CÁRCEL DE AMOR
Publicado en Diario Información el 12 de noviembre de 2022
Esperando
a Godot
Cárcel de amor
Como ustedes sabrán y aquí se ha comentado en
numerosas ocasiones, la novela, en el sentido que hoy en día le damos, no
apareció en el panorama literario hasta finales del siglo XV. Sin embargo, en
la Edad Media, tanto los lectores, que eran una escasa minoría de la población,
como el público analfabeto que accedía a los textos a través de la tradición
oral, como la juglaresca, acogía todas las narraciones interpretando de manera
fehaciente que se trataba de ficción, salvo que alguno tuviera alteradas sus
facultades mentales, como era el caso del personaje de Alonso Quijano.
En la época medieval los relatos, como regla general,
se enmarcaban bajo dos grandes epígrafes: el cuento y la ficción larga, siendo
la diferencia entre uno y otro no ya la extensión, sino que el primero narra un
episodio y el segundo un argumento algo más complejo. Como ejemplo de ficción
larga podríamos citar las novelas de caballerías, mientras que los cuentos
podían ser didácticos, como El conde Lucanor, cómicos, como el Libro
de los engaños, o de entretenimiento, como los Cuentos de Canterbury.
Dentro del género de ficción larga que comentábamos,
existía un subgénero conocido como ficción sentimental, que consistía en obras
cortas de tema amoroso y desenlace triste. En esta categoría podríamos incluir
la obra de Diego de San Pedro, considerada ya una novela, aunque se sitúa a
caballo entre la Edad Media y el Renacimiento, Cárcel de amor (publicada
en 1492). La trama, resumida de una forma muy sucinta, se centra en un
caballero, enamorado de una princesa, que es conducido a la “cárcel de amor”
por el deseo; el caballero busca un mediador que persuada a la fría y hierática
princesa, antes de que su amor acabe por consumirlo.
La cárcel que alberga al prisionero se encuentra en
una montaña, sobre una roca que representa la fidelidad. Las columnas que sustentan
la prisión son la memoria, el entendimiento, la voluntad y la razón; en lo alto
de la torre que la corona están la tristeza, la congoja y el trabajo, formando
unas cadenas que atenazan el corazón. Sobre la cabeza del reo pesa una corona
de tortura, forjada con una aleación de ansia y pasión. Toda una teoría
metafísica sobre el amor, basada en la tradición escolástica.
Claro que cualquier lector de la época, o cualquiera
que se aproximara a esta obra en nuestros días, comprendería que la cárcel que
se describe es una alegoría o una metáfora rayana en la hipérbole. De la misma
manera, cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso,
comentó durante el transcurso de una entrevista televisiva concedida a Tele 5
el pasado lunes que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quiere blindarse
y también a los suyos y "tener a la oposición en la cárcel, como en
Nicaragua". "Eso es lo que están pretendiendo: Hay que destrozar a la
oposición porque en las dictaduras no puede haber ni oposición. Hay que matar
también a la oposición porque yo me he de perpetuar, no sé con qué proyecto
porque Sánchez no ha hecho nada bueno por España", estoy convencido de que
la cárcel a la que alude Ayuso de amor no es, pero tampoco es una prisión real
sino, como decíamos, una metáfora de un modo de hacer las cosas desde el
Gobierno de España que no sólo le chirrían a Ayuso -muchos pensamos lo mismo- pero
que ella verbaliza con ese desparpajo que la caracteriza y que, sin duda
alguna, es parte de la clave de su éxito electoral en Madrid.
En fin, volviendo la mirada hacia nuestra tierra,
aunque no me he podido resistir a hablar de Ayuso porque, debo reconocerlo, me
gusta su frescura y su falta de complejos a la hora de defender sus ideas, en
la Comunidad Valenciana hemos tenido una buena noticia: el anuncio que ha
realizado Volkswagen el pasado miércoles, a través de un vídeo difundido por
Wayne Griffiths, presidente de SEAT y Cupra, de que finalmente la macro
factoría de baterías para coches eléctricos de la multinacional alemana se
instalará en Sagunto. Gracias a unas más que generosas ayudas públicas, añado
yo sin ánimo de aguar la fiesta.
Me alegro sinceramente a que nuestros vecinos
valencianos reciban esa inversión que redundará en la creación, directa e
indirecta, de miles de puestos de trabajo y en la generación de riqueza para
esa provincia. Pero echo de menos que el Consell no ponga el mismo empeño
cuando se trata de recabar inversiones para la provincia de Alicante.
Ahora mismo, precisamente, nuestras dos principales
ciudades, Elche y Alicante, se encuentran inmersas en una competición con otras
ciudades de España para intentar conseguir ser sede de la Agencia Espacial
Española y de la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial
respectivamente. No digo que en este caso la Generalitat no se haya implicado,
pero no observo el mismo entusiasmo que si las candidatas fueran Valencia o
incluso Castellón.
El Ayuntamiento de Elche está poniendo un gran empeño para que nuestra ciudad logre su objetivo. Espero que lo consiga (y que Alicante también logre el suyo). La competencia es dura, pues se han presentado candidaturas muy potentes en toda España, pero quién sabe, igual conseguimos darle un disgusto a Valencia y liberarnos, por una vez, de la “cárcel de amor” en la que ésta nos mantiene prisioneros.
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