DEMOCRACIA

Publicado en Diario Información el 13 de noviembre de 2021

Democracia

Gracias a las obras de historiadores griegos, como Heródoto, Tucídides y Jenofonte, de los textos que han llegado hasta nosotros de discursos, como los más de ciento cincuenta que se conservan del gran orador que fue Demóstenes, e incluso de comedias escritas por dramaturgos como Aristófanes, conocemos como fue la forma de gobierno en la Antigua Grecia, especialmente en Atenas, considerada la cuna de la democracia occidental.

No obstante, entre la democracia ateniense y la nuestra media una gran diferencia: mientras la nuestra es representativa, es decir, que elegimos en las urnas unos representantes para que tomen las decisiones en nuestro nombre, en Atenas todos los ciudadanos (los varones libres, únicamente, claro) gozaban de los mismos derechos políticos, de libertad de expresión, y la posibilidad de participar de forma directa en política. De hecho, esa participación era obligatoria, siendo parte de los miembros de las asambleas elegidos y otra parte nombrados directamente mediante un sorteo entre los hombres atenienses mayores de veinte años.

Comparto con ustedes esta reseña histórica sobre la democracia ateniense porque dos hechos acaecidos esta semana me han hecho reflexionar sobre el funcionamiento de nuestro sistema político, una democracia representativa, como les decía: la entrevista a Isabel Díaz Ayuso en el programa de Antena 3 “El Hormiguero” y la polémica surgida en torno a la elección de cuatro miembros del Tribunal Constitucional y seis del Tribunal de Cuentas.

Sobre la entrevista a la señora Ayuso se han escrito ríos de tinta en la prensa y en las redes sociales, pero lo más curioso del caso es que se dice que se ha proclamado vencedora sobre sus enemigos (los de su propio partido, los de los partidos opuestos son meros adversarios), porque su cuota de pantalla fue superior a la de otros cargos populares que han acudido al mismo espacio televisivo. Curiosa forma postmoderna de establecer una victoria.

Yo creo que, efectivamente, la presidenta de la Comunidad de Madrid salió airosa de esa entrevista, pero gracias a su frescura y espontaneidad, atributos de los que la mayoría de los cargos públicos, de cualquier partido, carecen. Además, pronunció una frase lapidaria dirigida a la dirección de su partido: “Soy una mujer libre. Las urnas me dan más libertad que los despachos.”

La otra cuestión, la de la elección de miembros del Tribunal Constitucional y del Tribunal de Cuentas, aún no se había dilucidado en el momento de escribir este artículo, pero me atrevo a hacer un vaticinio: ningún diputado va a romper la disciplina de voto de su partido y la elección se va a producir en los términos pactados por las cúpulas del PSOE, del PP y de Podemos (que en esto ha quedado su “regeneración democrática”).

De hecho, el PSOE ha enviado una instrucción a los miembros de su grupo parlamentario en el Congreso, instrucción que parece ser que es habitual en muchas votaciones, indicando que el voto “secreto” de cada diputado debe ser mostrado a un asistente quien, tras comprobar que el voto es “correcto”, envía una confirmación del voto emitido junto al nombre del diputado de que se trata. Al parecer, esta práctica no la realizan ni el PP ni Podemos, pero no creo que ningún diputado de sus filas se desvíe tampoco de las instrucciones recibidas a este respecto.

Entonces, si nuestro sistema político es, como hemos repetido, una democracia representativa, a mí se me plantea una terrible duda: ¿A quién representan los diputados que elegimos en las urnas? Pregunta cuya respuesta es pavorosa, pues me temo que esos diputados hace mucho que han dejado de representar al cuerpo electoral al que se deben, para ejercer esa función en nombre de sus respectivos partidos, a los que deben su inclusión en las listas.

El problema es serio, pues es extrapolable a otros órganos legislativos y de representación, como las asambleas autonómicas o los ayuntamientos. En el nuestro, sin ir más lejos, un repaso a los currículums de los concejales nos podría llevar a la conclusión de que muchos de ellos, no todos por fortuna, ejercen la actividad política como su única profesión. Ese hecho provoca que tomen decisiones, en algunos casos, movidos por su ansia de agradar a los que los pusieron en las listas, en lugar de a los ciudadanos de Elche.

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