TU SITIO

Publicado en Diario Información el 24 de septiembre de 2022

Esperando a Godot

 

Tu sitio

 

Es curioso que en un universo como el nuestro en el que el estado natural de la materia tiende hacia una entropía siempre mayor, hacia el caos, en definitiva, las personas nos empeñemos en saber exactamente cuál es nuestro sitio y cuál debe ser el de las cosas; es decir, queremos dirigirnos hacia un cierto orden natural que, cuando nos manifestamos incapaces de alcanzar por nosotros mismos, nos impone la sociedad, la moral, la costumbre o el propio derecho positivo, es decir, el conjunto de disposiciones legales y jurídicas diseñadas por el hombre para regir su convivencia e implementadas por la organización del Estado.

 

En el día a día vemos muchos ejemplos de ese orden, de ese estar en su sitio que se aplica, en primer lugar, a las personas. Un caso paradigmático, y disculpen que abunde en un tema tan manido, ha sido el de la colocación de los diferentes invitados en el funeral de Isabel II, con especial relevancia al de nuestros monarcas, pasados y actuales. Todos los comentaristas, especialmente los contrarios a la institución monárquica han criticado esa disposición. Pero los ingleses, que si de algo entienden es de protocolo y de pragmatismo, situaron a cada uno donde debía, con su familia, sin entrar en ningún otro tipo de consideraciones.

 

Descendiendo a asuntos mucho más triviales y mundanos, todos tenemos ciertas manías, unos más que otros, respecto a temas tan banales como el lugar que ocupamos en la mesa a la hora de comer. Yo debo reconocer que, en ese aspecto, soy lo más parecido a Sheldon Cooper, protagonista de la celebérrima “sitcom” o comedia de situación estadounidense “The Big Bang Theory”. Me siento siempre en el mismo lugar que, emulando al físico teórico con rasgos autistas, me permite ver la televisión y mantener una conversación al tiempo sin girar el cuello; tengo la ventana de la cocina a mi espalda, con lo que en verano me da el aire y en invierno los rayos de sol, más oblicuos en esa época del año, me calientan el cogote.

 

Pero si las personas tienen su orden, su sitio, las cosas también; en algunos barrios de Elche, el de Carrús es el más patente, por ser el más poblado de la ciudad (y el más pobre de España según los datos estadísticos que se publican anualmente), una de las mayores preocupaciones de los ciudadanos es buscar sitio para el coche, aparcamiento. Imagino que las conversaciones de los habitantes de este barrio, pobre pero orgulloso y muy activo, versarán más sobre este asunto que sobre, pongamos por caso, las disquisiciones teóricas de nuestros políticos locales sobre asuntos como el del mercado central.

 

Hablando del mercado central, si hay algo en nuestra ciudad que podamos calificar de entrópico, este asunto sería paradigmático. Haciendo memoria, podemos recordar algunos hitos en la historia de este esperpéntico asunto: por no remontarnos más atrás en el tiempo, que podríamos, acotemos la cuestión desde el mandato 2011-2015, único en el que el Partido Popular ha sido capaz de arrebatar la alcaldía a los socialistas, hasta nuestros días.

 

El proyecto que se planteó en aquel momento consistía en un nuevo edificio dotado de aparcamiento subterráneo y tres plantas en altura. La primera de ellas habría estado dedicada a los comercios tradicionales que ya existían en el mercado, la segunda sería un supermercado del grupo mercantil que iba a acometer el proyecto y la tercera se destinaría al ocio y la restauración. Los inconvenientes, aparte de la contestación de algunos grupos que se oponían al proyecto por contar con aparcamiento, empezaron a surgir cuando se realizaron las primeras catas arqueológicas y aparecieron los restos de un matadero y unos baños árabes del siglo XV.

 

De todos modos, esos hallazgos arqueológicos no parecían suficientes per se para desechar el proyecto; no sería la primera vez, ni la última, que unos restos se han conservado e integrado en un edificio de nueva planta, añadiéndole incluso un cierto atractivo, con lo que se procedió a instalar un mercado “provisional” en la avenida de la Comunidad Valenciana, mercado que muchos vaticinamos ya en ese momento que, tarde o temprano, perdería el apelativo de provisional para erigirse en definitivo.

