EL PALMERAL DE ELCHE

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 22 DE MAYO DE 2021

ESPERANDO A GODOT


El Palmeral de Elche

Esta semana, rompiendo con una larga tradición que comenzó en marzo de 2017, no les voy a comentar una obra literaria, sino un cuadro. Aunque no es la primera vez que abandonamos la literatura para entrar de lleno en el mundo de las artes plásticas. En el artículo publicado en esta misma sección el 29 de mayo de 2018, ya tuvimos ocasión de abordar dos obras maestras de la pintura universal, de épocas y estilos muy dispares: “El Matrimonio Arnolfini” y “American Gothic”.

En esta ocasión me gustaría que rememoraran, pues estoy convencido de que todos lo conocen, o al menos les sonará, un magnífico cuadro muy cercano a nosotros por su autor, un valenciano, y sobre todo por su tema. Les hablo de la obra de Joaquín Sorolla que lleva por título “El Palmeral de Elche”.

Si buscan la reseña sobre esta magnífica pintura en la página de la Cátedra Pedro Ibarra, de la UMH, reseña que me permito reproducir textualmente por ser mi hermano Rafael su autor, podrán leer que (sic) “El Palmeral de Elche (1918. Óleo sobre lienzo, 350 x 231 cm. The Hispanic Society of America, New York), es uno de los catorce paneles que Joaquín Sorolla (Valencia, 27-II-1863 – Cercedilla, 10-VIII-1923) pintó para la decoración de la biblioteca de la Hispanic Society of America cuya sede se encuentra en Nueva York. El encargo le vino tras su reconocimiento como pintor a nivel internacional.”

“En El palmeral de Elche, Sorolla ha representado un típico huerto de palmeras en la época de recolección de los dátiles. La palmera en sí ejerce un gran protagonismo ya que es el elemento dominante en la composición y lo que sitúa en primer plano, mostrando un tronco que se arquea ligeramente hacia la zona superior como si se tratase del fragmento de un arco que sirve de puerta de acceso al mundo que Sorolla nos quiere mostrar. Tras esta palmera, se sitúa un grupo de mujeres que seleccionan cuidadosamente los dátiles que un palmerero les va acercando. Aparece otro elemento tradicional del paisaje ilicitano, el horno de bóveda tan característico y que aún se conserva en muchas casas del Camp d’Elx.

Un cuadro de una factura deliciosa que además representa un paisaje que nos es tan próximo a los ilicitanos, no sólo por la presencia diaria de las palmeras en nuestras retinas, sino también por la indeleble huella que esa abrumadora mancha verde, ese inmenso oasis, deja en el ánimo de los habitantes de nuestra ciudad y de muchos de los que la visitan, muchos menos de los que nos gustaría, incluso cuando las circunstancias eran más propicias para los viajes. Paisaje que ha llegado hasta nuestros días gracias a personas como Pedro Ibarra, precisamente, que fue uno de los grandes defensores del palmeral en las primeras décadas del siglo XX, época en la que la tala de palmeras suponía un reproche moral, pero no legal.

De no haber sido por figuras como la de Pedro Ibarra, que impulsó el movimiento que devendría en la creación de los primeros corpus legislativos en defensa del palmeral, y de otros que continuaron en su línea, probablemente ese rico legado de nuestra ciudad se habría perdido de forma indefectible. La primera normativa que supuso una defensa efectiva del palmeral data, de hecho, de 1933 y desde entonces se ha visto ampliada y mejorada por sucesivas normas legales, específicas o de otro ámbito, como los PGOU, hasta llegar a la Ley de Tutela del Palmeral de 1986, y a la declaración de éste como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000.

En la actualidad se está tramitando en Les Corts el proyecto de la futura Ley de protección y promoción del Palmeral de Elche. Es cierto que, por fortuna, las amenazas que pesan sobre este patrimonio nuestro ya no son como las que tuvo que combatir Pedro Ibarra a principios del siglo pasado. Pero no es menos cierto que un bien de esta envergadura debe gozar de las más altas cotas de protección. Creo que todos estamos de acuerdo con esa máxima.

La Ley que se está tramitando va sin duda en esa dirección. Pero como uno ya no se fía de los políticos (haber sido uno de ellos-todos tenemos un pasado oscuro- no ayuda a tal fin) decidí tomarme unas cervezas con un amigo que realmente entiende del tema. Tras la segunda ronda la conversación se tornó más fluida y salieron a colación ciertos aspectos de los que me gustaría dejarles unas pinceladas, sin duda de una calidad ínfima, en comparación con las de Sorolla.

