NUEVA PRIMAVERA

Publicado en Diario Información el 20 de mayo de 2023

Esperando a Godot

 

Nueva primavera

 

En los ratos libres de esta semana he leído, no con demasiado interés debo confesar, las noticias aparecidas en este mismo medio desde el que me dirijo a ustedes y en otros, tanto escritos como audiovisuales, las diferentes propuestas, ocurrencias y hasta disparates que los partidos que se presentan a las elecciones locales en Elche vienen desgranando. En este apartado cobra especial relevancia la coalición Compromís (conformada por cuatro partidos: Bloc Nacionalista Valencià, Iniciativa del Poble Valencià, Els Verds - Esquerra Ecologista del País Valencià y Equo), cuya ideología se podría definir en palabras de un amigo mío alemán como la de la sandía: “verde por fuera y roja por dentro”.

 

La última propuesta de Compromís para Elche en concreto ha sido la de la “renaturalización del río Vinalopó” a su paso por nuestra ciudad. No voy a entrar en el fondo del asunto desde un punto de vista técnico, pero como ciudadano esa actuación me parece una apuesta muy arriesgada. Primero por el alto coste de retirar los kilómetros de hormigón que jalonan el cauce fluvial a su paso por nuestra ciudad; pero también por el que supondría limpiar esa rambla todos los años para mantenerla con unas mínimas condiciones de salubridad durante todas las estaciones y de seguridad para la población en el caso de una riada en otoño, cosa harto frecuente en nuestro clima mediterráneo, no recientemente sino de toda la vida, aunque ahora nos vengan con el mantra de la “emergencia climática”.

 

El titular con el que Información abría la noticia que les he comentado afirmaba que “Compromís forzará la supresión del hormigón del río para reeditar un pacto con el PSOE de Elche”, abundando en el cuerpo de la noticia al hilo de las declaraciones de la cabeza de lista de las sandías, perdón, de Compromís en Elche, Esther Díez, de que ese (sic.) “proyecto frustrado de renaturalizar el río” era una condición sine qua non para volver a conformar gobierno con los socialistas; curiosas declaraciones sobre un partido con el que han gobernado ocho años sin importarles no ya que no quisieran quitar el hormigón del cauce, sino que no quieran quitar el adefesio del mercado provisional de la ladera y pretendan elevarlo a definitivo. Porque, pienso yo y creo que estarán todos de acuerdo conmigo, si les hubiera importado podrían haber abandonado el gobierno municipal (y los emolumentos que ello conlleva, claro).

 

Estos discursos “verdes” y el recuerdo del bueno de Winfried, mi amigo alemán que acuñó la frase de las sandías, me ha traído a la mente, precisamente, un muy conocido escritor y poeta alemán del siglo XIX, natural de Düsseldorf, Heinrich Heine, y su poema Neuer Frühling (Nueva primavera), quizás porque Heine tenía una facultad de molestar a sus coetáneos sólo comparable con su poder de conmoverlos. Sus sátiras cargadas de agresividad, sus posturas radicales y su imprudencia parecían antipatrióticas a los ojos de los alemanes. De hecho, los intentos de erigir monumentos en su memoria a finales del siglo XIX y comienzos del XX en algunas ciudades de su país terminaron en disturbios y hasta en la caída de algún gobierno.

 

Cuando los nazis llegaron al poder, la popularidad de algunos de sus poemas les obligó a incluirlos en las antologías poéticas germánicas, aunque esos poemas figuraban como de autor anónimo. Durante muchas décadas la reputación literaria de Heinrich Heine fue mayor en el extranjero, especialmente en Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, que en la propia Alemania. En esos países su ingenio y su ambivalencia se apreciaban en su justa medida. Además, a partir de la segunda mitad del siglo XX, el estudio de la obra de Heine bajo un prisma marxista lo convirtieron en una causa de discordia entre los críticos literarios de la República Democrática Alemana y de la República Federal antes de la reunificación. Una verdadera lástima, pues el verdadero marchamo de Heine siempre debería haber sido el que de verdad le corresponde, el de un poeta y escritor genuinamente europeo. En la actualidad, rehabilitada su memoria, la Universidad de Düsseldorf lleva su nombre (otro día hablaremos de la moda ilicitana reciente de renombrar el aeropuerto y la estación de Matola con el nombre de otro poeta, Miguel Hernández, aunque ese día quizás tenga que irme del pueblo, de la provincia o quizás del país).