 

Sea como fuere, la ubicación de esa instalación no estuvo exenta de polémica. Los grupos de izquierdas, con el PSOE al frente, y con todas las asociaciones que con tanta maestría manipulan para dar a sus reivindicaciones una pátina social detrás, manifestaron una furibunda oposición al emplazamiento elegido, llegando incluso los socialistas a presentar una denuncia al respecto ante la Fiscalía por delito urbanístico y prevaricación en la actuación.

 

Las elecciones municipales de 2015 y especialmente las de 2019, en las que la suma de los concejales del PSOE y Compromís otorgaban a la izquierda la mayoría absoluta en el consistorio, parecían presagiar la desaparición del mercado “provisional” y la denuncia del contrato firmado entre el Ayuntamiento y APARCISA para la construcción del nuevo mercado en su emplazamiento tradicional; lo segundo ocurrió, lo primero no. Al contrario, la idea que ahora plantean los grupos que antes denunciaban la situación es la de perpetuar ad aeternum el mercado junto al río, quitando lo de provisional, mediante una actuación que incluiría la adecuación de la zona como un bulevar y la construcción de un aparcamiento subterráneo. Desconozco el montante que alcanzaría todo ello, aunque barato no será.

 

Pensarán ustedes que la derecha, ahora en la oposición, se opondrá, argumentando que se debería dejar a la iniciativa privada el protagonismo para que el consistorio no tuviera que hacer un desembolso tan elevado en los tiempos que corren. Pues no, la respuesta del PP de Pablo Ruz ha sido lo veo y subo la apuesta: construcción de un nuevo mercado y de un aparcamiento en la Plaza de las Flores (come el que hizo y luego enterró Diego Maciá), con una inversión pública de 15 millones de euros.

 

Hace un tiempo que ando perdido y ya no sé cuál es mi sitio en el universo, salvo a la hora de comer, pero parece ser que no soy el único.

 LA ESPAÑOLA INGLESA

Publicado en Diario Información el 17 de septiembre de 2022

Esperando a Godot

 

La española inglesa

 

Hoy retomamos la senda de lo que fue el leitmotiv de esta columna semanal durante los cuatro primeros años y pico de su andadura: la literatura. No cualquier tipo de literatura, sino de la buena, de la mejor, de la sublime si me lo permiten pues, en esta ocasión, quiero hablarles de una de las Novelas ejemplares, del mejor escritor, al menos del mejor novelista, que el mundo haya contemplado: Miguel de Cervantes.

 

Las Novelas ejemplares son una colección de historias cortas, escritas entre 1590 y 1612 y publicadas en 1613. Su difusión se produjo inmediatamente después de la de la primera parte del Quijote y resultaron ser más populares que éste en su día. Sus temas varían de lo picaresco a lo satírico, desafiando los convencionalismos de la novela caballeresca heroica mediante una medida combinación de ironía cómica, ambigüedad moral, realismo y puro sentido del humor.

 

Una de esas historias es la que da título a este artículo: La española inglesa. Este relato nos narra la historia del rapto de Isabela, una niña de sólo siete años, por los ingleses durante la toma de Cádiz y su traslado a Londres como parte del botín. La trama deviene en una historia de amor, que no les voy a contar por si aún no han leído las Novelas ejemplares, porque si no lo han hecho, les insto a que lo hagan de inmediato. No se arrepentirán.

 

En cualquier caso, no es el argumento de esta novela ejemplar lo que viene al caso, sino su contexto histórico, que influye notablemente en su desarrollo. De hecho, Cervantes trae a colación ciertos aspectos del reinado de la monarca inglesa Isabel I (1558-1603) aunque, contrariamente a lo que se podría pensar de un escritor católico y español, sin destacar aspectos negativos de su reinado, como la represión feroz de los católicos del norte de Inglaterra, o el cruel ajusticiamiento de María Estuardo, Reina de los escoceses, sino que nos ofrece un retrato bastante amable de Isabel.

