LA CIUDAD DE LA ETERNA ESPERA
Publicado en Diario Información el 31 de marzo de 2017
ESPERANDO A
GODOT
La ciudad de la eterna
espera
A
finales de los años 40, el novelista y dramaturgo irlandés Samuel Beckett
escribió su obra más conocida que, a la postre, se iba a convertir en una pieza
clave dentro de lo que se denominó el “teatro del absurdo”: Esperando a Godot.
Esperando a Godot
es una tragicomedia en la que el autor, de forma deliberada, crea una trama
repetitiva y en la que, en realidad, nada ocurre. Los personajes principales,
Vladimiro y Estragón, esperan en un cruce de caminos la llegada de un
personaje, Godot, que nunca aparecerá.
La
eterna espera de Vladimiro y Estragón tiene, como la describió de forma
magistral Pedro Laín Entralgo, en un artículo publicado en 1989, tres
características: “La indefinición temporal, la
gratuidad y la inactividad. Esperan sin poner límite al plazo de su espera;
esperan sin el menor indicio de la razonabilidad de su confianza en la llegada
de Godot, sólo porque éste, no se sabe cómo, les ha hecho creer que vendrá.”
En
ocasiones tengo la desagradable impresión de que nuestra ciudad se encuentra en
un impasse similar al de Vladimiro y Estragón. No quiero ser pesimista. Si
analizamos los datos de una forma totalmente fría y objetiva es cierto que, a
lo largo de los últimos setenta y cinco años, el desarrollo que ha alcanzado
Elche no tiene parangón en la provincia de Alicante ni, probablemente, en toda
España.
Un
mero repaso, por ejemplo, de los censos de 1940, en comparación con los de
2015, nos permite constatar que en 1940 la población de Elche y la de Alcoy
eran similares (en torno a los 45.000 habitantes). Pero entre 1940 y 2015 la
población de Alcoy se ha multiplicado por uno con treinta y cinco, mientras la
de Elche lo ha hecho por cinco (60.000 y 230.000 habitantes respectivamente).
En
el parque empresarial de Torrellano trabajan 13.000 personas, el aeropuerto de
Alicante-Elche está próximo a alcanzar los 13 millones de pasajeros al año,
tenemos un tejido industrial potente, una agricultura moderna y productiva.
Además,
dejando aparte las cuestiones meramente crematísticas, Elche es sede de tres universidades,
ha sido galardonada con dos Patrimonios de la Humanidad y un Reconocimiento de
Buenas Prácticas por la UNESCO, nuestro litoral es el mejor conservado de
nuestro entorno y tenemos espacios naturales de importantísimo valor
medioambiental como el Hondo o el Clot de Galvany.
¿Qué
nos está pasando entonces? ¿Por qué tenemos ese sentimiento de que en Elche no
pasa nada? Quizás sea precisamente por eso, porque no pasa nada, porque siempre
estamos esperando algo, pero ese algo nunca llega.
Otras
ciudades han tenido este mismo sentimiento en el pasado. Barcelona y Bilbao son
ejemplos paradigmáticos. Barcelona tuvo dos líderes, dos alcaldes, Narcís Serra
y, especialmente, Pasqual Maragall, que supieron aprovechar el tirón de las
inversiones que recayeron en la ciudad con motivo de los Juegos Olímpicos de
1992 para cambiar totalmente su fisonomía, con su apertura al mar y la
transformación de zonas degradadas en ejes de nueva centralidad.
En
el caso de Bilbao, también fue su alcalde, Iñaki Azkuna, quien lideró la
transformación de su ciudad. El Alcalde Azkuna, Premio Alcalde del Mundo 2013,
haciendo de la necesidad virtud, consiguió acometer una reorientación total del
tejido productivo de la ciudad, así como una regeneración de la ría que ha
cambiado completamente la apariencia de Bilbao.
Puede
ser entonces que en Elche lo que estemos esperando no sea algo, sino alguien.
Ese líder carismático que emprenda la transformación de una ciudad que, por
otra parte, tiene todos los ingredientes necesarios para afrontar el futuro con
esperanza.
Entretanto,
espero que nuestra historia no termine como Esperando
a Godot.
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