La primera es la necesaria disolución de la dicotomía entre un ecosistema y un agro sistema. Las palmeras llevan con nosotros más de mil años, por lo que tendemos a considerarlas parte de nuestra flora autóctona. Sin embargo, no debemos olvidar el hecho de que los huertos que existen en el palmeral histórico y en el campo son obra del hombre, y el hombre no las plantó por conciencia ambiental, ni por divertimento, sino porque esas palmeras tenían una utilidad, un uso concreto, en definitiva.

Por lo tanto, y sin que ello suponga un menoscabo de la necesaria protección que todos propugnamos, esta ley y, sobre todo, el futuro plan director que la desarrolle debería contemplar que se permitieran en los huertos una serie de usos, compatibles con su explotación por empresas privadas, que no fueran lesivos para el palmeral. Esos usos podrían abarcar desde algunos que ya se realizan, como parcelas explotadas por los vecinos, hasta otros más ambiciosos, como la recreación de viviendas tradicionales para su uso turístico y lúdico, o construcciones de bajo impacto y no permanentes, elaboradas con materiales ecológicos, provenientes en gran medida de las propias palmeras.

Pero lo más importante es que debemos ser conscientes de que el palmeral es un patrimonio poliédrico con, al menos, cuatro vertientes: la medioambiental, la agrícola, la cultural y la educativa y que además es Patrimonio de la Humanidad, por lo que todas las administraciones (local, autonómica, nacional y europea), con competencias en alguno de esos ámbitos, deberían volcarse en su ayuda. Léase en la financiación necesaria para su conservación y mejora.

Claro que, para recibir una ayuda de cualquier instancia, es necesario que quien la solicita tenga un plan. Toda subvención exige un proyecto previo que la justifique. ¿Tiene nuestro ayuntamiento ese plan, ese proyecto, esa visión global de lo que pretende que sea el futuro del palmeral? Lo dudo sinceramente y la composición del patronato y de la junta gestora conforme a la futura ley tampoco me hace albergar demasiadas esperanzas: demasiada presencia de cargos públicos y funcionarios.

LA CONJURA DE LOS NECIOS 

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 8 DE MAYO DE 2021

ESPERANDO A GODOT

La conjura de los necios

Hace poco leí una afirmación en una revista norteamericana sobre John Kennedy Toole, el autor de La conjura de los necios, que me impactó profundamente. En ese artículo se afirmaba sobre el novelista que fue “uno de los fracasos más famosos de la literatura norteamericana”. Lo cierto es que Toole se pasó la vida siendo muy bueno en todo lo que hacía: terminó el instituto e ingresó en la universidad con dieciséis años, consiguió un doctorado cum laude en literatura por la Universidad de Columbia, y se convirtió, con sólo veintidós años, en el profesor más joven de la historia del Hunter College, una universidad pública de Nueva York.

Sin embargo, en su faceta como escritor no corrió la misma suerte. A lo largo de su vida escribió dos novelas. La primera, La Biblia de neón, cuando tenía dieciséis años, nunca intentó publicarla, pues la consideraba demasiado pueril. La segunda, y última, que es la que nos ocupa, la terminó sobre 1963, pero jamás consiguió que ninguna editorial se aviniera a llevarla a imprenta. Este hecho lo sumió en una depresión que lo llevó a suicidarse en 1969, a la temprana edad de treinta y un años. Paradojas de la vida, gracias al empeño de su madre, la novela fue finalmente publicada en 1980, once después de su muerte, cosechando tal éxito que incluso fue galardonado, a título póstumo, con el prestigioso Premio Pulitzer de Ficción, en 1981.

Como novelista, en la obra del malogrado autor se aprecian tres claras influencias: La de Cervantes, del que adquirió su gusto por la narrativa picaresca y de episodios; la de Dickens, que le trasmitió su inclinación por los personajes grotescos, pero creíbles; y la de Evelyn Waugh, de la que copió su habilidad para burlarse de los estereotipos heroicos clásicos. Todas ellas se pueden apreciar en La conjura de los necios que, si bien es una gran novela, no habría sido ni mucho menos la mejor de Toole si su paranoia no le hubiera llevado a quitarse la vida.

La trama de la novela nos narra las aventuras de Ignatius J. Reilly, un medievalista perezoso, obeso y excéntrico que a los treinta años todavía vive con su madre en el Nueva Orleans de comienzos de la década de los 60. Como consecuencia de un accidente de coche provocado por ésta, se ve forzado a buscar trabajo para pagar los daños ocasionados, desencadenando toda una serie de situaciones provocadas por la diversidad de los personajes con los que se va encontrando y con los que, curiosamente, más que interactuar, establece monólogos similares a los solos característicos del jazz, en el que un instrumentista toma el relevo del anterior.

