EL SEÑOR DE LAS MOSCAS

Publicado en Diario Información el 19 de febrero de 2022

ESPERANDO A GODOT

El Señor de las Moscas

Uno de los grandes debates a los que se ha enfrentado la humanidad desde tiempos inmemoriales es el de la dicotomía sobre la génesis de la maldad. El villano, el delincuente, el asesino… ¿Nace o se hace?

Quizás, al leer esta breve introducción, habrán pensado que voy a centrar este artículo en los terribles y luctuosos hechos que tuvieron lugar en Elche la semana pasada: el asesinato de unos padres y un niño a manos de su hijo y hermano. Es cierto que he estado tentado a hacerlo porque, además del indudable interés humano que suscita el tema, mi oficio en el ámbito de la educación también ha despertado mi atención desde un punto de vista profesional.

Sin embargo, no voy a dar ninguna opinión sobre el asunto, y no lo voy a hacer porque creo que sobre un tema tan delicado no se deben verter opiniones sin tener un profundo conocimiento del caso. Los medios de comunicación han dado un profuso seguimiento a esta tragedia, pero su información ha sido tan pródiga como falta de rigor y saturada de morbo y opiniones sesgadas.

En cualquier caso, sin centrarnos en un acontecimiento concreto, el debate al que aludía anteriormente sobre la maldad sigue plenamente vigente y ha sido también el leitmotiv de innumerables obras literarias. Una de las más famosas es El Señor de las Moscas, escrita en 1954 por el Premio Nobel William Golding. Se trata de una novela distópica, que influyó en gran medida a los autores de terror y de temas post apocalípticos posteriores, que analiza como en un grupo de adolescentes abandonados a su suerte en una isla desierta aflora el salvajismo latente en el ser humano.

En El Señor de las Moscas se da un conflicto entre los personajes protagonistas, Jack y Ralph, que en su trasfondo es una representación del choque entre una forma pacífica y democrática de entender la vida, como la que defiende Ralph, y una dictadura violenta, que es lo que propugna Jack; dicho de otra forma, Ralph atesora los valores positivos del ser humano, la justicia, la razón, el sentido del deber y la protección de los débiles; Jack es la violencia, la crueldad, la tiranía y la imposición mediante el terror.

Esas dos formas de entender la vida, y la sociedad en el microcosmos que es la isla, llevan al resto de muchachos a alinearse con uno y con otro. La historia nos muestra que los impulsos más primitivos del ser humano prevalecen sobre la civilización, débil en sí misma. De hecho, al final de la novela, Ralph está a punto de ser asesinado por el resto de los chicos y sólo se salva por la intervención del oficial de un barco que los avista e interviene en el último instante.

La visión de Golding, por lo tanto, no puede ser más pesimista. Pero no deja de ser ficción. Es cierto que la novela retrata, como pocas, las miserias más insondables de la condición humana y que fue traducida a más de treinta idiomas e incluida en la lista de los grandes clásicos del siglo XX. Pero también es verdad que fue escrita en un contexto histórico muy concreto, en el que las nuevas generaciones comenzaban a echar en cara a sus padres las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial.

La gran cuestión, en este caso, sería si estamos de acuerdo con ese pesimismo antropológico de Golding o, por el contrario, pensamos que en situaciones tan extremas como la que describe su novela, el ser humano puede ser capaz de dar lo mejor de sí, en lugar de exhibir sus más bajos instintos. Lo curioso es que la respuesta la podemos documentar con un caso verídico muy similar y que sucedió sólo doce años después de la publicación de El Señor de las Moscas.

Ese episodio estuvo protagonizado por seis adolescentes tonganos de entre trece y dieciséis años. Los jóvenes eran todos alumnos de un colegio católico de la capital de su país, Nukualofa. Un buen día decidieron escapar en un pequeño bote pesquero y poner rumbo a Fiyi. Su escasa pericia y la nula preparación de su aventura, para la que no repararon en conseguir ni una brújula, dio con ellos en una isla desierta al octavo día de singladura. Esa isla distaba mucho de ser el paraíso tropical que, influidos por Hollywood, solemos asociar con los lugares que habitan los náufragos. Al contrario, se trataba de una roca inhóspita en la que, no obstante, y gracias a un gran espíritu de sacrificio y colaboración entre ellos, los chicos lograron sobrevivir más de un año, cuando en sus casas ya los habían dado por muertos.

