FICHAJES Y DESCARTES

Publicado en Diario Información el 25 de febrero de 2023

Esperando a Godot

 

Fichajes y descartes


Estoy seguro de que, aunque no lo hayan practicado nunca, todos han oído hablar del póker. Esta modalidad de juego de cartas es de hecho una de las más conocidas en todo el mundo, aunque su popularidad alcanza sus máximas cotas en los Estados Unidos. En ese país, que es donde se originó, se juega en casas particulares, en clubs de póker, en casinos y últimamente en Internet, donde goza de numerosos adeptos. La influencia del póker es tan grande en la cultura norteamericana que su particular jerga ha permeado en numerosas expresiones coloquiales que se utilizan a diario, algo similar a lo que ocurre en español cuando empleamos giros como “lanzar un órdago”; un órdago es una jugada de mus en la que se apuestan de una sola vez todos los tantos que faltan para ganar el juego, pero que en lenguaje coloquial significa “aceptar un desafío arriesgándolo todo”.

 

Volviendo al póker, que por desgracia ya es más conocido en España que nuestro mus, existen innumerables variantes del juego, aunque todas comparten determinadas características esenciales. Una mano de póker consta de cinco naipes; su valor es inversamente proporcional a la probabilidad matemática de que se produzca una combinación de cartas dada, es decir, cuanto menos probable de obtener es una mano, mayor es su puntuación (escalera de color, escalera, póker, full, trío…). Los jugadores apuestan una cantidad de dinero, que normalmente tiene un límite, a que su mano es la mejor y los demás deben “ver” (igualar la apuesta), “subir” (incrementarla) o “no ir” (abandonar la mano). Lo más interesante es que alguno de los jugadores puede “marcarse un farol” apostando como si de verdad tuviera una buena mano, confiando que los demás se rajen y no vean la apuesta.

 

Hoy en día de entre todas las variantes que existen del juego del póker la más popular es la conocida como “Texas hold’em”. En esta modalidad los jugadores comparten cinco cartas que se reparten boca arriba y a cada uno de ellos se le dan otras dos boca abajo. Cada vez que se muestra una de las cartas se hace una apuesta y otra final en la que los jugadores que aún no han abandonado tienen que conformar su baza entre los naipes que hay sobre la mesa y los dos que ellos tienen.

 

En cualquier caso, tanto en el póker como en muchos otros juegos de cartas existen dos variables que condicionan el resultado final de las partidas. El primero, qué duda cabe, es el azar. Una buena mano hace ganar hasta al más torpe de los jugadores. Pero existe otra circunstancia que también influye sobremanera en el resultado final de las partidas y éste no es otro que la habilidad de cada uno para jugar sus cartas.

 

En política ocurre algo parecido. En Elche, sin ir más lejos, desde la reinstauración de la democracia siempre ha gobernado el PSOE, salvo en el breve período 2011-2015. Aplicando el símil de los juegos de naipes, esto ha sido así la mayor parte de las veces porque los socialistas siempre han obtenido buenas manos, aunque es justo reconocer que Diego Maciá también supo jugar sus cartas cuando gobernó en coalición con Izquierda Unida sin haber ganado las elecciones y después fagocitó a la formación comunista.

 

Del mismo modo, la victoria electoral de Mercedes Alonso en 2011 fue fruto del azar, puesto que los electores estaban tan hartos de la gestión del PSOE a nivel nacional como lo están ahora, pero también hubo un componente de habilidad; los resultados (49.626 votos, 14 concejales y la mayoría absoluta en el consistorio así lo atestiguan). Si Alonso, primera mujer y primera persona del Partido Popular en hacerse con la alcaldía de Elche hubiera gestionado de otra forma su potencial, ahora podría seguir siendo alcaldesa o lo que se hubiera propuesto en política.

 

Los tres meses que restan para las próximas elecciones locales se presentan apasionantes. A los que nos gusta la política ya hemos encargado las palomitas para la tarde noche del 28 de mayo. Ahora mismo, a falta de encuestas fiables, la intuición parece señalar una situación de empate entre las posibilidades de que Carlos González se alce con su tercer mandato consecutivo, como Diego Maciá, o por el contrario, que sea Pablo Ruz el que emule la gesta de su otrora mentora, Mercedes Alonso y le dé la victoria al PP sobre los socialistas.