En definitiva, es una novela cuya lectura les recomiendo. Aunque a muchos no les gusta, hay quien la encuentra un clásico del realismo grotesco, divertida en muchos de sus fragmentos y muy extraña desde un punto de vista intelectual. En ocasiones, incluso, patética y retorcida, pero que consigue mantener la atención del lector gracias a la enorme habilidad de la que hace gala Toole, como ya comentamos anteriormente, para presentar unos personajes totalmente chocantes y sorprendentemente creíbles, en el marco de un argumento igualmente atípico que acaba siendo, de alguna manera, coherente.

Con todo, lo más sorprendente de la novela es su propio título, pero aquí Toole no fue original, sino que, apoyado en su sólida formación literaria, tomó prestada la cita de un clásico de la literatura en lengua inglesa, Jonathan Swift (víd. Esperando a Godot del 6 de julio de 2018, “Los viajes de Gulliver”), que decía: "When a true genius appears in the world, you may know him by this sign, that the dunces are all in confederacy against him." (Cuando en el mundo aparezca un verdadero genio, lo conoceréis por esta señal: que los necios estarán todos conjurados contra él). 

Aplicando el axioma de Swift a la política española, yo no sé si la Sra. Ayuso entra o no en la categoría de genio. Tonta no parece ser, desde luego. Pero de lo que no cabe duda es de que la “conjura de los necios” que se ha producido contra ella es una de las claves principales de su éxito electoral. La otra es el suicidio de Ciudadanos, a cuyos dirigentes, siguiendo con la taxonomía dicotómica entre genios y necios, situaría mucho más próximos a los últimos que a los primeros.

Sea como fuere, otra política patria, a la que dejo a su albedrío colocar una u otra etiqueta, la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, Dña. María Jesús Montero, ha hecho unas declaraciones, con su habitual verbo fluido, gracejo y desprecio por la sintaxis, la morfología y el léxico de la lengua española, en las que venía a decir algo así como que “los votos de Madrid, se quedan en Madrid”, versión cañí, seguramente, de las expresión de las películas americanas de despedidas de soltero “lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas”. Tendría gracia esta señora, si no fuera porque nos va, literalmente, a crujir a impuestos para mantener el elefantiásico gobierno de Sánchez, que éste sí que es un genio (o eso piensa él de sí mismo).

Mientras tanto en Elche, nuestro Alcalde (no lo voy a clasificar, la vara de mando merece un respeto) sigue enzarzado con la Diputación de Alicante por el asunto del palacio de congresos. En Alicante sí se va a hacer, en Elche está por ver. ¿Cuál es la diferencia? Que en Alicante todas las administraciones han aunado esfuerzos, incluida la Generalitat Valenciana, del mismo signo político del Sr. González, que se ha sumado al proyecto, mientras aquí se han puesto todas las trabas necesarias para poder después mostrarse como víctimas. 

Quizás la estrategia sirva momentáneamente, sobre todo porque en Elche no hay una oposición que ejerza como tal. Pero a la larga ocurrirá aquí, y en el conjunto de España, lo que ya predijo Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.


 LA GUERRA DEL FÚTBOL

PUBLICADO EN DIARIO INFORMACIÓN EL 24 DE ABRIL DE 2021


ESPERANDO A GODOT

La guerra del fútbol

Seguramente, al leer el título de este artículo, habrán pensado que me ha dado por hablar de Florentino Pérez y de su, al parecer, malogrado proyecto de super liga europea de fútbol. No es esa mi intención, aunque parece inevitable. En realidad, lo que me gustaría traer a colación es la frivolidad con la que esta semana se ha hablado de la “guerra del fútbol”, cuando sí hubo de verdad, y no hace mucho, una guerra entre dos países centroamericanos, que fue conocida exactamente así y que causó miles de muertos y de refugiados, además de un sufrimiento extremo en la población de los países contendientes.

Para contarles la historia de aquel cruento episodio nos hemos de remontar a una lluviosa tarde en la Ciudad de México. Era el 27 de junio de 1969 y, aquella tarde, se habrían de enfrentar en el Estadio Azteca las selecciones nacionales de Honduras y El Salvador, que se jugaban su posibilidad de participación, por primera vez en su historia, en una copa del mundo de fútbol. Los jugadores de El Salvador lucían una equipación azul con franjas blancas y los hondureños una blanca con rayas azules, los colores que ambos países comparten en sus respectivas banderas, del mismo modo que comparten el mismo idioma, la misma religión y la misma cultura.