 

Los mecanismos de la mente que nos llevan a asociar ideas son complejos; quizás por eso me ha venido a la mente esta novela, en la que aparece Isabel I de Inglaterra, por la machacona insistencia con la que los medios de comunicación, especialmente la televisión, están trasmitiendo, en directo y prácticamente minuto a minuto, la larga serie de actos que constituyen las exequias fúnebres de Isabel II del Reino Unido, soberana de las naciones de la Commonwealth y cabeza de la Iglesia de Inglaterra (si se fijan en el reverso de una moneda inglesa, podrán ver que lleva la inscripción Elizabeth II, D.G. Regina F.D. abreviaturas en latín de Dei Gratia Regina Fidei Defensor, es decir, Isabel II, Reina por la Gracia de Dios y Defensora de la Fe).

 

Es curiosa la fascinación que parece ejercer sobre nosotros la difunta monarca británica, sobre todo si lo comparamos con el desdén con el que muchas veces se trata en España a nuestra familia real. Emulando al replicante Roy Batty en el monólogo final de Blade Runner, cuando decía “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser”, yo he visto a la prensa española de izquierdas, incluida la Sexta, alabar de forma desmedida a la familia real británica, mientras cuestionaban la presencia de don Juan Carlos, familiar directo de Isabel II, en el funeral de estado que se va a celebrar el lunes.

 

Sea como fuere, y como se suele decir, a rey muerto, rey puesto. Precisamente en Elche los partidos políticos están a eso, a elegir candidatos para suceder, o aspirar a hacerlo, a Carlos González. Empezando de menor a mayor representación de los partidos que forman parte del consistorio, tenemos a Ciudadanos, formación que en nuestra ciudad es un clan familiar del que no vale la pena hacer comentario alguno, puesto que es presumible que esa formación desaparezca del mapa político ilicitano. A continuación, tenemos a Compromís, que a lo máximo que puede aspirar es a intentar volver a tener la llave del Gobierno municipal para convertirse de nuevo en bisagra, o en muleta como ha ocurrido estos ocho años, del PSOE. VOX es una incógnita, puesto que, a pesar de la fuerza que ha adquirido en el panorama nacional, aunque algo mermado tras las elecciones andaluzas, en Elche no termina de cuajar ni tiene un candidato capaz de concitar adhesiones.

 

Con lo que los dos únicos partidos con posibilidades reales de alzarse con la alcaldía son PP y PSOE. El PP hace mucho que tiene su candidato definido en la persona de Pablo Ruz. En el PSOE Carlos González va a suceder a Carlos González; no es un juego de palabras esto último, pero sí es una paradoja, propiciada por la inexistencia de otra figura dentro del partido que pudiera afrontar esta contienda electoral con garantías de éxito. De modo que, en mayo del próximo año tendremos que elegir entre continuar con la Reina o dejar que gobierne el Príncipe de Gales. Lo que sí es seguro es que asistiremos al entierro político de aquél de ellos que pierda las elecciones. Sic transit gloria mundi!


 LA RATA DE SKINNER

Publicado en Diario Información el 10 de septiembre de 2022


Esperando a Godot

 

La rata de Skinner

 

Esta semana he mantenido un par de conversaciones con dos personas muy próximas que me han impelido a redactar el artículo que tienen ustedes ante su vista. Les aseguro que no se trata de un recurso literario, muy utilizado en periodismo, de poner en boca de otros lo que uno mismo piensa para despertar la simpatía y la comprensión del lector, sino que se trata de situaciones absolutamente verídicas. Esas dos personas a las que hago alusión, y que se sentirán identificadas cuando lean estas líneas, sí son una representación de “la gente”, como le gusta decir a Pedro Sánchez, y no los cincuenta ciudadanos españoles, y socialistas, que invitó el otro día a la cuchipanda celebrada en el Palacio de la Moncloa.

 

La primera de esas conversaciones, que me hizo mucha gracia, fue con un amigo que me llamó y, nada más iniciar la charla, me espetó que se sentía como un hámster girando en la rueda de su jaula; ante mi exclamación de sorpresa, y mi lógica pregunta sobre el motivo de esa sensación de metamorfosis cuasikafkiana, me respondió que había intentado adquirir uno de los “Bonos Consumo” del Ayuntamiento de Elche para que su hija, ávida lectora, se comprara unos libros que quería leer, pero que, a pesar de intentarlo desde el trabajo, con tres ordenadores a la vez, había sido incapaz de lograrlo.