Cuando finalmente volvieron a Tonga, el médico que los examinó se mostró sorprendido por su buena forma física y muy en especial por el hecho de que uno de ellos, que se había roto una pierna, estuviera totalmente recuperado gracias a los cuidados que sus compañeros de aventura le habían dispensado. Ahora bien, eran otros tiempos, así que después de recibir el alta en el hospital, fueron arrestados por la policía, puesto que el bote en el que iniciaron su particular viaje había sido sustraído y su propietario se negó a retirar los cargos que pesaban sobre los jóvenes.

Los adolescentes de hoy en día no son tan diferentes de esos seis muchachos de Tonga que dieron lo mejor de sí mismos para sobrevivir y cuidar los unos de los otros. La única diferencia entre los seres humanos a lo largo de la historia es el progreso tecnológico que, en los últimos cincuenta años, ha sido vertiginoso; pero las pasiones, buenas y malas, que mueven al mundo permanecen inalterables. Por eso, lo mejor que podemos hacer los adultos por nuestros niños y adolescentes es darles ejemplo, especialmente en la manera de controlar nuestros egos y aprender a vivir con la humildad necesaria para no hacer daño a los demás.

 MY FUNNY VALENTINE

Publicado en Diario Información el 12 de febrero de 20222

ESPERANDO A GODOT

My Funny Valentine

El próximo lunes, 14 de febrero, se celebra San Valentín. Muchos piensan que esta festividad tiene un origen estrictamente comercial, como acicate al consumo en un mes que, tras la consabida cuesta de enero, suele ser bastante pobre en el balance de la cuenta de resultados de establecimientos minoristas y negocios de hostelería.

Concediendo que su significado actual vaya en la línea de lo anteriormente expuesto, no es menos cierto que esta fiesta hunde sus raíces en lo más profundo de nuestra civilización. De hecho, se piensa que San Valentín tiene su germen en las celebraciones romanas de las Lupercales, o Lupercalia. Estos ritos se celebraban anualmente, entre el 13 y el 15 de febrero, organizados por un grupo de sacerdotes conocidos como Lupercos. Sus orígenes son inciertos, aunque resulta evidente que su nombre proviene de la voz latina lupus (lobo), por lo que se piensa que estaba relacionada con un antiguo dios protector de los rebaños o, quizás, con la loba legendaria que amamantó a Rómulo y Remo.

Ese origen apegado a la actividad del pastoreo hizo que los ritos celebrados también estuvieran íntimamente relacionados con la fecundidad y el dios Fauno. Cada Lupercalia daba comienzo con el sacrificio de varias cabras y un perro; tras ello, dos de los Lupercos eran conducidos ante el ara y ungidos en la frente con un chuchillo empapado en la sangre de los animales. Después, los sacerdotes cortaban correas de la piel de las cabras y corrían hacia la colina Palatina, golpeando con ellas a todas las mujeres que se encontraban a su paso, lo que se suponía que les otorgaba fertilidad. Se cuenta también que se celebraban sorteos en los que se emparejaban hombres y mujeres al azar.

Pero, a finales del siglo V, el Papa Gelasio I prohibió esta divertida y lujuriosa fiesta pagana para sustituirla por otra más aburrida y casta, la de San Valentín; aunque no está claro si fue así realmente, puesto que existen varios mártires cristianos llamados Valentín. En cualquier caso, la versión más plausible es la que atribuye la figura del San Valentín que celebramos a la del obispo de Terni, ajusticiado por el emperador Claudio II en el año 270. Cuenta la leyenda que San Valentín, desafiando las órdenes del emperador, casó en secreto a muchas parejas para evitar a los maridos tener que acudir a la guerra y que, por este motivo, su onomástica se identifica con el día del amor.

