FRANKENSTEIN

Publicado en Diario Información el 9 de abril de 2023

Esperando a Godot

 

Frankenstein


Corría el verano de 1818 y Mary Shelley, que por aquel entonces tenía diecinueve años, se encontraba pasando las vacaciones estivales en Ginebra, acompañada de su marido, Percy Bysshe Shelley, de Lord Byron y del doctor John Polidori. El clima no era propicio y las diversiones en esas condiciones y en aquellos tiempos escaseaban. De modo que la incesante lluvia los movió a proponer una competición que consistía en escribir una novela de terror. La propuesta de Mary fue “Frankenstein o el moderno Prometeo”, la historia de Víctor Frankenstein, un científico obsesionado con encontrar la manera de recrear la vida humana (argumento que puede tener que ver con la biografía de la madre de la autora, que intentó suicidarse dos años antes de que ella naciera, pero fue “resucitada” por unos marineros que vieron como se lanzaba al río; aunque terminó falleciendo de una infección puerperal tras alumbrar a Mary).

 

La publicación de la novela supuso un considerable éxito comercial, dada la popularidad en aquella época romántica de las novelas góticas, pero la crítica literaria no la acogió con demasiado entusiasmo. No se discutía la poderosa imaginación de la autora, ni sus habilidades narrativas, pero algunos llegaban a cuestionar su estabilidad mental. No fue hasta bien entrado el siglo XX cuando la novela empezó a estudiarse desde múltiples prismas: psicológicos, sociológicos, políticos e incluso feministas. Del mismo modo, se han rastreado las fuentes literarias que usó y los precedentes que influyeron sobre ella, como ”Fausto”, de Goethe, o “La balada del viejo marinero” de Samuel Taylor Coleridge, dando a la novela la importancia que realmente tiene e intentando extraer el verdadero trasunto filosófico que encierra.

 

La idea principal que trasciende a la novela es de orden moral. El protagonista, Víctor Frankenstein, es incapaz de comprender que sus acciones tienen consecuencias, que no puede concentrarse únicamente en conseguir sus objetivos sin sopesar el daño que puede causar a las personas que están a su alrededor. Por eso, cuando finalmente logra dar vida al monstruo y el resultado no le gusta, simplemente lo rechaza y abandona su laboratorio. Elude su responsabilidad moral en esa ocasión y también cuando el monstruo le pide que cree una compañera para él y el científico no cumple lo pactado, dando lugar a una escalada de violencia como venganza de la criatura hacia su creador. En ese momento, aunque no en la forma que él hubiera deseado, el monstruo consigue lo que perseguía: atraer la atención del Dr. Frankenstein.

 

Decíamos que uno de los enfoques de los estudios sobre la novela de Frankenstein a partir de la segunda década del siglo pasado había sido el político. No en vano, si analizamos la historia reciente e incluso la situación actual, nos vienen a la mente varios ejemplos de creaciones, no necesariamente monstruosas, o sí, que han terminado teniendo una relación con su creador casi tan tormentosa como la del científico de la novela de Mary Shelley con la suya. En España este hecho es muy frecuente debido a la secular tradición de todos los dirigentes políticos, sean del signo que sean, de ungir a sus sucesores pensando que el señalado seguirá sus designios, cosa que absolutamente todos dejan de hacer a los cinco minutos de ocupar la poltrona correspondiente.

 

Un ejemplo muy claro de ello es el caso de Yolanda Díaz. El pasado fin de semana lanzó su apuesta, ¡qué sorpresa!, de encabezar una candidatura a la presidencia del Gobierno que no es tal, sino un intento de cambiar la denostada imagen que muestra Podemos para aglutinar el voto a la izquierda del PSOE y permitir que Pedro Sánchez tenga una mayoría suficiente para su investidura tras las elecciones generales de diciembre de este mismo año. Yolanda es un monstruo con rostro amable creado por Pablo Iglesias, al que ahora quiere matar (políticamente hablando), que ha sido reprogramado por Sánchez para satisfacer su ambición de poder. La diferencia es que Yolanda se ha deshecho, o está en el proceso de hacerlo, de su creador, pero no va a conseguir lo mismo con Sánchez, al que sólo sobrevive él mismo.

 

Es evidente que todos estos movimientos que se están desarrollando de cara a las generales también tendrán su repercusión a escala local y autonómica. En Elche no serán especialmente importantes, puesto que podemos nunca ha entrado en el consistorio, por lo que esos votos ya se daban por amortizados. Si acaso, podría beneficiar al PSOE, por aquello del voto útil de la izquierda y, en menor medida a Compromís. Otra cuestión muy diferente se puede producir en la lucha por el Consell. Podemos forma parte del actual “Botànic”; un escenario en el que esa formación no alcanzara el listón del 5% beneficiaría de forma significativa a la fuerza más votada (presumiblemente el Partido Popular, tras la práctica absorción de lo que queda de Ciudadanos) por lo que las serias posibilidades de Carlos Mazón de ser el próximo President de la Generalitat se verían claramente incrementadas.

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