HOLODOMOR
Publicado en Diario Información el 5 de marzo de 2022
ESPERANDO A GODOT
Holodomor
Ucrania, no hace falta que yo les cuente nada que no sepan ya, está viviendo una etapa absolutamente trágica, que se suma a otros episodios extremadamente truculentos que ha tenido que soportar a lo largo de su historia; el más terrible de ellos es el conocido como “holodomor”, expresión formada por la combinación de las palabras que en ucraniano significan hambre (holod) y exterminio (mor).
El holodomor, en efecto, fue una hambruna que asoló la República Socialista Soviética de Ucrania entre 1932 y 1933, pero que no llegó hasta la opinión pública hasta que, en 1986, el poeta ucraniano Ivan Drach se atreviera a hablar públicamente de aquellos sucesos, al comparar la opacidad con que se habían tratado con la que manifestaron las autoridades soviéticas al negar, al menos durante las primeras horas y días, la magnitud del desastre de la central nuclear de Chernóbil.
Las causas del holodomor hay que buscarlas en la decisión adoptada por el entonces líder soviético, Joseph Stalin, de colectivizar toda la producción agraria desde 1929, lo que condujo a una caída en picado de la producción, a una caótica desorganización de la economía rural y a una escasez de alimentos alarmante, así como a una serie de conatos de rebelión, incluyendo algunos episodios de lucha armada entre los campesinos, lo que despertó la ira del Kremlin.
La preocupación de Stalin con esas revueltas no era baladí. No en vano, se desplegaban en provincias que tan solo una década atrás habían tomado partido por los mencheviques en su pugna por el poder con el Ejército Rojo durante la Guerra Civil Rusa, tras la revolución de 1917. En definitiva, el líder supremo temía perder Ucrania, con el mismo fervor que Putin quiere ahora recuperarla para su “Gran Rusia” un patético remedo de lo que fue la Unión Soviética, pero no menos autoritario y peligroso.
La campaña de Stalin trajo como consecuencia un auténtico holocausto: entre 1931 y 1934 murieron de hambre, literalmente, alrededor de cuatro millones de ucranianos. Los archivos policiales de la época, que salieron a la luz tras la desintegración de la Unión Soviética, describen escenas absolutamente dantescas, incluyendo frecuentes episodios de canibalismo entre la población, ausencia absoluta de un marco social y jurídico digno de tal nombre, pillaje y linchamientos. Los cuerpos eran enterrados en fosas comunes y no era infrecuente ver cadáveres abandonados por las calles de las principales ciudades.
Hasta tal punto alcanzó la represión que Stalin mandó ejecutar a todos los funcionarios que habían trabajado en la elaboración del censo de 1937, pues en ese documento se reflejaba la bajada de la población causada por el diezmo que en ella se había producido a consecuencia del hambre.
Pero el genocidio de Stalin no se limitó a dejar morir de hambre a la población civil. Su objetivo último era borrar de la faz de Ucrania el sentimiento nacional de su población, y para ello no dudó en utilizar, con toda la crueldad que sólo él, el mayor asesino que ha producido la historia de la humanidad, era capaz, todos los mecanismos que el Estado ponía a su disposición: mientras la población perecía irremisiblemente, la policía secreta, amparada por la situación de miseria absoluta, se dedicó a exterminar también a todos los líderes políticos, sociales y religiosos que pudieran suponer el más mínimo peligro para su causa.
Tras esta suerte de limpieza étnica, Stalin completó su plan, igual que hizo en otras antiguas repúblicas soviéticas, repoblando el territorio con población rusófona, de modo que en la actualidad ésta alcanza los cinco millones y medio de personas y es uno de los motivos aducidos por Vladimir Putin para su criminal e injustificada invasión de Ucrania. En definitiva, el sátrapa ruso sigue al dedillo las enseñanzas de Stalin, seguramente adquiridas durante su etapa de miembro de la KGB.
Sorprendentemente, en España todavía queda quien es capaz de defender esas políticas asesinas de soviéticos entonces y del régimen ruso ahora; son los mismos que se oponían a la Guerra de Irak, calificándola de agresión al margen de la legalidad internacional y que ahora piden una negociación entre una potencia invasora y un pueblo que defiende su integridad territorial. Son los mismos que ponen en plano de igualdad a las víctimas de ETA y a sus verdugos. Afortunadamente, son pocos. Por desgracia forman parte del Gobierno de España.
En cualquier caso, si el Gobierno no está a la altura de las circunstancias en esta ocasión, el pueblo de España sí lo está. A nuestra zona comienzan a llegar numerosos refugiados que se unen a la amplia colonia ucraniana que ya residía en la zona costera de la Vega Baja y de Las Marinas, y la respuesta de la población, también de las administraciones locales de todo signo político, está siendo para sentirse muy orgulloso. Esperemos que todo acabe pronto y no siga siendo necesaria nuestra solidaridad, aunque las noticias que nos llegan no inviten precisamente al optimismo.
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