 

En fin, tal y como se está desarrollando la campaña les recomiendo que en vez de leer los programas electorales (que nunca se cumplen) se dediquen a solazarse con la lectura de cualquier otra cosa. Si es algo tan exquisito como este poema de Heine, mejor:

 

“Érase un caballero macilento,

Trémulo, triste, silencioso y lento,

Que vagaba al ocaso,

con inseguro paso,

Siempre en hondos ensueños sumergido,

Tan desairado y zurdo y distraído,

Que susurraban flores y doncellas

Al pasar, vacilante, junto a ellas.”

 ES MARÍA LA BLANCA PALOMA

Publicado en Diario Información el 13 de mayo de 2023

Esperando a Godot

 

Es María la Blanca Paloma

 

“Es María la blanca paloma, / es María la blanca paloma, / que al venir a España, / que al venir a España, / que al venir a España, la vieron volar. // En el centro de una hermosa nube, / en el centro de una hermosa nube, / vino a Zaragoza, / vino a Zaragoza, / vino a Zaragoza en carne mortal. // Y Santiago como lo sabía, / y Santiago como lo sabía, / a orillas del Ebro, / a orillas del Ebro, / a orillas del Ebro la sale a esperar. / A orillas del Ebro, / a orillas del Ebro, / a orillas del Ebro la salió a esperar.”

 

Les ruego que del párrafo de apertura del artículo de esta semana no infieran que soy un ferveroso mariano… No lo soy, aunque siempre he defendido desde estas páginas que en España, seamos creyentes o no, todos deberíamos tener una mínima formación religiosa para poder entender los fundamentos de nuestra sociedad, de honda tradición judeocristiana, e incluso para poder disfrutar de los tesoros artísticos que suponen muchas de nuestras iglesias, tanto por la propia tipología constructiva de los edificios como por las joyas pictóricas y escultóricas que poseen en su interior.

 

Lo curioso del caso es que ahora los que se han vuelto religiosos no somos los tipos de derechas, sino los de izquierdas. En Valencia, sin ir más lejos, el alcalde Joan Ribó puso en marcha en febrero una iniciativa para realizar “bautizos civiles” que, en honor a la verdad, se han venido en llamar oficialmente "ceremonia de bienvenida a la ciudadanía". La primera de ellas se ofició la semana pasada, tres meses después de ofrecerse tal posibilidad; nadie lo había solicitado hasta la fecha, pero unos padres de Compromís han querido ser los primeros ante el regidor, que ha ejercido personalmente de oficiante.

 

Nada que objetar a la pantomima, salvo por la justificación que da Ribó para instituirla: (sic) “(El alcalde) ha explicado que el Consistorio ofrece este tipo de actos para atender al 38% o 37% de la población que se considera atea, agnóstica o laica". Lo que no debe saber el alcalde es que ser ateo, agnóstico o laico no es per se una religión, como parece inferirse de sus palabras, sino un estado contrapuesto al de profesar una que, precisamente, no podría definirse si no existieran las religiones.

 

Pero no quisiera enredarme en disquisiciones teológicas en las que no estoy muy versado y podría cometer graves errores de concepto. Por eso, descendamos, como la Blanca Paloma de la coplica, desde los cielos hasta la tierra para hablar no ya de canciones populares, sino de comportamientos populistas, tan frecuentes en Elche de forma inveterada y desde tiempos inmemoriales, pero que ahora, ante la proximidad de las elecciones municipales, se ven potenciados hasta límites insospechados.

 

Me refiero, como quizás ustedes ya hayan inferido, al apoyo que nuestro Alcalde está dando a la cantante ilicitana Blanca Paloma, hasta el punto de desplazarse a Liverpool, acompañado de la edil de Fiestas, Mariola Galiana para, en palabras textuales de Carlos González “expresarle el apoyo del Ayuntamiento y de todos los ilicitanos e ilicitanas con motivo de su participación en el Festival Internacional de la Canción el próximo sábado, día 13, representando a España.”