Esas coincidencias entre los dos países hacen más difícil de entender lo que sucedería entre ambos dos semanas más tarde, y que el periodista polaco, Ryszard Kapuściński, explica de forma magistral en su libro “The Soccer War”, una crónica magnífica para comprender no sólo la guerra entre Honduras y El Salvador, sino también la situación de América Latina entre 1958 y 1980. Lo que resulta evidente es que la guerra no comenzó como consecuencia del partido. De hecho, el encuentro transcurrió dentro de los más estrictos cauces de la deportividad.

El problema subyacente entre ambas naciones venía de bastante más lejos. Los dos países estaban dominados por unas élites de terratenientes que subyugaban a las masas de campesinos, tan pobres en un país como en el otro. No obstante, entre El Salvador y Honduras existía una diferencia: el primero era el país más pequeño y más densamente poblado de la zona, mientras que el segundo, con una población mucho menor, le quintuplica en extensión. Este hecho provocó que en los años 60 unos trescientos mil campesinos salvadoreños emigraran a Honduras en busca de tierras de cultivo. Pero, en 1967, el Gobierno hondureño introdujo una ley de reforma agraria que, en la práctica, obligaba a los salvadoreños a regresar a su país, imposición que la mayoría de ellos obviaron.

En este estado de cosas, el presidente de Honduras, Óscar López Arellano, que había accedido al poder seis años antes tras un golpe de estado, decidió expulsar a los campesinos salvadoreños mediante el uso de la fuerza. Recuerden que estos hechos transcurren de manera paralela a los partidos de clasificación de las selecciones nacionales centroamericanas para el mundial de México de 1970. Precisamente, en la fecha del partido que les he descrito, el gobierno de El Salvador decidió romper sus relaciones diplomáticas con Honduras, acusando a sus dirigentes de cometer crímenes contra la humanidad, debido a la situación que se había originado en la frontera entre los dos países, como consecuencia de las deportaciones masivas.

Entretanto, en El Salvador, el Gobierno presidido por Fidel Sánchez Hernández intentaba, por una parte, asumir las ingentes cifras de repatriados mientras, por la otra, los terratenientes locales presionaban al ejecutivo para que emprendiera acciones militares contra Honduras, petición que se veía alimentada por las constantes soflamas de la prensa local, con reportajes en los que acusaban a los hondureños de persecuciones, violaciones y asesinatos perpetrados contra sus compatriotas.

Finalmente, tras una serie de escaramuzas fronterizas, el 14 de julio las tropas salvadoreñas invadieron Honduras y su fuerza aérea bombardeó el país de forma inmisericorde. Cuando el 18 de julio se negoció un armisticio, auspiciado por la Organización de Estados Americanos, más de tres mil personas, en su mayoría civiles hondureños, habían perdido la vida.

Hubo que esperar hasta agosto para que las tropas salvadoreñas se retiraran completamente de Honduras, pero las repercusiones del conflicto duraron años. La frontera se cerró, interrumpiendo el comercio entre los dos países, y la génesis del conflicto- la escasez de tierra para los campesinos de El Salvador- fue también la causa de un conflicto civil en ese país que se alargó entre 1979 y 1992, causando la muerte de unas setenta mil personas.

Comprenderán entonces que antes haya calificado de frivolidad llamar al asunto de la super liga europea “guerra del fútbol”. Lo cierto es que el asunto del fútbol hace tiempo que ha excedido lo meramente deportivo para convertirse en un negocio, que como tal debe regirse única y exclusivamente por las reglas del mercado. El hecho de que algunos políticos de la izquierda más cavernícola hayan cargado contra el proyecto (en realidad lo hacen contra Florentino Pérez, al que consideran un avieso capitalista) es significativo. A mí, sinceramente, tanto me da que el negocio lo haga Don Florentino que la UEFA y la FIFA. Aunque puestos a elegir, prefiero siempre un empresario de éxito que unos estamentos que se basan en el monopolio, las componendas y las corruptelas.

En cualquier caso, aunque ha quedado claro que el fútbol se mueve al dictado del dinero, ya que los clubs profesionales son sociedades mercantiles, es cierto que los aficionados no lo entienden así, pues el deporte tiene también un componente emocional, similar al de las justas medievales, en las que se tomaba partido por uno u otro caballero. De modo que, tirando de tópico y de populismo, esperemos que el Elche gane en su “lucha” para no descender de categoría. De momento, parece bastante difícil.

 DEL PUENTE A LA ALAMENDA Publicado en Diario Información el 8 de julio de 2023 Esperando a Godot   Del puente a la alameda   ...