 

Ambos se juegan mucho. Para González ganar sería emular a Maciá, perder sería equipararse con Alejandro Soler, que ya no sería el único socialista en perder unas elecciones en Elche. Para Pablo Ruz la apuesta es un todo o nada. Como en el “Texas hold’em” las cartas, en forma de personas que van a configurar las listas respectivas, empiezan a ponerse boca arriba sobre la mesa. La cuestión es saber cuáles son las que cada uno oculta en sus manos y también los descartes que se van a producir y cómo se lo tomarán los afectados.

WELTSCHMERZ

Publicado en Diario Información el 18 de febrero de 2023

Esperando a Godot

 

Weltschmerz


La voz alemana que da título a este artículo se podría traducir literalmente como “dolor del mundo”. Sin embargo, como todos ustedes saben, las traducciones literales entre idiomas no son siempre totalmente precisas. En este caso, la palabra Weltschmerz vendría a significar algo así como “melancolía profunda o gran pesimismo sobre el mundo real, especialmente si lo comparamos con el mundo ideal que imaginamos”, o en palabras del poeta romántico alemán Heinrich Heine “dolor que experimentamos cuando nos damos cuenta de lo transitorio de nuestra vida en la tierra”.

 

El pesimismo que representa el Weltschmerz con su defensa de que la vida no vale la pena ser vivida fue la tendencia dominante en la filosofía alemana de la segunda mitad del siglo XIX. La teoría fue introducida por Schopenhauer y se popularizó sobremanera en la década de 1860. Frente a estas ideas, en esa misma época, surgió también en Alemania una corriente absolutamente opuesta que vino en llamarse “neokantismo”, un movimiento estrictamente epistemológico al principio, pero que eventualmente devendría en la corriente filosófica dominante. Sus precursores, el físico Helmholtz y los filósofos Liebman, Ziegler y Lange intentaban conciliar la ciencia con los aspectos idealistas recogidos en La crítica de la razón pura (1781) de Immanuel Kant.

 

Con todo, el término Weltschmerz no fue acuñado por un filósofo, sino por un escritor romántico, Johann Paul Friedrich Richter (1763-1825), más conocido como Jean Paul. De hecho, ese sentimiento de melancolía y pesimismo coincide exactamente con la definición del romanticismo literario y sus poetas, que se negaban a acomodar su pensamiento a la realidad del mundo que ellos consideraban un impedimento para alcanzar su derecho a la subjetividad y a la libertad del individuo. Se negaban o eran incapaces de hacerlo. En Francia, donde al Weltschmerz se le llamó “mal du siècle”, esta forma de pensar y de concebir la literatura fue expresada por Chateaubriand, Alfred de Vigny, y Alfred de Musset, en Rusia por Aleksandr Pushkin y Mikhail Lermontov y en los Estados Unidos por Nathaniel Hawthorne.

 

Ese sentimiento de Weltschmerz se podría extrapolar perfectamente al mundo de la política actual. En la ley del “Sólo sí es sí”, por ejemplo, los redactores de la norma pretendían que los jueces adaptaran el mundo real al mundo imaginario que habían pergeñado, obviando que la lógica jurídica es tozuda y que los jueces, sea cual sea su ideología, lo único que pueden y deben hacer es aplicar las leyes con rigurosidad atendiendo a su literalidad y dejando el mínimo margen a la subjetividad (y cuando ésta se tenga que producir por una mala redacción, como es el caso, aplicando la interpretación más favorable al reo).