 

Espero que este viaje, infiero que sufragado por nuestros impuestos (ya saben aquello de que hay que pagar para costear la sanidad y la educación), obtenga un resultado más positivo que los desplazamientos a Madrid para traerse la Dama de Elche, porque a mí personalmente Blanca Paloma me cae bien y ese flamenquito fresco que tiene por estilo me da buen rollito. En fin, iremos a tomar unos copazos el sábado y veremos las pantallas gigantes que van a instalar en Candalix y en El Altet. Un bailoteo con Ximo Puig, que viene a Elche a presenciar la gala, y para casa en taxi, que vivo en el campo y he comprobado que es la mejor forma de hacerlo.

 

Por si nuestro primer edil no lo sabe, el número de españoles residentes en el Reino Unido asciende a unos 200.000 aproximadamente. De esa cifra, más o menos, unos 3.000 viven y trabajan o estudian en Liverpool. Esta ciudad, famosa por los Beatles y por su equipo de fútbol tiene unos 500.000 habitantes, siendo la cuarta más poblada del país. La tasa de paro es bastante baja, de ahí la elevada cifra de españoles que han decidido instalarse en la ciudad. Haciendo una aproximación, dado que Elche es una ciudad muy poblada, no sería raro aventurar que de esos 3.000 compatriotas afincados en la ciudad del Merseyside un número nada desdeñable sean ilicitanos. Pero no me consta que Carlos González o Mariola Galiana se hayan interesado por “ellos y por ellas”, por sus condiciones de vida, de trabajo o de estudio. Es lo que tiene vivir “en el centro de una hermosa nube”, que muchas veces se pierde el contacto con la realidad.

 LOS MUCHACHOS DE ZINC

Publicado en Diario Información el 6 de mayo de 2023

Esperando a Godot

 

Los muchachos de zinc

 

Estas últimas semanas he estado haciendo un trabajo de evaluación de docentes que aspiran a pertenecer al cuerpo de Catedráticos de Enseñanza Secundaria. Una de las tareas que ello supone es acudir a una de sus clases para verificar su desempeño en el aula. Es un cometido gratificante, pues uno se sorprende de forma muy positiva del modo en que los profesores desarrollan su labor en el aula. Precisamente, esta misma semana, en una magnífica clase de Física y Química de 1º de Bachillerato he descubierto a una escritora bielorrusa, Svetlana Aleksiévich, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2015. En concreto, el libro que salió a colación ese día fue Los muchachos de zinc, publicado en 2019.

 

Se preguntarán ustedes qué tiene que ver la literatura con la química. Tendrán que esperar un poco antes de que se lo desvele, pero se asombrarán de la buena idea que tuvo la profesora de estos alumnos. Primero les quiero hablar de la obra de Aleksiévich a la que me refería y que narra la guerra en la que se empeñó la Unión Soviética en Afganistán y que causó la muerte de cientos de miles de personas de ambos bandos (las cifras oficiales hablan de 50.000 bajas entre muertos y heridos del lado soviético, pero son cifras que jamás se han podido confirmar). Los dirigentes del Kremlin querían imponer el relato de que la contienda no era tal, sino una misión de mantenimiento de la paz, fruto de su “deber internacionalista”; la realidad es que pronto empezaron a llegar los cadáveres de muchos chicos, que no eran soldados profesionales, en ataúdes de zinc.

 

Los muchachos de zinc narra la historia de lo que allí ocurrió a través de los testimonios de los soldados, los oficiales y las enfermeras destinados en Afganistán, así como de las madres, las esposas y los hermanos de los que nunca regresaron. Engarzando esas historias, Svetlana Aleksiévich nos muestra la cruda realidad de las perdurables consecuencias de aquel conflicto, la pérdida de la inocencia de muchos jóvenes, la vergüenza de los veteranos retornados y abandonados a su suerte, la preocupación por los que tuvieron que dejar atrás sobre aquel terreno hostil… A lo que habría que añadir la controversia que suscitó la propia publicación de la obra, puesto que muchos no querían aceptar la realidad de lo que había sucedido en Afganistán.

 

La relación entre el relato de Aleksiévich y la química comienza con el propio título. ¿Por qué los ataúdes de esos infortunados eran de zinc y no de madera o de cualquier otro material más habitual para tal fin? En primer lugar, porque es un metal muy abundante y relativamente barato, pero también por sus características, especialmente porque es maleable, dúctil y duro. Además, el zinc tiene unas propiedades que lo convierten en un magnífico antiséptico (las cremas para el culito de los bebés lo utilizan) por lo que su uso para transportar cadáveres y restos humanos descuartizados, como ocurría en muchos casos, prevenía posibles infecciones de quien tuviera que manipularlos durante su traslado (como curiosidad, este elemento también es necesario para nuestro organismo, resultando vital para la formación de tejidos musculares y huesos, la transmisión sináptica entre neuronas y en numerosos procesos enzimáticos, además de para potenciar la libido).