 

Finalmente, la joven lectora, y recalco lo de lectora por ser una rara avis, consiguió su bono de cincuenta euros gracias al abuelito, que la acompañó al Centro de Congresos para conseguir uno de los que allí se expendían presencialmente para la población mayor de 65 años. Beneficiada la niña, encantado el abuelito por satisfacerla, contenta la librería donde realizaron la compra y, como en el caso que les ilustraba en esta misma sección la semana pasada con el fiasco de los bonos para bicis y patinetes, diezmados los contribuyentes por las constantes ocurrencias de los políticos.

 

No sé si se habrán dado cuenta, estoy seguro que sí, de que últimamente los políticos nos han introducido en una suerte de “Caja de Skinner”. Skinner fue un psicólogo estadounidense, fallecido en 1990, que diseñó la caja que lleva su nombre como un instrumento de laboratorio para estudiar el comportamiento animal en un marco de tiempo determinado. Esa caja es, en realidad, una jaula que aísla por completo al sujeto de estímulos externos, dotada de una palanca que refuerza el comportamiento del animal proporcionando, al ser activada, refuerzos positivos, como la comida, o negativos, como un ruido desagradable.

 

Por lo tanto, el símil que había empleado mi amigo, el de la rueda del hámster, estaba perfectamente traído desde un punto de vista conductual; mientras los ciudadanos se pasan el día dándole a la palanca de su jaula, las teclas del ordenador en este caso, a la espera de conseguir un refuerzo positivo en forma de uno de esos bonos que nos “regalan”, no se acuerdan de la manera en la que las administraciones nos esquilman a impuestos para luego otorgarnos, graciosamente, estas “generosas” dádivas.

 

Claro que, de vez en cuando, la presión sobre la palanca también puede devolver los refuerzos negativos que comentábamos. Ese es el caso de una conversación que tuve con una íntima amiga que me comentó que había pagado más de trescientos euros de luz en el mes de agosto y que, al pedir explicaciones, le habían comunicado que, como podía ver en su factura, eso se debía a la compensación a las eléctricas por el tope al precio del gas, según lo estipulado por el Real Decreto 10/2022. Es decir, que en los meses anteriores el Gobierno nos ha dado un estímulo positivo que no era más que un tocomocho: lo que no se pagó en su día se hará ahora con creces, especialmente por los consumidores que tengan tarifas reguladas por el libre mercado y que hayan renovado sus contratos después del 26 de abril, quienes van a pagar entre 12 y 13 céntimos más por kilovatio/hora.

 

Creo que todo el mundo comprenderá el engaño al que el Gobierno nos ha sometido con ese pago en diferido del precio de la luz con ese cambalache de limitar el precio del gas para cobrarlo después. Pues en el tema de los bonos la engañifa es aún más burda; si el millón largo de euros que han costado se hubieran dejado en los bolsillos de los comerciantes y ciudadanos a los que, supuestamente, se pretendía beneficiar, en forma de una rebaja fiscal, tengan por seguro que ese dinero se habría empleado de una manera mucho más fructífera.

 SI NO UN PITO, UNA PELOTA

Publicado en Diario Información el 3 de septiembre de 2022


Esperando a Godot

 

Si no un pito, una pelota

 

A finales del siglo XIX existía una gran crisis medioambiental que vino en denominarse “La gran crisis del estiércol del caballo de 1894”. La cuestión radicaba en que las grandes ciudades europeas y norteamericanas estaban, literalmente, sepultadas por las deyecciones sólidas y líquidas de estos animales.

 

Sólo en la ciudad de Londres había en el año 1900 más de once mil carruajes que servían como taxis; eran los conocidos “Hansom Cabs”, llamados así por haber sido diseñados por el arquitecto neoyorquino Joseph Hansom. Hay que tener en cuenta que cada uno de estos taxis necesitaba varios caballos, pues se cambiaban cada cuatro horas para darles descanso, y que cada equino emite una media de entre ocho y dieciocho kilos de estiércol al día.

