujer, blanca, judía,
sin problemas económicos y culta; el otro, hombre, negro, analfabeto y pobre.
Seguramente, una relectura de la historia que narra la película desde, como se
gusta en denominar ahora por ciertos sectores de la izquierda patria, una
perspectiva de género, llevaría a la conclusión de que se trata de un producto
deleznable por machista y racista. Esos mismos estarían dispuestos a celebrar
una “Kristallnacht” en la que ardiera el noventa y nueve por ciento de
la literatura anterior al siglo XXI.
Lo paradójico es que los mismos que quemarían un libro
porque Caperucita está hipersexualizada y el leñador representa la fuerza bruta
de la represión heteropatriarcal, no parecen rasgarse las vestiduras cuando
oímos noticias como tres que han aparecido en diferentes medios de comunicación
esta semana y que me han llamado poderosamente la atención.
La primera se refiere a las declaraciones efectuadas
por la delegada del Gobierno en Ceuta, una señora que cobra un sueldo público
de más de cien mil euros al año, que lamentó el cierre de la frontera entre la
ciudad autónoma y Marruecos porque (sic) “En Ceuta, sobre todo las amas de
casa estamos deseando que venga la muchacha, te lo digo empezando por mí, que
estar trabajando aquí por la mañana y estar de limpieza por la tarde, la verdad
es que cuesta”.
La segunda estuvo protagonizada por la alcaldesa
socialista de Gijón, Ana González, quien con un sueldo inferior a la anterior
(casi 69.000 € brutos), se dedica a pergeñar elucubraciones como las que
pronunció en un foro del PSOE de Asturias según las que la regidora “…quiere
creer que los hombres son seres humanos, y no animales, y que son racionales y
no actúan por instintos. Que no son pura explosión fisiológica.”
Por último, pero mucho más grave, pues las noticias
anteriores no pasarían de anécdotas banales si no hubieran sido pronunciadas en
foros públicos por personas que ocupan importantes cargos institucionales, está
el turbio asunto que rodea a la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra (62.500
€ anuales, que se me antojan poco en comparación con las otras dos señoras y
sus responsabilidades). La cuestión se encuentra sub iudice, pero
existen muchos indicios de que alguien haya emprendido acciones encaminadas a
tapar los abusos cometidos presuntamente por el ex marido de Mónica Oltra.
Afortunadamente, en nuestro país aún existe la separación de poderes, de modo
que los jueces emitirán sus sentencias y todos las tendremos que acatar, sean
en el sentido que sean. Otra cosa son las responsabilidades políticas que se
hayan de depurar ulteriormente.
Si para algunas las “moras” son las chachas, a los hombres se les retira su humanidad, como hacían otros con los judíos, y las menores no tienen credibilidad, por favor, que no venga nadie a darnos lecciones de racismo ni de igualdad de género.
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