 

Lo mismo puede aplicarse a las manifestaciones que se vienen produciendo en la Comunidad de Madrid para, supuestamente, defender un modelo sanitario público y de calidad. Esas soflamas populistas me recuerdan a los antiguos concursos de Miss Universo, cuando preguntaban a las candidatas por sus aspiraciones para el orbe al que iban a representar con su porte y belleza y ellas abogaban por la “paz en el mundo”. Claro, sus asesores estaban convencidos de que nadie podía objetar lo más mínimo a tal deseo, del mismo modo que el “agitprop” de la izquierda sabe que las gentes de bien, incluidos muchos votantes de partidos de derechas, no pueden permanecer impasibles ante unas reivindicaciones a las que nadie podría objetar nada en abstracto. Ese populismo es igual de abyecto que el que han utilizado algunos para atacar al Consell, con el que no comulgo, por el execrable caso de la niña muerta por peritonitis en la Comunidad Valenciana tras tres visitas a urgencias.

 

Ahora bien, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a la que admiro en muchas otras facetas de su quehacer político por su coraje y su forma directa de decir las cosas y afrontar los problemas, creo que se está equivocando en este caso. Si en la manifestación de Madrid del domingo pasado había 250.000 personas o 25.000, me da igual el número, pero muchas sí eran, seguro que hay un porcentaje de ellas que no acudieron por espurios motivos políticos, sino porque de verdad están concienciados con un problema que existe (también en el resto de las comunidades autónomas, es cierto) para los profesionales del sector sanitario y para muchos ciudadanos y esas personas merecen un respeto y una respuesta acorde de las personas que eligieron para gobernar.

 

La lástima es que lo ocurrido en Madrid y en la Comunidad Valenciana en el ámbito sanitario es tan solo la punta del iceberg de lo que ocurre en política. Posiciones encontradas entre los seguidores de unos y otros partidos que intentan acomodar la realidad a su maniqueo e imaginario mundo en el que todo es blanco o negro, realidad imaginaria tan triste que el único momento de felicidad que tienen es el que define con exactitud otra palabra alemana, “Schadenfreude”, pues sólo se alegran con el mal ajeno, como define el vocablo, pero nunca persiguen el bien común.

 EL CONDE DE MONTECRISTO

Publicado en Diario Información el 11 de febrero de 2023


Esperando a Godot

 

El conde de Montecristo


Retomando la senda literaria que constituyó el leitmotiv de esta sección en los primeros años de su procelosa singladura en las páginas del Diario Información, me gustaría hoy hablarles de una novela, quizás de las mejores escritas en lengua francesa. Novela que por otra parte les sonará, puesto que si no la han leído seguro que han visto alguna de las versiones cinematográficas con la que ha sido llevada a la gran pantalla, singularmente la protagonizada por el celebérrimo actor francés, aunque nacionalizado ruso por razones que ahora no vienen al caso en enero de 2013, Gérard Depardieu.

 

Se trata de “El conde de Montecristo”, escrita por Alejandro Dumas y publicada a modo de serial, entre agosto de 1844 y enero de 1846, en el diario parisino Le Journal des Débats. Esta novela romántica y de aventuras, con un cierto tono moralizante, se desarrolla en los tiempos posteriores a la caída del Imperio Napoleónico (empieza en 1815 y finaliza en 1844) a caballo entre París, donde se desarrolla la mayor parte de la acción, Marsella, Roma, Monte Cristo (isla que existe y se encuentra entre la costa italiana del Tirreno y Córcega), Grecia y Constantinopla.

 

La trama nos cuenta las vicisitudes del protagonista, Edmundo Dantés, encarcelado injustamente, y su pugna por castigar a los responsables de su encierro. Durante su estancia en prisión conoce al abate Faria, un sacerdote y erudito italiano, que revela a Dantés la existencia de un tesoro enterrado en la isla de Monte Cristo al que éste accede tras su asombrosa fuga. El poder y la posición que la riqueza le granjean permiten a Dantés adoptar la identidad del conde de Montecristo para trascender su naturaleza humana y actuar como una suerte de brazo ejecutor de la venganza divina.

 

En el Levante español, expresión geográfica que me encanta por las ampollas que provoca en algunos, también tenemos un tesoro que ha generado, genera hoy en día y podría seguir generando una riqueza similar a la que Edmundo Dantés desenterró en la isla de Monte Cristo: nuestro sector agropecuario y todas las industrias de transformación que se han generado a raíz de él. Alicante, Murcia y Almería son la huerta de Europa. Nuestro suelo y nuestro clima son óptimos para la producción de todo tipo de frutas y hortalizas y nuestros empresarios han creado un sector industrial moderno, competitivo, que da trabajo a un gran número de personas y que aporta un alto valor añadido.