Sin embargo, los famosos mensajes de San Valentín que hoy conocemos, heredados de las costumbres anglosajonas, no aparecieron hasta el siglo XVI; y las tarjetas comerciales de felicitación impresas tiene su origen en el siglo XVIII. Esas tarjetas normalmente representan a Cupido, el dios romano del amor, y corazones, como el órgano en que se supone que reside el amor, y se intercambian entre los amantes, junto con regalos de todo tipo, en especial flores y bombones.

Dado que yo, como les he repetido hasta la saciedad en numerosas ocasiones, soy un gran amante de nuestro pasado y nuestro legado romano, me habría gustado que en Elche se organizaran unas Lupercales estos días. Me imagino a los Lupercos persiguiendo a las doncellas por la Corredora y a éstas intentando esquivarlos corriendo hacia la Glorieta, libres ya de la asfixiante mascarilla, gracias a Júpiter, digo gracias a Pedro Sánchez.

No me digan que esto no habría animado el comercio local. Lástima que nuestros gobernantes sean más sosos que Gelasio I y, en vez de una buena fiesta romana con vino y sexo, hayan dejado el asunto en manos del concejal de Comercio, Felip Sànchez, quien ha organizado una (sic.) “acción comunicativa por el Día de los Enamorados”, con reclamos tan potentes como “Lo vi y me acordé de ti” o “comprar regalos en nuestras tiendas locales, eso es amor”. Les prometo, sin un ápice de acritud ni de maldad, que me imagino al concejal en un programa tipo “First Dates” luciendo tras su espalda esas frases tan impactantes.

“El comercio local pondrá toda la carne en el asador, recalcó el edil del área”, según recoge la web del Ayuntamiento de Elche. Qué símil tan desafortunado para un representante de un partido que ha defendido a Alberto Garzón en su ataque al consumo de carne y al sector ganadero. Quizás habría sido más apropiado decir que el comercio local pondrá toda la tinta en la impresora, ya que los carteles diseñados por el área de comercio han sido distribuidos “digitalmente”, es decir, que cada uno se tendrá que imprimir los suyos.

No se lo tome a mal, señor Sànchez. Las responsabilidades de gobierno conllevan las críticas de la ciudadanía. Yo espero que el tono de las mías no le hayan resultado molestas y, por si así ha sido, le dedico la última estrofa de la celebérrima canción de Ella Fitzgerald, “Funny Valentine”, a modo de felicitación de San Valentín anticipada: ”But don't change a hair for me/Not if you care for me/Stay little valentine, stay/Each day is Valentine's Day.

 EN UNA ESTACIÓN DE METRO

Publicado en Diario Información el 5 de febrero de 2022


ESPERANDO A GODOT

En una estación de metro

No sé si habrán oído hablar alguna vez del poeta norteamericano Ezra Pound. No se sorprendan si no lo han hecho, pues no es muy conocido en nuestro país al margen de los que hemos tenido una formación relacionada con la lengua y la literatura anglosajonas. Pound nació en Idaho, en 1885, y murió en Venecia, en 1972; perteneció a la conocida como “Generación perdida”, uno de cuyos predicamentos consistía en retomar la poesía antigua para ponerla al servicio de la modernidad.

Yo tuve mi primer contacto con la obra de Pound cuando estudiaba en la universidad. Pero una noticia que escuché la semana pasada, un tanto surrealista, en mi modesta opinión, como les relataré más adelante, me trajo a la memoria un poema suyo que analizamos en la asignatura de Literatura norteamericana, titulado In a Station of the Metro. Dada su escasa extensión, me voy a permitir compartirlo con ustedes literalmente: The apparition of these faces in the crowd:/Petals on a wet, black bough. (La aparición de estos rostros en la multitud;/Pétalos en una rama oscura y húmeda.)

Este breve poema, publicado en 1913 y en el que muchos encuentran una marcada similitud con un haiku, pronto se convirtió en el ejemplo más icónico del movimiento poético que Ezra Pound encabezaba, el imaginismo. Con tan sólo veinte palabras, incluyendo el título, el poeta es capaz de evocar en nuestras mentes dos realidades opuestas (una estación de metro abarrotada y los pétalos sobre una rama húmeda), difuminando la frontera que existe entre la realidad y la imaginación, e invitanado al lector a comparar el entorno urbano con el medio natural, acaso proyectando sobre ellos una luz totalmente nueva.