 

Pero si la situación en Londres era caótica, en Nueva York era absolutamente insostenible. El número de caballos en la metrópoli estadounidense se cifraba en unos 100.000 por aquel entonces, lo que acarreaba unas veinte toneladas cotidianas de residuos. Tal era la preocupación de los ciudadanos ante un problema que preconizaba el fin de la civilización urbana, que las autoridades locales convocaron una conferencia mundial de urbanismo en 1898. El resultado, como el de la mayoría de los foros organizados por las instituciones públicas, fue que no se obtuvo resultado alguno.

 

En cualquier caso, cada vez que el hombre se ha visto impelido por la necesidad, ha pergeñado algún invento que lo sacara del atolladero. El invento que lo logró en esta ocasión fue el motor de combustión interna. Henry Ford creó un sistema de producción en cadena que hizo rentable la fabricación de automóviles; los tranvías eléctricos y los autobuses poblaron las calles, sustituyendo al transporte de tracción animal.

 

De ese modo el problema del estiércol, en apariencia irresoluble, desapareció y, en la década de 1910, en las principales ciudades europeas y norteamericanas, los vehículos autopropulsados ya eran la principal forma de transporte de pasajeros y mercancías. Como es obvio, incluso para los que no estamos versados en urbanismo, este cambio de paradigma también supuso una auténtica revolución en la concepción de lo que debería ser el diseño de las ciudades del siglo XX.

 

El Ayuntamiento de Elche ha debido considerar que estamos, y disculpen ustedes la expresión, que no es sino una metáfora mal traída, de mierda de caballo (o de humo de coches) hasta el cuello y ha decidido que la mejor forma de solucionarlo es regalar unos bonos, por un montante total de 550.000 €, para que los ciudadanos (sic.) “puedan contar con los recursos para optar por el uso de transporte alternativo de manera cotidiana” y “…aliviar la situación económica que está viviendo la ciudadanía por el aumento del precio de los carburantes.”

 

Ustedes me disculparán si mi opinión les parece un tanto desmedida, pero cuando oigo, y veo en las teles locales, al concejal de turno, en este caso a Dña. Esther Díez (a la que una amiga mía, en tono jocoso y con todo el respeto del mundo, llama “Lady Carril”) explicando como va a repartir bicis y patinetes entre los afortunados que consigan su bono el día equis a la hora hache, con el único requisito de ser los más rápidos en pulsar la tecla del ordenador, me viene a la mente la imagen de uno de aquellos feriantes que, desde la tribuna de su tómbola, pregonaba a voz en cuello “siempre toooocaaa, si no un pito, una peloootaaaaa.”

 

Quizás no compartan la hipérbole del párrafo anterior, pero creo que sí convendrán en que una administración pública no puede despilfarrar el dinero del contribuyente en unos patinetes que, en el mejor de los casos, se usarán, en otros no y en algunos, como se ha visto, no sin cierta retranca, en las redes sociales, han acabado siendo ofrecidos como productos de segunda mano “a estrenar y con el embalaje original” en las plataformas de venta online entre particulares.

 

En mi modesta opinión, como les decía, la función de la Administración debe ir más allá. Claro que ir más allá supondría, como decía Winston Churchill, pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones; y para ello, en el caso concreto que nos ocupa, el de la movilidad urbana, hay que tener presente qué modelo de ciudad es la que tendrá éxito en el siglo XXI y qué modelo de ciudad queremos para Elche. ¿Queremos una ciudad de patinetes? ¿O queremos una ciudad con unas infraestructuras que permitan la movilidad en un futuro no tan lejano en el que circulen automóviles eléctricos y de hidrógeno? Debemos pensarlo, porque las infraestructuras actuales no van en ese sentido, más bien lo hacen movidas por unas políticas cortoplacistas que atentan frontalmente contra la máxima atribuida al gran Sir Winston.

 DEL PUENTE A LA ALAMENDA Publicado en Diario Información el 8 de julio de 2023 Esperando a Godot   Del puente a la alameda   ...