 

Lamentablemente el Gobierno que padecemos en España se ha convertido en una suerte de “Fernand”, el personaje que traiciona a Dantés en “El conde de Montecristo”, y está intentando, nadie sabe por qué, destruir esa inmensa fuente de riqueza que atesoramos de la forma más cruel posible: privando a nuestros agricultores del agua necesaria proveniente del trasvase Tajo-Segura y condenándolos a abandonar miles y miles de hectáreas de cultivo, con lo que se condena no sólo a la desaparición del sector sino también a un desastre ecológico y económico que ya se está notando, pero que a medio plazo será absolutamente patente.

 

No es la primera vez que un ejecutivo del PSOE reduce la aportación de agua para riego a nuestra zona. Ya ocurrió en 2004 cuando José Luis Rodríguez Zapatero, para contentar a los nacionalistas catalanes, derogó el Plan Hidrológico Nacional que hubiera supuesto la solución definitiva al déficit hídrico secular que padecemos. Por aquel entonces la ministra de Medio Ambiente y brazo ejecutor de tamaña fechoría era Cristina Narbona. Para centrar la cuestión debo hacer un inciso para explicarles que la susodicha es actualmente presidenta del PSOE y mujer de Josep Borrell, quien a su vez ostenta el cargo de alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.

 

Lo cual nos lleva del agua a la política internacional de España y con ello a la cumbre que se celebró la semana pasada entre nuestro país y Marruecos, con el desplante por todos conocido del Rey Mohammed VI a Pedro Sánchez, hecho que no me alegra lo más mínimo porque supone una afrenta diplomática a nuestro país. En esa cumbre se abordaron diversas cuestiones sobre aspectos que afectan a ambas naciones; pero lo que jamás se ha explicado es el motivo por el que nuestros agricultores, ahora privados de agua, han de verse sometidos a unos estrictos controles fitosanitarios y de trazabilidad de su producción, cumpliendo con las normas de la Unión Europea, pero a los productos agrícolas que importamos de Marruecos no se les aplica el mismo rasero.

 

Quizás el razonamiento sea retorcido, pero los constantes cambios de opinión en nuestra política exterior, cuando no un sometimiento absoluto al Gobierno de Marruecos por parte del nuestro, me llevan a pensar que la destrucción de la agricultura en el Levante y la política de laissez faire con las importaciones desde el Magreb no son sino dos caras de la misma moneda.

 LA MENTIRA Y LA SONRISA

Publicado en Diario Información el 28 de enero de 2023

Esperando a Godot

 

La mentira y la sonrisa


La mentira, seguramente con razón, siempre ha sido una circunstancia social que ha padecido muy mala prensa en comparación con otras como el secretismo, por ejemplo. De hecho, la mayoría de los estudios sobre la mentira que se han abordado desde un punto de vista filosófico en la cultura occidental han concluido que es algo negativo.

 

Retomando a San Agustín, del que hablamos largo y tendido la semana pasada, consideraba la falsedad como un hecho especialmente pecaminoso, puesto que aleja al hombre del don divino de la verdad. Para Kant mentir era tan pernicioso para el orden social que defendía que era preferible decir la verdad, aún a costa de ponernos en peligro a nosotros y a nuestros semejantes, que mentir. Incluso la mayoría de los filósofos del lenguaje contemporáneos son de la opinión de que el engaño socava los mismos cimientos del orden social.

 

Desde el campo de la sociología, por el contrario, la cuestión se aborda desde una perspectiva muy diferente. Para los estudiosos de este ámbito la mentira no ha de ser una cuestión consustancialmente negativa. Ni que decir tiene que otras disciplinas como la psicología, la antropología y, por supuesto, la política abordan este fenómeno de una forma diametralmente opuesta a los filósofos. De hecho, en una comparativa multi cultural, en el que la antropología juega un papel determinante, se ha demostrado que lo que consideramos contar una mentira puede variar de una cultura a otra, no ya solo de una comunidad lingüística a otra; incluso se ha llegado a apreciar de una manera nítida que dentro de un mismo grupo humano puede tener diferencias apreciables de una clase social a otra.