La aparente sencillez de estos versos nos permite yuxtaponer el mundo de la percepción, lo que aparece ante nuestros ojos, con el de la imaginación, lo que nuestra mente pergeña. Podría decirse que la intención final del poema es reflejar la relación entre la vista y el pensamiento, desvelando como la conjunción de esos procesos conforman nuestra realidad. Dicho de otra forma, invita al lector a establecer una conexión directa entre los rostros de las personas y los pétalos sobre la rama, creando la impresión de que estemos viendo, al tiempo o de forma alternativa, rostros y pétalos.

Imagino que, a estas alturas de mi relato, ya se estarán preguntando cuál fue esa noticia que me trajo a la mente “En una estación de metro”. Les va a decepcionar la respuesta, pues se trata de una de esas butades que se les ocurren a los políticos y que suelen pasar sin pena ni gloria; pero a mí me dan mucha rabia, porque no tienen ningún impacto directo en la calidad de vida de los ciudadanos y, lo que es peor, nos cuestan dinero a los ya muy sangrados contribuyentes.

En el caso que nos ocupa, la ocurrencia fue de la todopoderosa (hasta que el PSOE fagocite a Compromís en las elecciones municipales de mayo de 2023) Esther Díez, quien presentó, en una sala de prensa vacía, como viene siendo habitual, una iniciativa que la artífice de la idea ha venido en llamar el “Metro Minuto”. Créanme si les digo que la primera vez que escuché la noticia, al estar ya empezada cuando puse la tele, creí que la ínclita compromisaria había convencido a sus conmilitones de Valencia a dotar a Elche de un sistema de movilidad urbana como el que disfruta el “Cap i Casal”, o nuestra vecina y querida Alicante; o que el voto de Joan Baldoví en el Congreso se había vuelto imprescindible para aprobar la reforma laboral, o el uso de mascarilla en exteriores, y había conseguido que el Gobierno acometiera de una vez por todas la imprescindible reforma de la línea férrea de cercanías que atraviesa Elche. Mi gozo en un pozo. Al acudir al NoDo municipal, más conocido a estas alturas del siglo XXI como “Web de l’Ajuntament d’Elx”, pude comprobar que la cuestión se limita a unos mapas que, simulando el diseño esquemático de los planos de metro, nos informan del tiempo que debemos invertir para recorrer a pie determinados recorridos dentro del núcleo urbano (en las pedanías no votamos Compromís y poquito al PSOE, ¡qué nos zurzan!). Bueno, me parece un símil bastante apropiado porque, gracias a la Generalitat, al Gobierno y también a nuestro Ayuntamiento, el único tren que nos va a quedar en Elche va a ser el de San Fernando (unas veces a pie, otras andando), ecológico, sostenible y circular donde los haya.

Seguramente habrá quien rebata mis argumentos, faltaría más, esto es un artículo de opinión, y diga que esta idea forma parte de la “Agenda 2030”, iniciativa cuya politización la ha despojado de toda la efectividad que podría haber tenido; o que muchos municipios también tienen su “Metro Minuto”. En fin, stultorum infinitus est numerus!

 EL BAÑO DE DON CAMILO

Publicado en Diario Información el 29 de enero de 20222


ESPERANDO A GODOT

El baño de Don Camilo

Varios días, a lo largo de la semana, salgo a tomar un tentempié, a almorzar, que se diría en román paladino, con un grupo de compañeros de trabajo con los que, además de compartir un magnífico rato de asueto para desconectar de la rutina de los quehaceres diarios, me informo de la actualidad e incluso de sucesos y anécdotas históricas y de toda clase, pues son unos tipos cultos, buenos conversadores y que, por su formación, dominan diferentes temas.