 

La pregunta que indefectiblemente surge tras este relato es por qué los Estados Unidos se han empeñado tantos años en intentar contralar ese país después del fiasco que habían sufrido los soviéticos al tratar de hacer lo mismo. La respuesta también tiene que ver con la física y la química: los ingentes recursos minerales de tierras raras que posee ese país. El nombre de tierras raras induce a error, pues de lo que realmente se trata es de 17 elementos químicos (escandio, itrio y los quince elementos del grupo de los lantánidos). Para que se hagan una idea de la importancia de estos elementos les daré un par de ejemplos: el almacenado de datos informáticos, que cada vez se hace en equipos más pequeños y con mayor capacidad, debe parte de sus avances a las extraordinarias propiedades magnéticas del iterbio y del terbio; para evitar las falsificaciones de los billetes de euro se usa el europio, que tiene la peculiaridad de volverse luminiscente bajo una luz ultravioleta.

 

En la actualidad, abandonado Afganistán por los americanos, son los chinos los que están tras el 1’4 millones de toneladas de lantano, cerio, neodimio y litio, entre otros muchos recursos minerales, que encierra el subsuelo del país asiático y que están valorados en unos 2’5 billones de euros. China, sin disparar una sola bala, controla ya el 90% de la producción y procesamiento de tierras raras, imprescindibles para la industria tecnológica de occidente; si a ello unimos el hecho de que su política energética no está supeditada a las restricciones que en Europa nos hemos auto impuesto como consecuencia de la Agenda 2030, auténtica religión laica que nos llevará a la ruina, hará que en pocos años dependamos del gigante asiático absolutamente para todo, si es que no lo hacemos ya.

 

Entretanto, en España tenemos unas políticas absolutamente erráticas en los tres pilares fundamentales para nuestro desarrollo: la política de producción de los minerales mencionados, la política energética y la política hídrica. En el primero de ellos, contamos con recursos sin explotar debido a las restricciones de todo tipo que imponen las administraciones. En el segundo, y en Elche tenemos un claro ejemplo con la proliferación de campos de placas solares, estamos abandonando lo que debería ser la apuesta más firme -las mini centrales nucleares, limpias y seguras- en aras de un falso y absurdo ecologismo. En el tercero, problema también acuciante en nuestra zona, se abandonó hace años la solución más factible -los trasvases entre cuencas- para satisfacer las exigencias de los nacionalistas catalanes.

 EL LENGUAJE DE LOS MÍSTICOS

Publicado en Diario Información el día 29 de abril de 2023

Esperando a Godot

 

El lenguaje de los místicos

 

El pasado día 23 de abril, como marca la tradición, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes, el Rey hizo entrega del más prestigioso galardón de las letras españolas, que lleva el nombre del inmortal autor del Quijote, en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. El acreedor de tan alta distinción en esta edición ha sido el poeta venezolano, de 93 años, Rafael Cadenas.

 

Una de las características definitorias de la poesía de Cadenas, según he podido leer en diversos ensayos sobre su obra, es la de anteponer la vida a la literatura con el establecimiento de una suerte de viaje desde la mayor expresividad verbal al más estricto ascetismo. No en vano el propio vate afirmó en un libro suyo sobre San Juan de la Cruz que “Me cautiva el lenguaje de los místicos, especialmente, desde luego, el de los españoles. Tienen el don de acuñar expresiones indelebles para comunicarnos un saber, que es más bien, en última instancia, un no saber”.

 

En esa obra, Rafael Cadenas nos pone en guardia frente al cientifismo, es decir, frente a la teoría de considerar que los únicos conocimientos válidos son los que se adquieren mediante las ciencias positivas, para hacernos ver que realmente, en una visión que yo calificaría de estoica, cuanto más sabes mayor es tu perplejidad. En ese sentido, la ciencia quizás haya intentado ocupar el papel que antes tenía la religión como forma de explicar todos los misterios que desazonan al ser humano.