 

Sea como fuere, si hay dos características absolutamente intrínsecas al ser humano esas son la capacidad de mentir y en el polo opuesto la de sonreír. Por una parte, la mentira fabrica o distorsiona la realidad y la información, lo que supone un esfuerzo mental que otros animales no son capaces de llevar a cabo. El mentiroso debe aplicarse mucho más que el sincero para crear eventos que no han sucedido o para describirlos de una manera que permitan múltiples interpretaciones. Pero no sólo el mentiroso debe desplegar esos esquemas mentales, sino que en muchas ocasiones cualquiera de nosotros que deba contar una verdad incómoda también ha de encontrar las palabras y los mecanismos adecuados para reducir el efecto potencialmente negativo en las emociones de su interlocutor.

 

Por otra parte, la sonrisa es una forma de comunicación no verbal que se ejecuta bien de forma intencionada o no como una forma de interacción ante otras personas y ante determinadas situaciones, a la que se atribuye la capacidad de crear una energía positiva y de acrecentar la eficiencia de la comunicación. Una sonrisa sincera es la forma de lenguaje corporal más contagiosa y persuasiva a la hora de infundir y transmitir bienestar tanto en el que la realiza como en el que la recibe y desempeña un papel primordial en el establecimiento y mantenimiento de nuestras relaciones sociales a lo largo de nuestra vida.

 

España siempre ha sido un país de pillos y mentirosos, desde los tiempos de los famosos pícaros que se relataban en las novelas del Siglo de Oro, pero también un lugar en el que nos hemos regalado siempre amplias y francas sonrisas. Por desgracia, los tiempos que corren, especialmente en el ámbito de la política, están propiciando que la mentira se torne en cinismo y que la sonrisa esté desapareciendo.

 

Baste como ejemplo lo acaecido el pasado martes en la Universidad Complutense de Madrid durante el acto de nombramiento de estudiantes ilustres. Sin entrar en los pormenores del suceso, me choca como una horda de energúmenos puede llamar fascistas a los que acuden a un acto académico en una institución que si por algo debe caracterizarse es por el respeto y por la libertad de cada cual a tener y a expresar sus propias ideas. Pero lo más curioso es que haya ministros, incluido el titular de Universidades, que lo justifiquen. Va a resultar que los fascistas son los que se llaman a sí mismos antifascistas.

 

Pero el esperpento no quedó ahí. Una joven, cuyo nombre voy a citar, no porque sea relevante, sino porque dentro de poco la verán ustedes de candidata de Podemos o de enchufada en algún periódico adicto a la causa, Elisa María Lozano, tomó la palabra para demostrar que el único nombramiento injustificado no era el de Ayuso como alumna ilustre, sino el suyo como mejor alumna de la promoción. Si una persona que ha estudiado Comunicación Audiovisual sólo es capaz de vomitar insultos, farfullar frases inconexas y como coda lanzar la rima fácil de “Ayuso, pepera, los ilustres están fuera”, el resto de los alumnos y los profesores de esa carrera deberían hacer una profunda reflexión.

 

El día 28 de mayo de este año se van a celebrar elecciones municipales en toda España y autonómicas en gran parte del país. Las encuestas (aunque en el caso concreto de Elche y de la Comunidad Valenciana parecen mucho más ajustadas) muestran vientos de cambio a favor de la derecha. Tengo mala experiencia en ese sentido porque lo he padecido en carne propia cuando fui concejal en Elche (ya lo he dicho en otras ocasiones, todos tenemos un pasado oscuro), pero espero que esta vez si la derecha se hace con muchos ayuntamientos y autonomías todos sepan aceptar el resultado de una forma democrática y, a ser posible, con esa sonrisa que nos distingue del resto de los animales.

 DEL PUENTE A LA ALAMENDA Publicado en Diario Información el 8 de julio de 2023 Esperando a Godot   Del puente a la alameda   ...