Esta semana, sin ir más lejos, la conversación, como es habitual, fue dando bandazos, desde la política internacional a la nacional, de la cultura a la historia, de las ciencias a las artes, para finalmente pasar, como también suele ser normal, de lo trascendente a lo banal. Hasta que, no sé a cuento de qué, les comenté si habían leído la “carta abierta” de Marina Castaño a Camilo José Cela con motivo del vigésimo aniversario de su fallecimiento. No voy a hacer comentarios sobre dicha carta, aunque coincido con lo que algunos han dicho: una carta abierta, en primer lugar, no tiene destinatario por definición. En segundo, una mujer joven no tiene que dar explicaciones por haberse enamorado de un hombre mayor que ella, y menos públicamente y dirigiéndose al interesado ya fallecido.

Tras introducir yo el tema, con estos o parecidos argumentos, uno de mis compañeros de almuerzo (llamemos a las cosas por su nombre), sabiendo que yo soy de Elche, sacó a colación una anécdota precisamente sobre Camilo José Cela y nuestra ciudad, según la cual el célebre escritor se habría bañado un caluroso mes de agosto en una alberca de nuestro Parque Municipal sin quitarse el traje (el traje de pantalón, americana y corbata, no el traje de baño, obviamente, o no tan obviamente, dada su excentricidad, que sólo tenía parangón con su genialidad).

Esa tarde, movido por la curiosidad, introduje en el buscador de internet las palabras Camilo José Cela y Elche, y fui dirigido a varias páginas, entre las que encontré el vídeo aparecido en el No-Do, dando testimonio de la veracidad de la historia, con imágenes tomadas en lo que debe ser el Hort del Xocolater, así como al sitio oficial de la Cátedra Pedro Ibarra de la UMH (sin la “E” aún, parece ser), que recoge aquel curioso episodio acaecido el 23 de agosto de 1965, durante la inauguración de un monumento en honor del egregio escritor, con la siguiente descripción: “Tras las elocuentes palabras pronunciadas por los alcaldes de Elche y Alicante, D. Luis Chorro Juan y D. Román Bono Marín respectivamente, D. Camilo contestó con un breve discurso para, posteriormente, dejar el micrófono y pisando el césped se metió en la pequeña alberca, tendiéndose en ella, desde donde miraba la altura de las palmeras y las caras de asombro de los asistentes.”

Tras la lectura de esta reseña dos cosas me vinieron a la mente de inmediato. La primera como una punzada, pues, tras casi cinco años y doscientos artículos publicados en esta sección, no recordaba haber dedicado ninguno a una obra concreta de Cela, hecho imperdonable por la importancia del autor y, sobre todo, porque a mí personalmente me gusta mucho. Rápidamente abrí la carpeta de mi ordenador donde guardo los artículos y el material acumulado para su documentación y, con gran pesar, comprobé que efectivamente no había ninguno dedicado al premio Nobel (aunque estoy seguro de haberlo mencionado en alguna ocasión). Pero la segunda cosa que me asaltó la mente fue pensar en la magnífica publicidad que debió suponer para el Elche de la época el chapuzón de Don Camilo. En una España en la que se acababa de poner en marcha, con una programación restringida y en pruebas, el segundo canal de televisión, el nodo, que era un cortometraje documental que se exhibía antes de la proyección de las películas en todas las salas de cine de España, tenía una difusión extraordinaria, por lo que el baño de Don Camilo y la locución que lo acompañaba, ensalzando la magnificencia de nuestro palmeral, debieron de ser vistos por varios millones de espectadores.

Contrastemos ahora, aunque todas las comparaciones son odiosas, el impacto del baño de Don Camilo y la publicidad gratuita que generó, con los miles y miles de euros gastados en Fitur (la feria del turismo que se ha celebrado recientemente en Madrid) no sólo en promoción de la ciudad, que me parece bien, sino en los viajes de políticos de todo signo que acuden año tras año, a cuerpo de rey, y que no sé bien qué demonios pintan. Bueno sí lo sé, van a hacerse la foto.

Qué pena de ciudad. Elche tiene un gran potencial, pero está mal canalizado. Los que nos gobiernan, y los que aspiran a hacerlo, no tienen ideas y eso se palpa en el ambiente. No sé si nuestro pueblo está dormido, o acaso durmiendo, pues no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo, como dijo el insigne Camilo José Cela cuando era senador.

 DEL PUENTE A LA ALAMENDA Publicado en Diario Información el 8 de julio de 2023 Esperando a Godot   Del puente a la alameda   ...