DICTADURA POR CONSENSO
Publicado en Diario Información el 22 de enero de 2022
ESPERANDO A GODOT
Dictadura por consenso
No sé si conocen ustedes un evento cultural que lleva tiempo desarrollándose en Elche, aunque de forma muy irregular en los últimos años por la situación sanitaria y las consiguientes restricciones impuestas a las reuniones sociales y en el ámbito de la restauración. Ese evento consiste en una “cena literaria” a la que la librería Ali i Truc, junto con una serie de empresas colaboradoras, invita a un reconocido escritor que, tras la cena, comenta el contenido y alcance de su última obra, antes de iniciar un diálogo con los participantes y firmarles sus ejemplares.
Yo mismo he asistido a varias de esas cenas y debo reconocer que he pasado muy buenos ratos, por lo ameno de la conversación y la excelente compañía de algunos amigos, habituales de estos saraos festivo-culturales. Sin ir más lejos, el próximo día 28 de enero se va a celebrar, en el Restaurante La Taula (Hotel Milenio), uno de estos encuentros con una escritora con la que ya coincidí en su última participación en este mismo foro: Paloma Sánchez-Garnica.
En aquella ocasión la autora presentaba su novela La sospecha de Sofía. Debo reconocer que acudí a aquella cita sin haber leído la obra; la adquirí allí mismo, la señora Sánchez-Garnica me la firmó con suma amabilidad y, al día siguiente, comencé su lectura de forma voraz, puesto que su prosa, su ritmo y su trama me engancharon de tal forma que no fui capaz de posar el libro hasta finalizar su lectura. No les voy a desvelar el argumento, porque es una novela que les recomiendo ferverosamente y no quiero privarles del placer de hacerlo, pero sí les diré que se desarrolla a caballo entre la España franquista, el París del mayo del 68 y la Alemania comunista del otro lado del “Telón de Acero”.
Esta vez, Paloma Sánchez-Garnica acude a nuestra ciudad con la vitola de ser la flamante finalista del Premio Planeta con su novela Últimos días en Berlín. Ahora que me he convertido en un incondicional de la escritora, pienso acudir a la cita con los deberes hechos y estoy leyéndola; de hecho, ya casi la he terminado. La historia comienza con el protagonista, Yuri Santacruz, en Berlín, justo el día de 1933 en el que Adolf Hitler es encumbrado al poder tras ser nombrado canciller. Santacruz es hijo de padre español y madre rusa, de ahí su nombre de pila, y reside en Berlín porque hubo de huir de la barbarie de la Unión Soviética, para caer en otra dictadura no menos virulenta, aunque con una génesis totalmente diferente. Tampoco en este caso les voy a desvelar más detalles del argumento, porque es una novela que merece la pena ser leída con fruición (y acudir a la cita con la autora el próximo viernes sería un broche de oro tras el deleite de su lectura).
En cualquier caso, ambas novelas, además de ser una delicia narrativa, están muy bien documentadas desde el punto de vista histórico. Como ejemplo, y de nuevo intentando no dar detalles que puedan estropear su lectura de la novela, en Últimos días en Berlín se imbrican en la trama, de una manera además perfectamente resuelta, unos hechos acaecidos la noche del 9 de noviembre de 1938 y conocidos como Kristallnacht (Noche de los cristales rotos). Aquella noche las SS (Schutzstaffel o “escuadrones de protección”) organizaron ataques contra los hogares de los judíos, sus sinagogas y sus negocios, con el pretexto del asesinato del embajador alemán en Francia a manos de un judío. Aquella noche supuso un giro dramático respecto al pueblo hebreo en Alemania; si bien ya había sufrido una evidente merma en sus derechos civiles, esa fecha supuso el comienzo de su hostigamiento físico y de su posterior exterminio sistemático.
Es curioso, como también se constata en la novela, que un pueblo como el alemán, culto y educado, que ha dado al mundo algunos de los mejores escritores y compositores, un pueblo amable, organizado, pudiera producir una dictadura tan atroz y un monstruo como Hitler, comparable sólo con Stalin, aunque, como les decía antes, la forma en que surgió la dictadura soviética y la nazi fueron completamente diferentes; haciendo una simplificación histórica por la que pido disculpas de antemano, la primera surgió de una revolución violenta que transformó todas las estructuras políticas y sociales de una forma traumática; la segunda fue lo que algunos autores han venido a llamar una Zustimmungsdiktatur, es decir, una dictadura consensuada.
Lo cierto es que muchos alemanes de la época no estaban conformes con las reparaciones que debían satisfacer a los ganadores de la I Guerra Mundial, impuestas por la firma del Tratado de Versalles, y no veían en la República de Weimar una solución a los problemas económicos, sociales y políticos que aquejaban a Alemania. Hitler supo aprovechar perfectamente esa situación para hacerse con el poder utilizando los medios que la democracia puso a su alcance para después destruirla, una vez instalado en el poder.
Una vez con el mando de la cancillería la propaganda Nazi, de la mano de su artífice Joseph Goebbels, consiguió que la afección del pueblo alemán que Hitler se había granjeado, insisto en que llegó al poder por medios democráticos (ganó las elecciones), no sólo no decayera, sino que incluso se incrementara cada vez más. El régimen de terror que terminó imperando en el III Reich era tal sobre todo para las minorías a las que se perseguía, pero lo cierto es que para el resto de los alemanes el aparato propagandístico y los esfuerzos de Hitler y Goebbels por no perder el apoyo del pueblo funcionaron perfectamente y la mayoría estaban complacidos con una dictadura que, en sus primeros años al menos, revertió la mala situación de la economía alemana y le devolvió al país su influencia en el concierto de las naciones.
En nuestro país, en el año 2022, el gabinete de prensa de La Moncloa filtra qué medios pueden asistir a qué comparecencias o cuáles pueden hacer preguntas. En nuestra ciudad, esta misma semana, el presidente del Gobierno estuvo treinta y cinco minutos en el Barrio de San Antón y ocurrió algo similar. Cuando lean la novela de Sánchez-Garnica y vean las citas que incluye de los principios de la propaganda de Goebbels, comprobarán como les suenan.