 

Hasta aquí mi comentario sobre el flamante, aunque nonagenario, ganador del Premio Cervantes 2023, puesto que no quería dejar de mencionar este hito en una columna cuyo leitmotiv es, en muchísimas ocasiones, la literatura y, como saben ustedes, una cierta crítica social y política que esta semana engarza perfectamente con ese pensamiento de Cadenas de a mayor conocimiento mayor perplejidad. Vengo a decir esto porque yo, que me considero una persona más o menos formada e informada, o al menos procuro estarlo hojeando las páginas de diferentes diarios (aunque debería decir ojeando, puesto que lo hago en sus versiones digitales) no acierto a comprender últimamente lo que ocurre en política.

 

Ahora mismo, todos los analistas políticos y las empresas demoscópicas se afanan por intentar predecir los resultados electorales de los comicios locales y autonómicos del próximo 28 de mayo y sus posibles repercusiones sobre las elecciones generales que se celebrarán en diciembre de este mismo año. Esos analistas, a la vista de las encuestas publicadas, coinciden en el pronóstico de que la batalla fundamental se va a dar en la Comunidad Valenciana y que del resultado de esa contienda dependerá, en gran medida, de qué lado se decante la pugna por la Moncloa. Por el momento, parece ser que la derecha está tomando una cierta ventaja en el plano autonómico, mientras que, en Elche, a falta de encuestas fiables, es imposible hacer una predicción precisa (entiéndase por encuesta fiable una basada en seis mil entrevistas y no encargada por una de las partes en liza).

 

Por consiguiente, dado que no tenemos datos con los que hacer una predicción plausible, lo más “científico” sería hacer un análisis de lo ocurrido en las cuatro últimas citas electorales y extraer las conclusiones pertinentes.

 

El primer dato para considerar es el de la abstención. En el ámbito autonómico se ha movido entre casi el 30% en 2007 y el entorno del 25% en 2019; en Elche esa variable es muy interesante y conviene tener en mente el porcentaje exacto: en 2007 el 37´15%, en 2011 el 31’46%, en 2015 el 33’51% y en 2019 el 40’35%. La relevancia de estos datos radica en dos factores: el primero y más evidente es la alta abstención y el hecho de que sea mayor en las elecciones municipales que en las autonómicas. El segundo es que en la Comunidad Valenciana ha ganado la izquierda cuando ha habido menos abstención y en Elche ha ocurrido justamente lo contrario.

 

El segundo es la evolución del voto válido a los diferentes partidos. En la Comunidad Valenciana, el Partido Popular fue hegemónico en 2007 y 2011, con dos mayorías absolutas aplastantes frente a la izquierda compuesta por PSOE y Compromís primero y por esas dos formaciones y Podemos después; en 2015 el PP siguió siendo la fuerza más votada, pero se dejó por el camino 600.000 votos que, a pesar de que 400.000 fueron a parar a Ciudadanos, no bastaron para evitar que perdiera el Consell. En 2019, con una derecha ya dividida en tres partidos, el PSOE se alzó con la victoria para gobernar en coalición con Compromís y Podemos hasta la fecha.

 

En Elche el análisis resulta más complejo. En 2017 el PSOE aventajó al PP en 112 votos y gobernó apoyado en Izquierda Unida. En 2011 el PP obtuvo la mayoría absoluta con 49.626 votos, pero el PSOE cosechó 43.462 (en 2007 había tenido 43.595, es decir, apenas perdió votos). En 2015 la desaparición del bipartidismo y otros factores que ahora no vienen al caso supuso un desplome del PP y PSOE (32.878 y 29.071 sufragios respectivamente) que propiciaron la vuelta del PSOE al gobierno municipal en coalición con Compromís. En 2019, el PSOE volvió a ser el partido más votado, al sumar cinco mil votos más y perder el PP otros mil, repitiendo coalición con Compromís.

 

Un grandísimo amigo mío que tiene la amabilidad y la paciencia de leer mis artículos todas las semanas es muy crítico conmigo y me achaca que “pongo mucha literatura, pero que no me mojo en mis opiniones”. Querido amigo y estimados lectores, esta vez tampoco lo voy a hacer, más allá de barruntar que, con los datos en la mano, la derecha puede estar a punto de recuperar la Comunidad Valenciana, pero que en Elche parece más difícil que suceda lo mismo.

 DEL PUENTE A LA ALAMENDA Publicado en Diario Información el 8 de julio de 2023 Esperando a Godot   Del puente a la alameda   ...